epílogo

5.1K 565 84
                                    

No sabía que estaba pasando, ni que estaba tan grave como para que Mangel, Alexby y Cheeto me mandaran un mensaje. Ellos nunca se habían empeñado en pedirme mi número, y yo era muy tímida como para pedir que ellos me pasaran el suyo. Si apenas tenía el número telefónico de Rubius era porque él me había pedido que le pasara el mío y el me dio el de él sin que le tuviera que hacer pregunta alguna.

Toque el timbre y espere impaciente afuera del edificio. Las manos me temblaban levemente y no podía quedarme para en un solo lugar. El corazón me palpitaba fuertemente en el pecho y aunque nunca creí en esas supersticiones de tener el presentimiento de algo; tenía el sentimiento de que algo no andaba bien. Y, que de alguna manera, yo tenía la culpa de eso.

—Pasa, —se escuchó. —está abierto.

Pase por la puerta principal y luego me paré frente a el ascensor. Mientras esperaba a que baje, miré hacia atrás; tenía la puerta abierta, el pensamiento y todas las garras para volverme a mi casa, hacer que nada pasó, que nunca me enviaron ningún mensaje, y que yo jamás conocí a mi ídolo, y que tampoco nunca lo fue.

Pero entonces me estaría traicionando a mí misma, decepcionando a esa loca chica que pasaba horas frente a una computadora viendo videos sobre una persona que él sin saberlo, alegraba mis días y noches, y también quedaría una sensación de traición pesando sobre mi espalda al saber que cada noche que me iría a dormir, me quedaría llorando hasta altas horas de la madrugada pensando como deje ir a la persona más maravillosa del mundo a la cual todos los años como deseo de cumpleaños deseaba poder conocer.

Saque la vista del camino de vuelta a casa y me concentre en fijarla en el ascensor que hace unos segundos había bajado por mi llamado. Entre y con la mirada baja y la piel erizada como una gallina, apreté el numero donde estaba su apartamento y esperé a que subiera.

La puerta del departamento esta entreabierta cosa que me sorprendió bastante, Rubén nunca, pero nunca dejaba la puerta de esa manera. Se aseguraba dos veces de mantenerla con llave antes de salir y una vez que entraba. Y si, en el poco tiempo que compartimos me fije en cada mino detalle; como que frunce las cejas cuando no le gusta algo, o que cuando está mintiendo su pie se mueve incontablemente, y que cuando sonríe unos arrugas se forman alrededor de sus ojos, y que inevitablemente yo también sonrió cuando él lo hace, porque es imposible no hacerlo con lo hermoso que se ve. Incluso aunque ninguna de las veces que estuvo conmigo yo fui la causa de eso.

Golpeo dos veces la puerta y la abro sin esperar. En los sofás están Mangel, Alexby, Willy, Vegetta, Luzu y Lana. Nadie dice nada y Mangel tiene los ojos rojos, los demás tienen su cabeza agachada o la cara entre las manos y niegan con la cabeza. Lanita llora desconsoladamente y Luzu está a su lado abrazándola tratando de calmarla. En otras circunstancias ese acto me hubiera parecido sumamente tierno, pero no entendía nada y mi cabeza estaba creando diez conclusiones a la vez mientras que intentaba hacerme la idea de que ninguna de esas era la correcta y que nada sumamente grave estaba ocurriendo ahora.

—Ven. —Mangel me extiende su mano y me llama para que lo siga. No pregunto nada para evitar que esto sea peor de lo que ya es.

Paramos frente a la habitación de Rubius. Mangel titubea uno segundos antes de decidirse si entrar o no. Su mano toca el picaporte; y es entonces que el miedo y el pánico me carcomen por dentro.

—No puedo, perdón. —me dice y se aleja por el mismo recorrido en el que vinimos.

No me queda otra que entrar y enfrentarlo por mí misma. No hace falta abrir la puerta; le doy un leve empujón y me da el paso libre.

Está en su cama. Su pelo sobresale del acolchado incluso aunque se lo haya cortado hace poco; ya le creció unos centímetros más. Me acerco con pasos largos y titubeantes; una vez que estoy lo bastante cerca de la cama me arrodillo frente a esta quedando al lado de su mesita de luz.

—Rubén. —digo y no obtengo respuesta alguna. —Rubén deja de jugar, ya sé que estas dormido. Y que esto es una broma para tu canal. —lo sacudo un poco y no obtengo respuesta. — ¿Rubén? —pregunto y paro de zarandearlo.

Mis manos se dirigen al comienzo del acolchado y comienzo a bajarlo. Es él; es él mismo Rubén de siempre. Está durmiendo y su rostro refleja paz eterna. Paso mis manos a través de su cabello y disfruto de la suavidad de este por unos segundos. Escurro mis manos por su rostro y este esta frio, más frio que de costumbre y aun mas de cómo debería estar.

Me levanto de su lado y dispuesta a marcharme dirijo mi vista a su mesita de luz. Llevo mis manos a mi boca mientras niego con la cabeza repetidas veces con la cabeza. Las lágrimas están empapando mi rostro por completo y caigo de rodillas al suelo. Un frasco de pastillas, eso es todo lo que bastó.

—No, no, no. —susurro y me giro con un enorme nudo en la garganta que trato de aguantar. —Rubén mírame. —le hablo y tomo su rostro entre mis manos. —Rubius, por favor, mírame. —casi ni puedo ver nada por las lágrimas en mis ojos y me duele el alma. —Rubius. —gimo y abrazo su cuerpo sin vida como si todo lo que me rodea dependiera de él; el aire que me mantiene viva, la razón por la que soy feliz, y por la que sigo acá.

Lo apego a mi anatomía lo más que puedo. No me importa si lo rompo, o me rompo; porque los dos ya estamos rotos y la única persona que nos podía reparar ya no va a estar ahí.

Y tal vez para muchas personas él solo era una persona más, que hace tonterías en internet y que gasta su tiempo en eso, pero para mí, para mí él era más que eso; él era mi mundo y mi luna en un mundo de estrellas; y aunque muchas personas crean que esto es ridículo quiero que sepan que no es locura ni pasión lo que siente un adolescente por su ídolo, es amor, un amor tan fuerte y tan poderoso que solamente él entiende.

HYPOPHRENIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora