when we drive in your car, i'm your baby.

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Claro, no era tan joven igual. Ella también debería estar preocupada sobre esas cosas pero aún así, no sentía poder cargar con la madurez de lo que era una vida así. Un casamiento, un hijo, una vida fuera de lo que conocía. Aún si esa era la forma que tenía para huir de esa monotonía.

"Quiero largarme de aquí."

Las palabras salieron sin más. Parecía que su monólogo personal e interno había sido delatado por sus labios pero es que esa la verdad, quería irse. Quería estar en casa, quería vivir cómo una veinteañera normal, sin tener que sobrepensar acerca de cosas que ni siquiera lograba comprender del todo. Resultaba confuso y contradictorio, que quisiera alejarse de todo ello pero aún así era adicta a lo que estaba acostumbrada.

"¿Mm?"

Art frunció el ceño, un poco desconcertado.

No tardó en repetirlo, ahora más segura. "Quiero largarme de aquí."

Le bastó ello para que él suspirara.

Sabía que no debía sugerirlo, que era algo estúpido hacerlo porque al final del día, la reputación de ambos se vería afectada si decidía actuar. No quería acabar en una revista de chismes o en una tendencia en internet, cómo el jugador de tenis retirado y divorciado estaba merodeando con una mujer que le llevaba diez años, o peor: que ella terminará siendo víctima de ello tras ser expuesta. Su cabeza revoloteaba con los posibles encabezados, el cómo se escucharía la voz de Tashi tras el teléfono diciéndole que era un imbécil por irse a meter entre un par de piernas jóvenes porque eso terminaría por hundirlo, ya podía imaginarse a su equipo de relaciones públicas reviviendo para intentar dejarlo bien parado aún si eso implicaba culpar a otra persona por ello. Era un mar de pensamientos que hacían que su cabeza funcionase a mil por hora pero algo dentro le decía que no estaba tan mal correr el riesgo, nada podría salir mal si quería huir un rato en su auto.
Art tenía la costumbre de adelantarse a los hechos pero las palabras de Patrick retumbaron en su cabeza también, necesitaba vivir sin pensar de vez en cuándo, sin que la ansiedad que se inducía día con día interfiriera en sus acciones. Quería ser impulsivo, dejarse tropezar un poco porque ahora, no tendría una voz detrás de su nuca diciéndole que no podía errar, que debía ganar y ganar.

A la mierda, ahora no se trataba de ganar.

"Ven conmigo."























Vivir sin pensar.
Podía resonar en su cabeza, hacer tantas historias y escenarios imaginarios que podían tener la oración en grande escrita con tinta negra para resaltarla.

Verlo cómo un mantra sería fallar entorpecidamente, hundirse en una idea lejana de lo que realmente era porque aunque a veces, se repetía esa frase al momento de querer actuar, fallaba. Vivía con ansiedad, con una necesidad poco tierna de querer moldear las cosas a futuro, de querer predecir cómo las cosas iban a ser y cómo podían resultar si no seguían el camino natural que él había creado para ellas. Así funcionaba el mundo en su cabeza — emociones detalladas, calculadas y organizadas. Quería culpar a la niñez que le tocó, al padre controlador y al mundo del tenis que le forzó a sobrepensar en estrategias, a dar a torcer su brazo para volverse un esclavo de un sin fin de pensamientos que no le harían más que daño. Pasó cuando se lesionó el hombro; recuerda el haber llorado de manera desconsolada mientras el agua artificial de la regadera ahogaba sus pequeños sollozos, esos pedidos silenciosos de ayuda mientras Tashi dormía de manera placentera en la cama que compartía porque aún cuándo tuviese las agallas, no podía pedir ayuda de una manera que no le quebrase. Pensar en la cantidad de veces en las que mordía su labio para cesar el dolor, la angustia era simplemente darle leña al fuego que poco a poco buscaba apagarse por fin. Recuerda que tuvo el impulso de llamarle a Patrick, de confesarle que esta vida ya no era para él, que todo el tiempo estaba demasiado cansado como para procesarlo todo. Tuvo el pensamiento de acurrucarse en la cama de Lilly, de decirle a su hija que podía arrepentirse del camino que había tomado pero jamás de que ella estuviera en su vida, haciendo del martirio más tolerable. Amaba a su esposa, amaba a su familia pero no podía evitar que el tenis lo hacía sentir como un cachorro con un collar de púas, incapaz de escapar, incapaz de vivir por su cuenta sin ser castigado por ello. Y después de la cirugía, de regresar a la cancha con un dolor punzante en el hombro que le hacía querer renunciar, Art seguía pensando lo mismo, que esto se había convertido en una especie de infierno personal. Ahora, parecía que el simple pensamiento lleno de autocompadecimiento ante la vida monótona después de un divorcio y de dejar ir lo que le hacía fruncir de más el ceño, se había desvanecido con la frialdad del aire que entraba por las ventanas del auto.

DIET PEPSI͏ ͏ ͏ ͏ ─ ͏ ͏ ͏ ͏ART DONALDSON.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora