Capítulo 1

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Vivíamos en tiempos difíciles.

Una maldición había caído en el reino de Aranger, una maldición que se llevaba consigo a miles de personas, animales y cosechas. ¿Era el fin de nuestros tiempos? La gente hablaba y se inquietaba a su vez ¿brujería? ¿A caso formaba parte de un hechizo mortal con algún fin?

Desde niña mi abuela me había advertido sobre los riesgos de la magia negra, muy pocos la practicaban, y los que lo hacían, no llegaban a ancianos, ya que traía con ellos su desgracia. La magia siempre había estado prohibida desde que tenía uso de razón, cualquier persona que osara utilizarla era sacrificada por el escuadrón del Rey.

En el antiguo Aranger, antes de la gran guerra, la magia se usaba con fines curativos, pero desde que el hijo menor del Rey había muerto a causa de un hechicero, la magia se prohibió rotundamente. El Rey cayó en una depresión que le atormentó durante varios años, enviando a su escuadrón a matar a cualquier persona que pudiese estar relacionada con la magia; brujas, hechiceros eran sacrificados delante de todo el pueblo, como una especie de ritual en el que la gente abucheaba, aplaudía y deshonraba a la persona. La magia era la culpable de cualquier desgracia que caía sobre nuestro país y cualquiera que osase usarla, estaba muerto.

Mi familia y yo tuvimos que huir de Aranger a Menfis, un asentamiento cercano a las afueras. Mi abuela era bruja. Mi madre era bruja. Y yo, por consiguiente, era una aprendiz. Todos mis antepasados habían ejercido brujería desde fines inmemoriales, mi abuela me había enseñado a curar a los enfermos, a hacer crecer las plantas, a cicatrizar heridas que me hacía cuando era niña, incluso, a entrar en la mente de las personas. Pero esta última era mucho más complicada que las demás, ya que para hacerlo debía tener un vínculo especial con ellas.

Había crecido durante toda mi vida intentando ocultarle a todo el mundo lo que podía hacer, lo que podía lograr. Muy pocos sabían de la existencia de estos poderes y los que lo sabían, habían muerto. Era frustrante tener que mentirle a la gente que querías, como a tus amigos. No poder contarle lo que podías hacer por miedo a que te delatasen, a que alguien abriese la boca y lo contase, o a que te mirasen como si fueses un bicho repugnante y raro.

Pero hoy en día, cuando llevarte algo de comida a la boca era un reto constante, la idea de que alguien había maldecido a todo el reino, no me resultaba tan descabellada.

Mi abuela estaba enferma, hacía un par de semanas que apenas hablaba, el hambre nos estaba afectando a todos. Los asentamientos fuera del reino estaban abandonados, aquí apenas llegaba la comida que tenían en la ciudad exportada de otros lugares cercanos. Las cosechas estaban muertas, todo lo que se plantaba, por alguna razón, no daba sus frutos. Estábamos destinados a morir.

– Eloise, falta poco para tu mayoría de edad. - Dijo mi madre recordándome que en menos de 3 días cumpliría mis ansiados 18 años. –Es un día especial, ya sabes la tradición, harán una hoguera en el campo para anunciar la llegada de la madurez, y –Hizo una pausa dramática. –es un momento idóneo para que los demás hombres vean en la bonita mujer en la que te has convertido.

Todas las chicas de mi edad se vestían bonito, arreglaban sus cabellos y paseaban alrededor de la hoguera para dar la bienvenida a la madurez, y con ella, la unión en matrimonio con algún audaz caballero. Era un día muy especial e importante para que el mundo te observase, para que te analizase como si fueses una muñeca de trapo y para que te pusiesen la etiqueta de "válida" para formar un enlace conyugal.

Para nada entraba en mis planes desposarme con ningún caballero, esto suponía abandonar a la familia, ahora, cuando más me necesitaba.

– Mamá, estoy ansiosa por cumplir los 18, pero no estoy preparada para ofrecerle mi mano a nadie. Yo simplemente...

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⏰ Last updated: Jan 20 ⏰

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Las sombras de ArengerWhere stories live. Discover now