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D O N ' T L I E
Franco y Amelia se conocieron cuando tenían apenas 15 años, en un contexto que ninguno de los dos olvidaría jamás. Él había llegado a Europa hacia meses, persiguiendo el sueño de convertirse en piloto profesional. Solo, sin su familia cerca y en un entorno completamente desconocido, enfrentando los desafíos de una vida que demandaba madurez antes de tiempo. Fue en ese momento, en medio de una vida de entrenamientos, competencias y soledad, que Amelia apareció como un rayo de luz.
Desde el instante en que cruzaron caminos, ella se convirtió en su refugio, en su familia en un continente donde él no tenía a nadie. Amelia, con su calidez y espíritu protector, lo integró no solo a su vida, sino también a su propia familia. Sus padres lo trataron como un hijo más, y sus hermanos lo adoptaron como un hermano menor, formando un vínculo que trascendió cualquier diferencia cultural o de idioma.
Apenas tuvieron 16 años, dos años después de conocerse, dieron un paso que parecía inevitable: se mudaron juntos a Mónaco. Él para tener una familia que no tenía en el continente y ella para escapar de la suya.
Pero Franco siempre había llevado el peso de una lucha interna que lo consumía en silencio: la sensación de no ser suficiente para Amelia. Desde que la conoció, ella fue la encargada de pagar cada viaje, cada cena, el departamento y todo lo que conllevaba la vida juntos. Siendo de familia de dinero no le importaba hacerlo, y él, sobreviviendo desde pequeño con lo justo que le mandaban sus padres, no podía permitirse nada de la vida que llevaba Amelia. No podía evitar sentir que estaba fuera de lugar en su vida cada vez que notaba como ella pasaba cientas de veces la tarjeta y hacía todo sin mirar el precio.
A pesar del amor profundo que sentía por ella, Franco constantemente se sentía mal porque ella le haya dado hasta una extensión de la tarjeta, que su billetera esté llena gracias a ella y que todo lo que tenga, sea por ella. Mientras Amelia se movía con seguridad, Franco no podía evitar sentirse como una sombra, un accesorio en su vida, en lugar de un pilar. Por más que intentara ignorarlo, esa sensación de insuficiencia lo seguía a todas partes, alimentada por los comentarios de otros, por las diferencias evidentes entre sus realidades, y por la propia duda que habitaba en su mente.
Y sin embargo, la amaba. La amaba con la intensidad de alguien que sabe que podría perderlo todo en cualquier momento. La amaba incluso cuando se sentía indigno de su compañía, incluso cuando creía que ella merecía algo más, algo mejor. Pero ese amor no siempre era suficiente para apagar sus inseguridades, y esas inseguridades, a su vez, lo alejaban de ella.
Eran jóvenes, llenos de esperanzas y desafíos, pero con una certeza: juntos podían enfrentarlo todo. O al menos, eso creían.