Estaba tan ensimismada moviendo la cabeza con la música, que no oí cuando la puerta del baño se abrió. Cuando me giré, o mi tía se había transformado en un hombre, o alguien desconocido salía del baño con tan solo una toalla en la cintura.

—Pero ¿quién coño eres? —Grité asustada levantándome y poniéndome en posición de ataque, o algo parecido.

Lo inspeccioné de arriba abajo en un segundo, o bueno, puede que pasaran dos o tres. Era un chico. Un puto chico en mi casa. ESTABA DESNUDO. ¡Y TENÍA TATUAJES! Bueno Emily, concéntrate, no es momento de analizar sus tatuajes, ¿y si era un ladrón? ¿o un violador?

—Espera, deja que te expli...

Tomé lo primero que vi encima del escritorio y se lo lancé.

—¡Fuera de mi casa! —Le grité.

El chico lo esquivó, así que le tiré otra cosa. Lo primero había sido una botella de agua, y lo segundo la lampara de la mesita. Ups, la lampara. Mi tía se enfadaría. Se estrelló también contra la pared, maldita puntería.

Él me miró sorprendido y fue entonces cuando reaccionó, dando dos zancadas y cogiéndome de los brazos.

—¡Quieres parar ya, agresiva! —Me dijo, y yo me empecé a zarandear moviendo los brazos para que me soltara.

—¡Que me sueltes, ladrón! No sé quién coño eres, pero como no me sueltes...-Lo amenacé.

—Como no te suelte, ¿qué? —Me preguntó con chulería, con una media sonrisa en la boca. Joder, era sexy.

Emily concéntrate, es un loco, no estás en situación de pensar estas cosas.

—Te voy a matar. —Lo miré mal y lo pensé mejor. —Voy a llamar a la policía. —Rectifiqué.

—Sí, ¿tú y quién más, enana? —Se río, y a continuación, giró sobre sus talones y me estampo contra la pared, cogiendo mis brazos con una sola mano y levantándolas por encima de mi cabeza, inmovilizándome.

Yo, grité asustada y le empecé a intentar dar patadas, pero era más fuerte que yo y me tenía totalmente sujeta. Levanté la mirada, y por primera vez me fijé en sus ojos. Eran de un intenso azul, con toques verdes y marrones, acompañados de unas largas pestañas rubias y enmarcados por unas cejas oscuras y pobladas. Tenía una mirada intensa que me imponía. El resto de su cara estaba compuesta por una nariz de tamaño medio adornada por una gran cantidad de pequeñas pecas del color de la tierra. Sus labios entreabiertos eran rosados y a su alrededor se extendía una barba bien cuidada y apenas imperceptible. Su pelo estaba mojado y era de color rubio ceniza, varios mechones caían por su frente, dándole un aspecto sexy. ¡Era guapísimo! Vale, concéntrate por favor, estás en una situación de peligro, joder.

Cuando salí de mi aturdimiento, descubrí que el tipo que me tenía agarrada se reía carcajada limpia.

—Se te está cayendo la baba, disimula anda. —Me dice guiñándome un ojo.
—Sí, ya te gustaría. —Me sonrojé. —Sigo sin saber quién eres. —Le dije cortante.

Me miró de pies a cabeza lentamente, y una media sonrisa se formó en su boca. Me puse más nerviosa de lo que estaba.

—Soy Jason, el hijo de la mejor amiga de Laura. —Dijo aun sin soltarme. —¿Y tú?
—¿Me podrías soltar? —Le gruñí, esto me parecía irreal.

Mirándome por última vez, me soltó y me fijé en los músculos de su estómago, sonrojándome inconscientemente, de nuevo.

—¿Te gusta lo que ves?. —Dijo el muy creído.
—N..no. —Aparté la mirada avergonzada.
—¿Y por qué tartamudeas? —Dijo acercándose lentamente hacía mí, yo retrocedí.
—¡Quieres parar ya! —Le grité como loca y salí corriendo de allí.

Señor dame paciencia, porque cojo una pistola y lo mato.

Nada más bajar las escaleras, mi tía Laura apareció por la puerta con bolsas del supermercado y me miró sonriente.

—Hola Emily.
—¡¿Por qué no me dijiste que vendría un chico a casa?!
—¿Como estás?, yo bien, gracias por preguntar, ¿y tú? —Se hizo la graciosa. Puse los ojos en blanco.
—¿Quién es Jason, y que hace en nuestra casa? —Pregunté histérica señalándolo. Él se encontraba en lo alto de las escaleras, sujetándose la toalla con una mano.
—El hijo de Rebeca, que por trabajo se ha tenido que ir a Londres y me pidió si Jason podía quedarse aquí, así que yo le dije que sí y aquí estamos. —Explicó cruzándose de brazos.
—¿Y no sabes avisarme? —Hice un puchero.

Mi tía y yo fuimos a la cocina farfullando cosas, mientras el desconocido se quedó en la habitación para ponerse algo de ropa. Lástima, se podría quedar así con la toalla.

—Lo siento Emily, ha sido una cosa de última hora, ¿ha pasado algo? —Se disculpó mi tía por no haberme contado que el hijo de su amiga se iba a quedar con nosotras y empezó a sacar la comida de las bolsas.
—Nada, solo que se asustó cuando salí de la ducha y empezó a lanzarme cosas. —Dijo el imbécil apareciendo por detrás ya vestido, riéndose. Su risa era hermosa, burbujeante. ¡No! ¡Emily no pienses eso!

Mi tía se puso a reír como loca, mirándolo estupefacta, ¿estamos todos tontos o qué?

—¿Que le lanzaste? —Me preguntó cuando se calmó.
—Primero me ha lanzado una botella de agua y después una lámpara—Contestó él por mí. —Ah, creo que la ha roto.
—Ya vale, no? —Dije con irritación. —Compraré otra. —Puse los ojos en blanco.
—Bueno, ya hablaremos de eso... —Dijo mi tía mientras me miraba con el ceño fruncido. —¿Ya has instalado tus cosas? —Le preguntó a Jason.
—Sí, la habitación me encanta, es mucho más grande que la de mi casa.
—Entonces bien. —Dijo sonriendo mi tía. —Venga poned la mesa que hoy comeremos macarrones, que con lo de ir a comprar no me ha dado tiempo a preparar nada.

Una vez puesta la mesa, Jason se sentó a mi lado, y yo lo miré con odio.

—Tía, ¿no se puede quedar en otro lugar? —Le pregunté, suplicando con la mirada.
—Pues claro que no, no digas tonterías. —Me regañó. —Además, tú ya habías oído hablar de él, no te hagas la tonta. —Me guiñó un ojo.

Vale, aquí me había pillado. Sí, es verdad que ella me hablaba del hijo de su amiga como si fuera un santo, como si fuera el mismísimo dios, un dios griego de los que ya no quedaban, educado, caballeroso, guapo... así que yo en su día me puse curiosa y empecé a preguntarle cosas sobre él, lo normal en una adolescente. Y vale, también puedo admitir que me moría de ganas por conocerlo, pero eso es pasado, ¡pasado! Ya que no sabía que era un engreído maleducado.

—Ósea, ¿que ya habías oído hablar de mí? —Me preguntó Jason con una sonrisa picarona.

—A ver, tampoco te creas... —Dije esquivando el tema.

—Pero si me pidió hasta tus apellidos para buscarte en las redes—Contestó mi tía riendo.

Mierda, creo que había encontrado su pasatiempo favorito, ponerme en ridículo.

—¿Qué me buscaste? —Preguntó sorprendido. —Y, ¿me encontraste? —río.

—No. —Resoplé. —No había nada que ver ahí.

La verdad es que pasé bastantes minutos buscándolo y no aparecía ningún perfil que pudiera pertenecerle, por lo que me rendí.

Él me miró, sonrió y sin quererlo ni beberlo puso su mano en mi rodilla, apretándola. Lo bueno de todo esto es que llevaba falda y al estar sentada mis muslos estaban bastante expuestos. Lo miré con desagrado por tal atrevimiento y él siguió hablando como si nada con mi tía, la cual no se enteraba de nada.

Los colores de mi mejilla iban subiendo en tonalidad y puse mis manos encima de la suya haciendo fuerza para quitarla. Imposible. A todo esto, me atraganté con los macarrones. Comencé a toser.

—¿Emily, estás bien? —Dijo preocupada mi tía.

Jason soltó una sonora carcajada y gracias a dios quitó su mano de mi pierna.

—Sí, sabes, se me ha quitado el hambre, guárdalos para la noche. —Dije cabreada y salí de la habitación, subiendo con paso furioso las escaleras.

El chico que vive en mi casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora