un amor inesperado

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Un amor inesperado

Un amor inesperado

Lury Margud

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Un amor inesperado

Capitulo 1. La joven Lady Megan Fitzgerald, nació del segundo matrimonio del marqués de Southampton con la hija del párroco de una de sus muchas propiedades. Aunque dicho matrimonio fue del todo inapropiado, no afectaba para nada a su heredero e hijo de su primera esposa, la

distinguida y bien considerada Lady Megan Stuart, hija del duque de Northumberland. La diferencia de edad entre los esposos en este segundo matrimonio, él tenía cerca de setenta y ella apenas veinticinco, hizo que la diferencia entre los hermanos fuera más que considerable, y así cuando nació lady Megan su hermano tenía más de cuarenta años y sus dos hijos eran mayores que su hermana. Cuando el marqués y su esposa fallecieron en un accidente de carruaje al volver de pasar una temporada en Southwold, otra de las fincas del marqués, su hija aún no había cumplido los seis años. Aun cuando su hermano, el nuevo marqués parecía dispuesto a asumir sus obligaciones con ella, no lo estaba su esposa, quien consideraba un desmerito para sus propios hijos la relación de estos con la hermana de su esposo. Por este motivo, y siendo el tutor de Lady Megan, el marqués delego su cuidado y educación en la tía de la pequeña, a la que se le pagaba un salario para evitar verse en la obligación de darle cualesquier otro beneficio a costa de la familia. Un salario bastante importante, a decir verdad, más del triple de lo que ganaría cualquier institutriz al uso.

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La señorita Priscila Rening, apenas ocho años mayor que la sobrina a la que cuidaba, acepto el salario sin darle ulteriores significados, pues el matrimonio ventajoso de su hermana, le proporciono todo cuanto quería, en primer lugar le permitió abandonar su casa, un lugar severo y triste, y le proporciono su mejor amiga, su sobrina. Su padre, Lord Arthur Rening, era el diacono de St. Edmund en Southwold, y se había casado pasados los cuarenta y cinco, con su madre que era la hija de un comerciante de la zona, cuando esta apenas tenía 17. Un matrimonio tan desigual en edad y clase social pronto genero en problemas y desconfianza, llegando a dudar el propio diacono de la filiación de sus dos hijas, las que curiosamente eran un retrato absolutamente fiable de su propia familia. Pelo rubio algo rojizo y unos ojos verdes que eran el sello de los barones de Midlesex, y una nariz pequeña y recta que acabara ligeramente redondeada en la punta. La señorita Rening con solo catorce años, y a punto de cumplir los quince era una firme y decidida detractora del matrimonio por dos razones: el matrimonio de sus padres y el de su hermana. Había sido testigo directo de ambos y consideraba que las tan cacareadas ventajas de dicha institución no eran tales. Tanto su madre como su hermana se habían casado con hombres, mucho mayores que ellas, y con una categoría social muy por encima de la suya. Aunque para todos, incluidas las interesadas aquello constituía un éxito social, ella solo había visto desprecios velados hacia las dos mujeres, y un trato humillante por parte de los esposos que juraron protegerlas, adoptando ambos hombres

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respecto de sus esposas, una posición que las colocaban tan solo un palmo por encima de los criados, sin tener ni el salario ni la libertad de estos. Su cuñado era aún peor que su padre, pues ni siquiera amaba a su esposa, sino que era, según el mismo afirmaba en algunas ocasiones, una prostituta a la que tener a la mano. Sometía a su hermana a la constante humillación de compararla con su primera esposa frente a la que nunca estaba a la altura, y esta estaba tan presente en su matrimonio que hasta dio su nombre a la hija de ambos. Su hermana que había sido una mujer alegre e independiente, alguien a quien admiro durante toda su infancia se había convertido en una sombra infeliz del recuerdo de la primera marquesa de Southampton. Lady Megan olvidada por los de su clase, sólo tenía relación con su tía Priscila, con los criados de la casa de campo situada en la costa de Plymouth y ocasionalmente con sus abuelos maternos, a los que visitaban anualmente con ocasión de la navidad en Southwold. Ni una vez en aquellos años la familia de su hermano la invito a la finca de la familia situada a menos de diez kilómetros de la casa de sus abuelos. A pesar de todo, el conocimiento de las normas sociales y de comportamiento, no eran ajenos a la niña, ni el conocimiento más profundo de otras materias como la literatura, la historia, las matemáticas y otras ramas del saber que estaban dedicadas a las mentes masculinas, todo ello fomentado principalmente por su tía, que dada su falta de

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