RUTINA

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Recuerdo el olor del café recién hecho envolviéndome mientras me despierto. Tú a los pies de la cama acariciándome la pierna, recordándome que es hora de levantarse. El sol aún no ha despuntado, pero el color anaranjado asoma por la rendija de las ventanas.

Me desperezó y te miró con los ojos entreabiertos. Llevas la ropa del trabajo, el pelo mojado y revuelto, emanando el olor a recién duchado y me hace sentir en casa. Me recuesto sobre los cojines, taza de café en mano y te observo moverte. Me recuerdas que hoy por la tarde deberíamos ir a comprar, que no hay nada en la nevera. También me comentas que has dejado la ropa preparada de la niña en el cambiador y la mochila del colegio preparada. Yo simplemente asiento y me esfuerzo por enmarcar este momento, por más cotidiano que parezca. Qué suerte tuve al elegirte a ti y poder contemplarte cada mañana.

La palabra "mama" asoma desde la otra habitación. Hay otra personita decidida a levantarse. "Ya es de día mamá, levántate". Dejó caer los pies desnudos a un lado de la cama y me pierdo en la contemplación de las sombras que bailan en pared a medida que pasan los coches en la concurrida carretera que tenemos justo delante. Oigo tu voz diciéndole buenos días a la pequeña y me emociona ver cómo te contesta con una risita muy típica en ella. Arrastro los pies y os miro desde el umbral de la puerta, te escucho decirle que te tienes que ir a trabajar y que la verás por la tarde. Ella sonríe y te abraza. Me das un beso suave en los labios y te despides.

Las prisas empiezan como siempre. "Termina el desayuno" "No te distraigas viendo la tele" "Venga a vestirte" "Llegamos tarde" "No, no es hora de jugar" "Venga, va, corre, date prisa...". Y es que nunca somos capaces de llegar puntuales, el reloj siempre pasa cinco minutos después de la hora de entrada y yo resoplo porque perderé el autobús para ir a trabajar. Pero se me ablanda el corazón cuando me demuestra todo su amor con un beso sonoro y se encamina con sus recientes amiguitas. Me la quedo mirando por unos minutos y pienso en que momento paso de estar en mis brazos a tener esa personalidad propia, una pequeña abuelilla que hace bromas, que entiende y se comunica a la perfección. ¿En qué momento he abierto los ojos y la veo caminar a dos pasos delante de mí? Que orgullosa estoy.

Me viene el olor a naranjas, manzanas y fresas me recibe en el supermercado. Llevo una lista de compra en la mano y con la otra aguanto bien fuerte la de mi hija para que no se escape. Tú me estás diciendo algo desde el otro lado del pasillo que no logro entender entre el parloteo que lleva ella todo el rato y mi cabeza intentando recordar que es lo que me dejo. Con la mano que me queda libre intento coger una bolsa para coger dos aguacates que me digo para mí misma que van a precio de oro, pero que tanto le encantan a la pequeña. Total, aun me queda un poco de rímel, quizás debería comprármelo el mes siguiente. Sé que ella disfruta de los aguacates. En cuanto me despisto, ella está poniendo en el carro el envase enorme de fresas que están a su alcance. Mientras hablo contigo, consigo cogérselo de las manos y ponerlo otra vez en su sitio, no sin antes un "Yo lo quiero, ¡mamá!" que me suplica. Desvía rápido su atención a las bolsas de patatas, quizás así la mantengo sentada en la silla del carro de compra.

Cuando llegamos a casa, ella quiere ayudar. Ese afán que tiene por repetir todo lo que hacemos día a día me conmueve. Como nos ha llegado a observar tanto que imita cada gesto que nosotros algún día hemos hecho sin darnos cuenta. Me das un beso en la frente y me dices que vaya a la ducha, que ya lo acabáis vosotros. Y mano a mano os veo colocar las cosas en la nevera, ella tan independiente y tu tan paciente.

Noto la sensación de calma y relax al notar el agua caliente recorrer mi cuerpo y el olor del jabón de miel que tanto me gusta. La toalla suave al salir de la ducha me envuelve y me quedo allí mirando las paredes húmedas del cuarto de baño, repitiéndome que debería buscar un hueco para limpiarlas a fondo. Ese tiempo que parece tan escaso y limitado pero que me empeño en estirar lo máximo posible. ¿Cuándo fue que las semanas eternas pasaron a ser casi segundos en mi vida? ¿Cuándo pusieron el cronometro de mi vida a máxima velocidad? Por mucho que quiera parar el tiempo, es imposible, y necesito más. Me miró en el espejo y aun que en mi cabeza siga siendo la niña de 19 años que aun sueña y crea historias, el reflejo me indica las señales de que ya soy adulta y debería dejar de viajar a la luna y poner los pies en el suelo. Me estiró la piel de alrededor de mis ojos buscando la esencia de esa joven que en algún momento se quedó atrapada en un cuerpo de mamá. Bajo de mis pensamientos y de fondo oigo risotadas, juegos y cosquillas. "¡Más papá! ¡Más!". Le sonrió a esa persona que me mira fijamente en el reflejo. Quizás ya no sea una niña, pero no se esta tan mal siendo mamá con tal de oíros a vosotros varias veces al día. Quizás no lo estoy haciendo mal del todo.

El silencio de una casa cuándo ella se duerme después de qué lo revolucionara todo, es abrumador. Pero ahora es nuestro mejor momento del día. Una nueva serie sonando de fondo, mi cabeza apoyada en tus piernas y tú medio dormido acariciándome el pelo. Ese instante tan insignificante, pero a la vez tan mágico que nos indica que ya ha acabado el día y la luna ya nos mira desde lo alto de nuestro balcón. Arrastrando los pies nos dirigimos cogidos de la mano hacía la cama, nos tapamos hasta arriba, "Siempre y más, vida". Nos damos media vuelta y el día que nos parecía tan caótico, ahora nos parece tranquilo y en paz.

Olor a palomitas y la lluvia repicando los cristales. Fin de semana. Llevamos toda la ropa manchada de pintura, en el balcón se están secando varias láminas llenas de colores y diferentes cuadros que ha decidido que regalará a todos los amigos del cole el lunes. El suelo está repleto de juguetes por recoger, fichas de juegos de mesa que sé que jamás recuperaré en su totalidad y muñecos con tiritas que habré de comprar porqué las ha utilizado todas. Después de bailar todas las canciones infantiles, que me sé mejor que lo que escucha mi vecino adolescente, hemos decidido poner una película que sé a ciencia cierta que durará lo que duren las palomitas en el bol. No sé porque me empeño en que se esté quieta dos horas, si sé que se cansará y volverá a querer jugar a otra cosa en cuanto ya no sea interesante para ella. "Mamá, quiero agua". Voy hacia la cocina, y no entiendo como no se le acaba la energía nunca, si yo estoy derrotada. En cuanto vuelvo, nos visualizo a los tres, sentados como una familia, como cuando yo era pequeña y me hacía infinitamente feliz estar rodeada por quién más quería, que era mi padre y mi madre. Ahora es el turno de ella. Mientras tu estas atento a la televisión, ella simplemente aprecia el hecho de que a su derecha está su papá y a su izquierda su mamá. Da igual la película, da igual las palomitas, da igual el desastre de la casa, para ella yo sé que ese tiempo es oro, es tiempo que espero que recuerde para siempre. Porque sí, somos una familia, y en esos pequeños momentos me doy realmente cuenta de cuánto os quiero y lo feliz que soy teniéndoos a vosotros a mi lado.

Pero ahora...

Ahora es hora de dejarme ir.

Ruido, oigo un ruido ensordecedor, cristales rotos y una bocina constante. Oigo el latido de mi corazón gritarme con fuerza y el sonido de las máquinas atándome aquí contigo.

Soy incapaz de abrir los ojos, pero te notó aquí, bien cerca de mí. Sin entender que me dices realmente, o en silencio, pero tu presencia es mi ancla. Coges mi mano con fuerza y con ese simple hecho, ya me siento arropada.

Pero es hora de irse, mi vida, ya es demasiado tiempo. Yo te dejo aquí con los miles de recuerdos que tenemos juntos, no sólo tú y yo, sino los tres. Nuestra familia.

Se tiene la creencia de que cuándo te vas recuerdas los momentos de felicidad, los recuerdos más duraderos en tu memoria. Esos que te marcan el camino y hace que te cuestiones infinidad de veces. Momentos de locura, de niñez, de juventud. Nuestra boda, la primera vez que llevamos a la pequeña a casa, tus amigos, tus amores, tu familia. Risas, llantos, abrazos y besos.

Pero no.

Ahora, en este momento de calma y introspección simplemente me acuerdo de nuestra rutina, de nuestro día a día, esa de la que tanto nos quejábamos. ¿Por qué? Porque sin darme cuenta es la que ha hecho que mi vida sea una vida para recordar, y es la que ha hecho de nosotros la familia que hemos llegado a crear. Y de la que estoy tremendamente orgullosa.

Es hora de irme, no sin antes decirte "Siempre y más, vida".

Porque sí, siempre habrá más mientras vosotros sigáis nuestra rutina. 

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⏰ Last updated: May 10 ⏰

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