CAPÍTULO 3

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Demian Mekris.


Garabateo sobre el papel mientras escucho a Deamon moverse de un lado al otro ladrando ordenes y maldiciones al teléfono, todo porque su fea noviecita no aparece.

Una lástima.

Creo que está haciendo un gran show por una tipa muy equis, es decir Eris no tiene nada particular que la haga especial, solo es una gata trepadora que busca posicionarse a costa de el.

El lo sabe.

Pero sus planes son otros, no la aguanta porque este muy enamorado de ella, es decir quien se enamora de uns tipa que tiene la voz tan aguada como un silbato, el punto es que mi bro quiere quedarse con un porcentaje grande de lo que posee la familia de la pelirroja teñida.

Y según el idiota de Basil casarse con ella es el medio más fácil.

¿Desde cuándo a Daemon le gustan las cosas fáciles?

Alzo los hombros restando le importancia a ese detalle.

— ¿Nada?— cuestióno, realmente ni me importa si aparece o no.

— Sigue rayando la maldita hoja.— ruge en mi dirección, me burló silenciosamente.

— Sabes que ella no te importa.— me fulmina con la mirada, sonrió encantadoramente y pestañeo en su dirección. — si ahora entraran a decirte que está muerta te daría exactamente igual.

Se que le molesta la diversión que me causa la situación, pero es la verdad, no puedo obligarme a sufrir por una gata equis.

Abre la boca para replicar pero la cierra la quedarse sin argumento para debatir lo que digo.

No dice nada porque sabe que digo la verdad, se mueve como animal rabioso, camina maldiciendo hacia su mini bar y se sirve un vaso de whisky.

Sigo pintando mientras cambio ocasionalmente los colores.

Busco algún tema para romper el silencio y recuerdo a la pelinegra de hace unos días.

Ella es linda.

—¿Crees que si me encuentra enserio me patee el pito?— le pregunto.

— ¿Hablas de esa mujer?— se recarga en la mesa del mini bar, asiento lentamente sin dejar de ver los dibujitos.

Recuerdo perfectamente como se veía, y joder que es preciosa.

— Aunque bueno si es ella y lo hace no me molestaría. — sonrió, si una mujer como esa me dice que el cielo es verde yo le creo.

Es justo mi tipo, pelinegra con un cabello largo y negro perfecto para halar a la hora de follar, piel blanca perfecta para que mis manos se queden marcadas en su blanquecina piel, aunque estaba drogada y sus ojos estaban rojos puede distinguir ese bonito azul en ellos, sería magnífico tenerla de rodillas llorando mirando me fijamente mientras su linda boca me devora.

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