Don't tell nonna - yeongyu

XI

- ¿Tienes hambre? -Cuestionó Yeonjun, jugando aún con el cabello del menor-. Mi abuela ya está cocinando.

-Bajemos a ayudarla -dijo él, levantándose de inmediato, dispuesto a abrir la puertilla-. Preparemos al menos el arroz, o cortemos las verduras o la carn-

- ¿Irás así?

La mueca burlona de Yeonjun no tenía mucho sentido para Beomgyu hasta que se miró y se dio cuenta de que aún estaba desnudo. Cerró los ojos y respiró profundamente antes de soltar una muy sonora carcajada que inundó toda la pequeña habitación del mayor, y pronto Yeonjun se unió a él. Rió tan fuerte que comenzó a dolerle el estómago, y eso fue lo que lo hizo parar. Eso y la falta de aire. Mientras que Yeonjun todavía reía por lo bajo él buscó su ropa, encontrándola doblada a los pies de la cama, lo cual lo sorprendió un poco (y le costó mucho no sentirse un poquitito enamorado de Yeonjun al comprobar que el chico se había tomado la molestia de buscar su ropa y doblársela, le parecía un gesto muy lindo aunque fuese algo tonto). Estaba terminando de colocarse el pantalón cuando Yeonjun dejó de reír y comenzó a hablar.

-Oye, Beomgyu -lo llamó el pelinegro-. Tu risa es linda.

Beomgyu se quedó de piedra, paralizado en el lugar. Repentinamente las manos dejaron de responderle a su cerebro y ya no pudo terminar ni de subirse el cierre del jean, demasiado sorprendido >por las palabras del mayor como para pensar en algo más. Levantó la vista para mirarlo, encontrándolo aún sentado sobre el escritorio, con la misma expresión aburrida de siempre nuevamente, todavía usando nada más el bóxer negro, con la piel pálida del pecho cubierta por las marcas que Beomgyu mismo había hecho antes de irse a dormir... sí, todo seguía exactamente igual que segundos atrás, antes de que Yeonjun hiciera aquella simple confesión. Pero eso no era cierto, había algo diferente. Y no era nada más el corazón de Beomgyu latiendo demasiado rápido, tampoco era el rubor que cubrió sus mejillas, ni las palabras que se le atoraban en la garganta y no se atrevían a salir. No era nada de eso. Era la mirada de Yeonjun, era algo que los ojos negros del pelinegro trataban de transmitirle pero Beomgyu no podía terminar de descifrar, simplemente sabía que se sentía increíblemente cálido por dentro viéndolo y luego de haber oído a Yeonjun decirle algo tan sencillamente dulce como que le gustaba su risa.

¿Qué le estaba haciendo ese chico?

-Bueno, ¿te vas a vestir o no? -cuestionó Yeonjun, evidentemente aburrido ya-. Si te tardas tanto no vas a poder ayudar a mi abuela ni a poner la mesa, idiota.

- ¿Eh? ¡Ah, s-sí! -logró decir, saliendo del trance en el que se había metido-. Sí, sí, tienes razón. Perdón.

Yeonjun chasqueó la lengua como respuesta a la vez que Beomgyu terminaba de abrocharse el pantalón, demasiado aturdido como para decir algo más, por lo que se quedaron en silencio. Y mientras el castaño se colocaba la camiseta sin mangas, Yeonjun volvió a ponerse el pantalón de chándal y tomó la primera camiseta limpia que encontró para ponérsela y ocultar los chupetones del torso. Una vez que los dos estuvieron vestidos no tardaron en bajar del altillo, todavía sin pronunciar palabra, y ya desde la sala se sentía el aroma delicioso a comida casera proveniente de la cocina. Beomgyu, que se sentía hambriento, aspiró profundamente y logró distinguir carne, huevo y espinacas, y nada más el olor lo hizo sonreír mientras pronunciaba un sonoro "mmm", anticipando la comida tan deliciosa que comería en tan sólo minutos. Ya había comprobado que la abuela Choi cocinaba muy bien la última vez, y eso que no habían comido tanto. Siguió a Yeonjun hacia la cocina una vez que el este se encaminó hacia allá, y al entrar se encontró con la anciana sirviendo el kimchi en un pequeño platito.

- ¿Necesitas ayuda, abuela? -Preguntó Yeonjun ni bien entró-. Beomgyu quiere sentirse útil de nuevo.

-Yah, hyung -bufó por lo bajo él, abultando los labios hacia el mayor-. Sólo no quiero que ella se esfuerce demasiado.