Wrong name | Goblin

943 73 2
                                        

Advertencia: celos.


Intentabas alcanzar un plato que estaba en lo alto de la repisa. A pesar de que te estirabas con todas tus fuerzas, no lograbas llegar a él. Kim Shin, que te observaba desde la puerta, no pudo evitar reírse al verte luchar por conseguirlo.

—¡Eres una duendecilla! —exclamó burlonamente, pero rápidamente su sonrisa se desvaneció. Recordó, de alguna manera, que él mismo había sido un duende en el pasado. Miró hacia el techo, como si estuviera regañándose a sí mismo por haber abierto la boca de más.

En ese momento, un ruido fuerte te hizo perder el equilibrio. Te caíste al suelo, lo que solo provocó una risa más fuerte de Kim Shin. Molesta y con un tono de frustración, le hablaste.

—¡Oye, Tae Hee! ¡Deja de burlarte y ayúdame a bajar el plato! —gritaste, sin darte cuenta del error que acababas de cometer. No te percataste de que la expresión de Kim Shin había cambiado por completo; su rostro ahora mostraba una seriedad inusitada.

Te levantaste rápidamente, sacudiendo la ropa del polvo, pero no fue suficiente para evitar otra caída, esta vez de cara al suelo. Kim Shin te había empujado sin previo aviso. Antes de que pudieras reclamarle, un fuerte portazo te hizo saltar. Al mirar, te diste cuenta de que ya se había retirado a su habitación, dejando el plato sobre la mesa.

Fue entonces cuando, te diste cuenta de lo que había sucedido. A pesar del dolor en tu labio, donde sentías la sangre comenzando a brotar, corriste hacia las escaleras y subiste apresurada a su habitación. Ni siquiera tocaste la puerta antes de entrar, temerosa de lo que encontrarías.

Al abrirla, la escena que se presentó ante ti fue algo que jamás habías imaginado: Kim Shin estaba destrozando todo lo que tenía a su alrededor, como si no pudiera controlar la furia que le invadía. El sonido de los truenos retumbaba en el aire, mientras que el viento y la lluvia golpeaban con fuerza las ventanas. Los murmullos molestos de Kim Shin se mezclaban con los truenos, creando una atmósfera aún más tensa y aterradora.

El caos que reinaba en su habitación te hizo temblar, y por un instante, te quedaste paralizada, sin saber qué hacer.

Al verte, se detuvo de inmediato. Su rostro estaba marcado por la furia, sus ojos brillaban con una mezcla de ira contenida y vergüenza.

Te acercaste sin dudarlo, tu corazón latiendo rápidamente. Tomaste una respiración profunda y, sin decir palabra alguna, caminaste hacia él. Sus ojos se encontraron con los tuyos, pero no dejaba de mirar al suelo, como si estuviera luchando consigo mismo.

Con manos temblorosas, tomaste su rostro con suavidad, obligándolo a mirarte directamente. Kim, sorprendido, no se movió. Su respiración era pesada y su mirada, aunque llena de rabia, también mostraba un rastro de vulnerabilidad.

—Kim, perdón… —susurraste, pero no esperaste más. Acercaste tus labios a los suyos y lo besaste con dulzura.

Al principio, él se quedó rígido, como si no supiera cómo reaccionar. Pero después de unos segundos, su cuerpo cedió, y el beso se volvió más intenso, lleno de una necesidad silenciosa, de un anhelo por calmar esa tormenta interna.

𝙊𝙎 𝙜𝙤𝙣𝙜-𝙮𝙤𝙤Onde histórias criam vida. Descubra agora