—Mande — contestó. Detestaba que a veces fuera tan educada porque yo era todo lo contrario hacia ella.

—Creo que en realidad necesitas un despertador eficaz — pronuncié entre cerrando los ojos, por su cara supe que no había entendido así que decidí ser directo — Te has puesto la blusa al revés.

Al instante que terminé por completo mí frase, su cara se tornó en un color rojizo, sus ojos se dilataron y supe que ésto había sido como una limpia bofetada de vergüenza. Mordí mis labios para no soltar una carcajada, con el simple hecho de habérselo saber era suficiente para agregarle una risa y hacer de esto aún más vergonzoso.

—Demonios... — ella maldijo por lo bajo y agachó la mirada.

—Y creo que ésto es pasta — apunté la pequeña mancha blanca que resaltaba en la tela negra.

Si pudiera leer su pensamiento sabría que estaría pidiéndole a cualquier santo que la desapareciera del mundo en este instante, pero ambos sabíamos que eso no pasaría. Esta chica era nada femenina y delicada que me hacía sentir que era un chico más.

—Necesito... ir al baño — avisó, sin embargo, no se movió.

—¿Segura? — cuestioné — ¿Con quien te toca en este momento? — formulé mi pregunta para que pudiera responder sin trabas.

—Con Hoffman — respondió en una mueca.

—¿Fue el que te mando la otra vez un reporte? — inquirí.

Me memoria era un poco buena, podía recordar perfectamente cuando se quejó de ello y yo llamé idiota al profesor, pero ella fue tan lenta que me cuestionó y terminé insultándola de igual manera.

—Sí — bufó pasando sus brazos para tomar con sus manos cada hombro haciendo semejanza a una equis con ellos.

Una idea se cruzó por mi mente y no entendía por qué diablos lo haría.

—Ve al baño, en menos de dos minutos necesito que estés en frente del salón — ordené. Antes que ella pudiera decir algo, hablé de nuevo —. Hoffman... ¿es el que tiene una calva, pero un bigote enorme?

Ella soltó una risa y pronunció un sí. Asentí y comencé a caminar hacia el salón que estaba seguro era de aquel hombre que solía ser el presidente de la feria del libro en el instituto. Una vez estuve en frente de la puerta donde él estaba dando clases di unos toques para nada delicados, a los segundos un hombre con calva y anteojos salió revelando su claro ceño fruncido.

—¿Ocurre algo? — su voz rasposa pronunció y pude sentir el olor a café al instante. Odiaba el olor a granos de café.

—Sí... — asentí frunciendo los labios. Al ver como su ceño fruncido se marcaba aclaré mi garganta para poder seguir — ¿Es el profesor Hoffman? La directora me ha mandado a decirle que lo quiere en este instante en la dirección con la lista del grupo C.

—Pero estoy dando clases — excusó. Me encogí de hombros y cambié mi mueca a un rostro neutro.

—Solo estoy cumpliendo — mofé y me di la media vuelta.

Caminé unos dos metros y doblé en una esquina para detenerme en un peldaño de las escaleras y poder ver hacia el salón. Fueron unos diez segundos cuando el hombre salió para ir hacia la dirección.

Estaba golpeando con mi dedo índice uno de mis dientes del frente un poco desesperado de que Weigel no apareciera cuando vi que del otro lado del pasillo caminaba a paso rápido, fui hasta ella y la tomé del brazo haciéndola girar.

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