-Dudo qué se agarren a piñas Comentó Tomás con desinterés
De repente, el salón se envolvió en silencio por un momento y sólo se escuchó un fuerte golpe al final de la fila, todos los estudiantes voltearon a ver de donde provenía y el causante de ese sonido fue Juan.
Juan había golpeado a Iván.
El mundo pareció detenerse para el pelinegro al chocar fuertemente contra una mesa y después caer bruscamente de cara contra el piso cerámico del salón. Perdió el aliento, recibió un golpe de lleno de parte de Juan en su cara.
Tomás se levantó y de un movimiento empujo a Juan haciendo qué se golpee en la espalda con la estantería de libros qué estaba en la esquina del salón.
Los gritos inundaron el salón, los diversos golpes qué daban los estudiantes a las mesas, voces desesperadas pidiendo más violencia entre los dos chicos, gritándole groserías a Tomás quién ayudaba a Iván a pararse del suelo. El salón se volvió un caos.
Cuándo estaba intentando alzar a Iván del suelo, se dio cuenta qué el pelinegro se había desmayado, de su boca salía la sangre al igual qué de su nariz, llenando su buso. Tomás entro en pánico le pidió ayuda a Angie para qué pudieran levantar a Iván juntos.
Angie estaba estática, observando toda la escena violenta enfrente de ella, nunca pensó qué vería Iván desmayado mientras Tomás le pedía ayuda para poder llevarlo a la enfermería, jamás se imaginó estar en una situación así. Tomás gritó con toda sus fuerzas el nombre de la petiza, haciéndola reaccionar.
Entre ambos levantaron a Iván, para después montarlo encima de la espalda de Tomás, los brazos del azabache alrededor de su cuello y las piernas del mismo presionadas con fuerza a los costados de su torso.
Con prisa salieron del salón en dirección a la enfermería.
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Entre las sombras del mundo infernal, entre todo el caos, variedades de almas rogando por el descanso y la paz eterna, la cuál era negada ya qué en ese mundo era pagar un precio o continuar sufriendo eternamente, cómo una clase de juego.
Donde eliges si continuar o rendirte y la respuesta será la misma.
Estarás condenado a un eterno limbo entre la vida y la muerte, luchando por la paz eterna a tu alma profanada por tus malas acciones en vida.
Rodrigo fue la excepción, condenado injustamente a pagar por las malas acciones qué cometieron sus hermanos mientras el seguía con vida. Los demás normalmente lo hacían aparte, decían qué Rodrigo fue en vida alguien de un gran corazón, eso era la mayor repugnancia para los demás.
Aún vagando por las calles cuándo siente qué le hace falta una compañía para complementar su soledad pero sólo cuándo iba a conseguir esa compañía, era temido.
En cierto modo pudo comprender a los mortales, el no estaba vivo, su corazón no palpitaba, no sentía gusto o sabor a alguna comida, no podía sentir dolor, no sentía nada. El no estaba vivo.