Roma, 15 de mayo de 1745. (Parte 4.)

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Sonreía ligeramente y mantenía el mentón en alto, decidí segundos antes que no vería a nadie de los que estuvieran como invitados, porque me podría llevar sorpresas duras, como el perder la amistad de Harry y mirar su rostro decepcionado porque le mentí; o toparme con Yasser Malik y que él piense que soy un fiasco; o quizá que todos hayan esperado a una belleza imperial e imponente y solo vean bajando a una niñata con cara de seguridad y que sabe dominar los tacones. En fin, no sé qué esperan, pero prefiero no mirarlos hasta haber terminado mi entrada de presentación a sociedad; desde ahora, podré recibir propuestas matrimoniales y podré ser cortejada por algún ciego y desafortunado hombre que en mí se fije; entrar en sociedad es sumamente importante, porque a pesar de ser heredera única y directa, soy mujer, y de hecho necesito un marido para poder vivir tranquila con todas las civilidades de las damas de hoy en día; no sé en qué momento ya había terminado de bajar las escaleras, mi padre me tendió la mano y le sonreí al tomarla con delicadeza, por ser los dueños de la casa en la que se efectuaba la fiesta, mi padre y mi madre deberían empezar con el vals, pero es tarde cuando al vernos pasar a la sala los músicos inmediatamente empiezan a tocar, mi padre regresa a ver a mi madre y por inercia yo, tiene la mano tendida ligeramente, esperando que mi padre llegue a hacerle la petición de la primera pieza por lo que aflojo mi toque en su mano, me sorprende cuando mi padre se me acerca y se inclina en frente de mí, pidiéndome que baile con él la primera canción del vals que durará el resto de la noche, me inclino también y sonrío una vez más tomando su mano caminamos juntos hasta el centro de la pista, y empieza la música. Nos movemos perfectamente, efectuando los pasos y los giros necesarios y correctos; mientras bailamos puedo escuchar los susurros de las personas que presencian el acto, y es comprensible, esto no es para nada normal.

—Padre, todo el mundo susurra. — dije levemente de modo que sólo él pudiera escucharme.

—Acostúmbrate, mi pequeña; eres una Mignori, la más bella Mignori, las personas siempre que te vean, susurrarán; eres especial, hija mía, y eso causa intriga, emoción y envidia en el resto. — tras esto no seguimos hablando, por cortesía.

Después de un par de minutos, diversas parejas empezaron a hacerse a la pista de baile, iniciando por mis abuelos, a los que siguieron más parejas de ancianos, los jóvenes no suelen bailar si no hasta que los adultos hayan terminado, ellos bailan el vals clásico, nosotros en cambio tendemos a bailar coreografías.

Seguí bailando con mi padre por tres canciones más, hasta que sentí un toque brusco en mi hombro.

—Largo de aquí, Anne. Debería bailar yo, dado que yo soy la señora de la casa, te guste o no lo haga, yo soy la señor la esta casa, así que largo, bailaré con mi esposo. — tras esto, no me quejé ni dije nada, le sonreí a mi padre una vez más y me moví ligeramente hasta fuera de la pista de baile.

Divisé una silla vacía a un lado de la pared y algo aislada de la fiesta, me pareció que había sido puesta ahí para mí, porque no podía estar en una locación más perfecta que esa, me acerqué lentamente hacia la silla y tomé asiento con gracia en caso de que estuviera siendo observada por alguien, porque en efecto sentía que así era. Miré disimuladamente hacia todos los lugares y en una esquina de la sala, casi al frente mío se encontraba parada una señora de mediana edad con un vestido rojo con cintas negras, tenía la mirada perdida y a la vez me miraba fijamente, sus uñas estaban descuidadas al igual que su cabello, que caía mal peinado a un lado de su cara; era como si pensara en algo, o como si estuviera ideando un plan. Tal era la impresión que me causó la señora, que como en un trance hipnótico, me levanté de mi silla y me acerqué a ella, mientras más me acercaba, más tenía la idea de que la mujer me conocía, y de que yo la conocía a ella.

Llegué a su lado e hice una reverencia en señal de saludo, ella la correspondió y se me quedó viendo. Le mantuve la mirada por un rato hasta que ella rompió el contacto diciendo una frase que no olvidaría jamás.

—Encontrarás al amor de tu vida, y también a tu alma gemela; pero jamás sabrás si será una persona o dos diferentes. —

—Disculpe, señora; ¿qué? — estaba completamente confundida, y la señora que me hablaba tenia la parte inferior de la falda de su vestido cubierta de lodo, eso era extraño.

—Sí, niña. Lo que has escuchado.

—Lamento el atrevimiento, pero ¿quién es usted?

—Silicia, Señorita Mignori, mi nombre es Silicia. Estoy destinada a la videncia; y a su videncia, usted y yo nos seguiremos viendo. Sin duda alguna, oh mire aquí viene su primer pretendiente de la noche. — dijo, acto reflejo regresé a ver y no había nadie detrás de mí, o cerca siquiera, estábamos técnicamente aisladas. Al ver mi cara de confusión agregó, —ya casi, Señorita, espere un poco. —

Tras esto, sentí un ligero toque en mi hombro derecho, me giré y me encontré con un joven uno o dos años mayor que yo que me sonreía tímidamente, lo vi y me percaté de que tras la reverencia estiró su mano hacia mí, invitándome a bailar. Giré mi cabeza y Silicia ya no estaba cerca, de hecho, Silicia ya no estaba. Le devolví la sonrisa y tomé su mano, y nos encaminamos así hacia la pista de baile, entonaron la melodía y nosotros nos aproximamos a la formación en la que se hacía la coreografía, por mi decisión nos pusimos en la última estancia, donde casi nadie podría verme bailar, ya que soy bastante descoordinada, pero entonces justo cuando me iba a parar en frente de mi pareja sentí un empujón fuerte en mi espalda baja, y mi madre era la que me lo proporcionaba, haciendo señales hacia el centro de la pista de baile, negué rotundamente con la cabeza, esperando que de ese modo se alejara de mí, pero desgraciadamente, cuando pensé que lo estaba haciendo se acercó a mi pareja, susurrándole algo en el oído, me molestó saber qué fue lo que le susurró cuando el chico me tomó gentilmente del brazo y me llevó hacia el centro de la pista de baile; mis abuelos estaban atentos a la causa, pero no hacían nada. Sonaron los primeros acordes de la melodía, y las parejas empezaron a moverse, al instante y con segundos de retraso me movía también yo, bailamos la primera pieza, girando y moviéndonos de nuestros puestos para después encontrarnos con nuestras respectivas parejas y seguir bailando, cuando terminó la canción, todos hicimos la reverencia y nos fuimos, justo cuando pasaba al lado de un grupo de muchachos, sentí un toque en mi brazo, me giré y otro chico me miraba.

—Disculpe que le moleste, Señorita Mignori, pero me gustaría saber si me concedería la siguiente pieza. — dijo con notables nervios y el léxico adecuado.

—Claro, Señor; sería un placer. — sonreí, incliné mi cabeza levemente y seguí con mi camino.

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Muchachos, nos espera una noche bastante, bastante larga. 

Gracias por leer. 

xx. 

1745. (Amor a la antigua.) PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora