Mientras que Yeonjun seguía con las estocadas por él, Beomgyu liberó uno de los muslos ajenos para tomarse la propia erección que tenía olvidada y comenzó a masturbarse rápidamente. Los gemidos no tardaron en aparecer, aunque los podía ahogar en el miembro de Yeonjun. Aun así, la habitación era un desastre de gemidos y ruidos húmedos, pero poco importaba. Yeonjun le embestía cada vez con más fuerza y eso sólo podía significar una cosa, que estaba por terminar. Con tres fuertes estocadas más, finalmente soltó su cabello y llegó a la cima, corriéndose dentro de su boca a la vez que dejaba escapar un gemido demasiado agudo para su usualmente grave voz, pero fue el impulso necesario para que Beomgyu también se corriera después de presionarse la punta del pene con el pulgar. Ahí estaba, manchando el piso del cuarto del mayor con su propio semen, mientras que se tragaba el del dueño de casa hasta la última gota. Inmediatamente después soltó el pene de Yeonjun, llevándose la mano limpia a la boca para eliminar los restos de saliva y, por qué no, semen que tuviera en la comisura de los labios. El mayor, a su vez, tomó la remera que estaba usando antes y se limpió con esta, para luego arrojarla en cualquier parte de la habitación y caminar hasta la cama, donde se dejó caer exhausto.

— ¿Puedo limpiar el suelo con tu remera, hyung? —preguntó Beomgyu, aún arrodillado—. Me corrí y quedó hecho un desastre...

—Como gustes —contestó el mayor con la voz ahogada—. Ya lo limpiaré yo... algún día.

—Eso es asqueroso...

Ignorando la dejadez de Yeonjun, Beomgyu tomó la remera y la usó como trapo para dejar el piso limpio. No era como si Beomgyu fuera un fanático de la limpieza, pero... sí lo era. Hasta que no eliminó por completo la mancha que había dejado, no se detuvo. Para cuando terminó y levantó la vista se encontró con que Yeonjun lo miraba desde la cama, pero no era la mirada de lujuria de antes, sino que una curiosa. Y eso lo inquietó más, porque aunque el chico tuviera el mismo rostro inexpresivo de siempre, con esa mueca de eterno aburrimiento, en sus ojos reflejaba demasiadas cosas. Recién en ese momento Beomgyu se dio cuenta de lo fácil que le resultaba leer las emociones de Yeonjun nada más con mirarlo a los ojos, y la idea le gustó tanto como lo sorprendió.

— ¿Ahora qué? —le preguntó, levantándose para ir hasta la cama—. ¿Por qué me miras así?

—Pensaba en lo divertido que sería follarte así, en cuatro —respondió Yeonjun, llevando la vista al techo—. Pero en mi cama, en el suelo te lastimarías las rodillas.

—Eso es... ¿qué? —balbuceó, riéndose.

—Olvídalo —farfulló el mayor, poniendo los ojos en blanco—. Cuando lo hagamos más tarde no te reirás.

Beomgyu puso los ojos en blanco también, aunque con una sonrisa en los labios. Y se rió también, porque Yeonjun parecía un niño pequeño haciendo un capricho y era gracioso, aunque lo que estaba diciendo no era algo que un niño pequeño diría. Y porque era cierto, Beomgyu estaba seguro de que lo decía totalmente en serio. Aun así, se rió antes de sentarse al borde de la cama y empujar al chico hasta que le hizo un lugar y pudo acostarse junto a él. Una vez que encontró una posición cómoda y se acomodó, se permitió girarse para quedar de lado. Miró a Yeonjun fijamente, aunque el mayor esta vez no le devolvió la mirada porque estaba con los ojos cerrados. Realmente es hermoso, pensó viéndolo. Yeonjun tenía las facciones bien definidas dentro de los rasgos pequeños, cada cosa se encontraba en un equilibrio perfecto entre lo delicado y lo varonil, y Beomgyu no podía hacer más que pensar eso, que aquel chico de piel que parecía porcelana blanca era, sencillamente, hermoso. La respiración del pelinegro era cada vez más lenta, probablemente estaría muerto de sueño, o eso supuso Beomgyu al recordar el estado en el que lo encontró cuando llegó, y al ver cómo luchaba por abrir los ojos para volverlos a cerrar a los pocos segundos. Al pensar que apenas habría pasado media hora de su llegada, y notando lo cansado que lucía Yeonjun (y él mismo, porque lo estaba), consideró que tal vez dormir un poco no estaría nada mal.

—Oye, hyung —llamó—, ¿estás despierto?

—Msé —balbuceó Yeonjun—. ¿Qué quieres?

— ¿Te molestaría si duermo un poco? —cuestionó, sonriendo abiertamente porque el mayor no lo veía—. Es que... estoy un poco cansado.

—Eres un flojo —se quejó el mayor en un murmullo apenas entendible—. Haz... lo que quieras...

— ¿Por qué no duermes conmigo? —Sugirió, picándole una mejilla, a lo que el chico frunció el ceño y apartó apenas un milímetro el rostro—. Te levantaste muy temprano hoy.

—Mh, eh, bueno —fue la respuesta que obtuvo—. Si me lo pides así... lo hago... uhm... porque me lo estás pidiendo... y eres mi dongsaeng favorito...

— ¿Lo soy? —Preguntó, ensanchando la sonrisa—. ¿De verdad?

—Ajá —confirmó Yeonjun asintiendo débilmente con la cabeza—. Eres... uhm... ¿tierno? No lo sé, duérmete.

Beomgyu tuvo que aguantarse la risa. Sentía que estaba aprovechándose de Yeonjun porque estaba en ese momento de duermevela en el que no lograba distinguir si estaba despierto o dormido y hablaba sin pensar seriamente, probablemente ni siquiera era consciente de lo que estaba diciendo. Por eso decidió que lo dejaría en paz por el momento y sólo se acomodó a su lado, tomando una sábana del suelo para taparlos a ambos, con una enorme sonrisa en el rostro. Se atrevió a rodear la cintura de Yeonjun con un brazo, apoyando la cabeza en el pecho del mayor, y se sintió complacido en cuanto el pelinegro correspondió a su abrazo rodeándolo con ambos brazos en lugar de quitarlo. Yeonjun se durmió inmediatamente después, pero Beomgyu permaneció despierto un largo rato, sonriendo mientras sentía el pecho del mayor subir y bajar a causa de la respiración irregular, y aspirando su aroma a talco y a colonia, hasta que finalmente también se durmió.

 Yeonjun se durmió inmediatamente después, pero Beomgyu permaneció despierto un largo rato, sonriendo mientras sentía el pecho del mayor subir y bajar a causa de la respiración irregular, y aspirando su aroma a talco y a colonia, hasta que finalme...

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Don't tell nonna - yeongyuWhere stories live. Discover now