29 || Una promesa

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—Y hoy honramos la memoria de este hombre, un padre para algunos, un esposo, un hermano, un hijo

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—Y hoy honramos la memoria de este hombre, un padre para algunos, un esposo, un hermano, un hijo. Que en la luz eterna encuentre descanso, y que aquellos que lo lloran, encuentren consuelo en el amor infinito de Dios —rezó el cura mientras los demás guardaban el debido silencio. Seren se encontraba en desacuerdo con muchas de las cosas que decía; sin embargo, entendía que no tenía conocimiento de la persona que había sido su padre en vida. Solo estaba ahí, cumpliendo con su trabajo. —Oremos al Señor.

Alzó la vista para contar el resumido número de personas que se encontraban en el entierro de su padre. Sin contar a su familia, solo dos personas más estaban ahí, y ella no tenía idea de quiénes eran.

El padre se despidió de ellos poco después de terminar con su discurso, dándoles un tiempo para reflexionar, hasta que las personas encargadas del entierro empezaran con ello.

—Me gustaría decir unas palabras, si no es mucha molestia —solicitó su abuelo. Santiago de inmediato se acercó a él y lo acompañó, tomado de su brazo, hasta el lugar en donde quiso posicionarse para hablar. —Primero que nada, gracias a todos por estar aquí. —Polo cerró los ojos, dejándole ver a los demás que era difícil para él expresar lo que sentía en esos momentos. —Arturo siempre fue una persona solitaria, y él... —Un lamento se escapó de lo más profundo de su ser, y poco después, Polo se rompió. No pudo seguir hablando, porque el nudo en la garganta fue más fuerte que él. Lloró un poco, pero sus nietos se acercaron para abrazarlo en cuanto pudieron. No podían verlo así. No a él.

—Polo, ven y descansa, no puedes...

—No, Santiago. —Alzó la mano, deteniéndolo—. Necesito hacer esto. —El hermano mayor de los Altamirano lo miró un segundo que pareció eterno, pero finalmente lo dejó seguir. —Arturo fue mi primer hijo, y quien pensé que sería mi más grande orgullo. No me malinterpreten, sé que uno no nace con un manual bajo el brazo. Uno aprende a ser padre, mientras ellos aprenden a ser hijos. Aprendemos a convivir el uno con el otro con el pasar del tiempo. Y lamento mucho, de todo corazón, si alguna vez mi hijo hirió sus corazones de algún modo. Mina y quien les habla, no le enseñamos esto. Como padre, les pido perdón por ello. No podemos negar lo obvio. No fue una buena persona, y quiero hacer las paces con él, incluso cuando ya no está presente físicamente. Se fue con sus errores, con sus contradicciones y ahogado en sus propias penas. Lamento muchísimo que fuese así. Y lamento que siga amándolo con todo el corazón, porque fue mi hijo, el hijo al que quise enseñarle todo lo que supe. El hijo que soñé, tuviera esa hermosa familia que tuvo, pero que no supo valorar. Santiago, Serena, les pido perdón. Porque no fue el padre que yo esperé, fuera con ustedes. No sé si suficiente para él. Si no estuve cuando me necesitó. No entiendo qué hice... Perdónenme —casi rogó. Teníac los ojos cristalizados y unas lágrimas caían por sus arrugadas mejillas. —Y también les pido perdón de su parte, porque él ya no está para hacerlo, pero no puedo permitir que lleven esa herida para siempre. No si yo estoy aquí para intentar enmendarlo.

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