—Vayamos a mi habitación —sugirió Yeonjun separándose nada más para hablar, sus labios aun tocándose—. Me encantan tus gemidos, pero si sigues haciendo ruido despertarás a mi abuela...

Beomgyu asintió con la cabeza como única respuesta, demasiado ocupado anticipando lo que estaba por suceder como para preocuparse por lo vergonzoso que era lo que acababa de decir Yeonjun (y cursi, también). Se besaron durante unos segundos más antes de que el mayor caminara hasta el medio de la sala y tirara de la cadena que revelaba las escaleras al desván, y Beomgyu no necesitó una invitación para seguirlo y subir por estas hasta la pequeña habitación del pelinegro. Era increíble pero con unos cuantos besos ya se había puesto duro, en ese instante necesitaba a Yeonjun desesperadamente. Una vez que estuvieron los dos en la habitación, Beomgyu se encargó de cerrar y trabar la puertilla del suelo en lo que el mayor iba hacia la computadora sobre el escritorio y ponía música, por supuesto, hip hop. Una canción de Jay Park comenzó a sonar, la letra profetizaba tu trasero irá arriba y tu rostro irá abajo, y la habitación se llenó con esas simples palabras que iban a la perfección con la situación.

Yeonjun se volteó para mirar a Beomgyu y él no dudó en encaminarse hacia donde estaba el mayor, dispuesto a retomar lo que habían dejado segundos atrás. El castaño iba acercándose al escritorio a paso lento pero Yeonjun, impaciente, estiró un brazo y se aferró a su camiseta, jalándolo hacia él para acortar la distancia que todavía los separaba, y entonces tomó sus labios nuevamente con los dientes, mordiendo con tanta fuerza que lo hizo gemir de dolor. Beomgyu llevó las manos a la espalda del mayor, colándolas bajo la remera enorme, y recorrió así cada centímetro de piel, maravillándose una vez más por lo tersa que era. Le encantaba acariciar a Yeonjun, la piel del chico siempre se sentía suave y cálida bajo sus manos, y algo tan ordinario como aquello bastaba para encenderlo. ¿A quién trataba de engañar? Yeonjun podría estar nada más respirando y sería más que suficiente para que Beomgyu se excitara, tal era el efecto que tenía el chico pálido sobre su cuerpo. Y en ese momento Yeonjun estaba besándolo con tanta hambre que Beomgyu ya estaba dispuesto a ponerse a rogar.

Repentinamente Yeonjun se separó para subirse sobre el escritorio, sentándose en este, y atrajo a Beomgyu de la misma manera que antes, aferrándose a su ropa. Una vez que lo tuvo nuevamente en frente rodeó su cintura con las piernas impidiéndole escapar (aunque lo último que quería Beomgyu en ese momento era alejarse de Yeonjun), y con aquellas manos grandes y hábiles que tanto le gustaban al menor se deshizo tanto de la camiseta del castaño como de la remera que él mismo estaba usando. No esperó ni un segundo para bajar un poco más hasta terminar en el cierre del pantalón de Beomgyu, y pronto este caía a sus piernas junto con el bóxer blanco, quedando el castaño completamente desnudo. Atrás había quedado la vergüenza, de todos modos; ya no se sentía tímido frente a Yeonjun, no cuando el pelinegro lo miraba con tanto deseo como en ese momento. Se sentía caliente, como si verdaderamente fuera la persona más follable del mundo, y realmente lo parecía si Yeonjun se mordía y relamía los labios viéndolo.

Pero no, Beomgyu no era la persona más follable del mundo. Yeonjun lo era. Por eso, por primera vez, Beomgyu tomó la iniciativa y llevó los labios al cuello níveo del mayor, comenzando rápidamente a besarle la piel. No tardó en descubrir que era una zona sensible para Yeonjun pues apenas su lengua le rozó la nuez, un gemido ronco escapó de los labios del chico. Por supuesto que sacaría provecho de aquello, por lo que recorrió cada centímetro del cuello y la mandíbula del mayor con la lengua, succionando de a ratos y dejando marcas visibles en el camino nada más para deleitarse con los gemidos que le provocaba. Por un momento comprendió por qué Yeonjun disfrutaba tanto de complacerlo y hacerlo gemir: el tener el control era alucinante, y saber que era capaz de causarle tanto placer al mayor era lo mejor. Ni hablar de que los quejidos que salían de los labios del contrario sólo lograban endurecerlo más, si es que eso era posible.

Don't tell nonna - yeongyuWhere stories live. Discover now