~2~ Perdiendo el tiempo

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Perdiendo el tiempo

Dio vuelta la página, la dobló, volvió a desdoblarla, le pasó el cúter exacto para darle forma al cuadró de diálogo, y al no sentirse satisfecho la hizo un bollito y la lanzó al cesto de basura. A ese paso jamás iba a finalizar el cómic.

Desde hacía varios meses había conseguido un puesto de editor gráfico en una editorial de cómics de Buenos Aires. Creyó que sería su sueño hecho realidad, pues desde pequeño era fanático de los libros gráficos de Batman y varios héroes de Marvel. Sin embargo, las densas horas de trabajo, la constante presión del jefe editor y la inconformidad de los clientes siempre le quitaban el buen humor. Al fin y al cabo, era un trabajo, y algo malo debería tener.

Por el momento no finalizaba su carrera como Diseñador Gráfico, le quedaban por dar sus últimas cuatro materias. Se había costeado la mayoría de los utensilios trabajando en un bar en Caseros. No quería pedirle una mesada a su padre, a pesar de que éste era abogado y sin ningún problema podría ayudarlo económicamente.

Le echó una mirada al reloj de pared. Las tres de la tarde. Soltó un largo suspiro y se recostó sobre la mesa. Su compañera de trabajo, una chica de gafas y una cola de caballo que todos apodaban "Peque" por su baja estatura, ingresó a la sala tras haber terminado su almuerzo.

— ¿No pensás comer nada?

Tahiel hizo una mueca.

—No tengo hambre.

Desde que Matías lo había abandonado su estómago se había convertido en un bollo de alambre. Se le cerraba el apetito con facilidad. No había estado tan depresivo desde la muerte de su madre. Y esa era la única forma que Tahiel tenía de demostrar su estado; con falta de apetito, o ataques de fiebre imprevisibles. Siempre había sido un muchacho muy reservado, y por su rostro era difícil descifrar su estado de ánimo. La única que sabía comprender sus señales era Olivia.

—Después no te comas el flan que dejé en la heladera, es mío—bromeó ella antes de sentarse frente a su escritorio. Revisó algunos papeles y tras varios minutos, añadió con voz neutral—. Tu amigo estaba en la entrada, le dije que pasara en un rato.

Tahiel alzó una ceja. Antes de que pudiera preguntar, una figura audaz cruzó el recinto, y se lanzó sobre su silla reclinable con todo su peso.

— ¡Olivia!

—Por favor, por favor, por favor te lo pido... Necesito que hables con Camila—comenzó a tironearle los cabellos de la nuca, algo que Tahiel detestaba—. Dale, no me atiende los llamados.

—Estoy trabajando, no podés venir así como si nada...

La muchacha le arrebató el celular de su chaqueta, y tecleó el número que buscaba. Al dar el tono de espera se lo pasó haciendo gestos exagerados.

—Está por atender. Decile que venga para acá, dale... ¡Tahiel!

Le arrebató el móvil y esperó a que atendieran. La voz gruesa de su antigua compañera de trabajo del bar, con la cual Olivia vivía cortando y regresando nuevamente a la relación, le dijo en tono tosco:

— ¿Qué pasa?

—Olivia quiere que la llames.

Cortó la comunicación ante la mirada azorada de su amiga. Se cubrió la nuca muy a sabiendas de que iba a golpearlo.

— ¡No le tenías que decir eso, ahora parezco desesperada!

—Vos hiciste lo mismo ayer... Auch, ¡Olivia!

I kiss you, BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora