- 15 metros -

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El salto de los conejos de manera diagonal suele oscilar entre los tres metros. Saltan de esa manera tan apresurada para llegar a un destino deseoso.
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— Mierda

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Mierda... que frío tan insoportable...

Si Rumi Usagiyama tendría que pensar en algún motivo por el cual estaba allí podría decir que la vista que había obtenido los días anteriores le había gustado a tal punto de hacerla salir de casa.
Se sentía extraña. Solamente salía del gimnasio para atender sus deberes como héroe y nada más. Despertar, desayunar, ejercicio, trabajo, comer, regresar a casa y dormir. Esa fue su rutina durante toda su estancia desde la academia hasta hace un par de días.

— Siento hacerte esperar.

Detrás de ella una voz resonó. Una pequeña sonrisa afilada se dibujó en su rostro y dio un giro hasta encontrarse con el dueño de aquella voz.

— Tienes muchas agallas para invitarme a salir. Pero aún más para hacerme esperar, niño. —Rumi mencionó observándolo fijamente con el ceño fruncido.

Izuku no hizo nada más que observarla a detalle. Pese al frío, Rumi Usagiyama llevaba solo una falda negra con un par de medias largas del mismo color, una blusa color blanco y una chaqueta de cuero de color tinto.
La mirada de Izuku sobre ella fue tal, que Rumi comenzó a avergonzarse.

— Miras mucho, mocoso. —la coneja mencionó intentando no ver a los ojos al chico.

— ¿Sabes lo que es el síndrome de Stendhal? —Izuku preguntó aún observando fijamente a la chica.

— Huh? —la coneja ladeó su cabeza, confundida.

— Verás... —Izuku dejó escapar una pequeña risita. — En resumidas cuentas es la elevación del ritmo cardiaco que experimenta un sujeto al verse expuesto ante una obra de arte. Había leído eso hace tiempo y me percaté que jamás me había ocurrido algo así... —el chico sonrió ligeramente observando los ojos rojos de Rumi. — Hasta este preciso instante.

Rumi Usagiyama estaba aprendido lo peligroso que podrían ser las palabras de Izuku Midoriya.

Tsk... —Rumi desvió su mirada, ligeramente sonrojada. — Te salvaste por ahora, mocoso. Pero una vez más que me hagas esperar y te prometo que no podrás caminar en un buen tiempo.

Izuku dejó escapar una ligera risa y se encaminó hasta estar junto a Rumi.

— ¿Qué te haga esperar de nuevo? —Izuku le sonrió inocentemente a la chica. —Me estás invitando a salir en un futuro?

— No tienes tanta suerte, mocoso. —Rumi, pese al pequeño rubor en sus mejillas, sabía cómo intimidar con las mirada.

Oww... pero no te preocupes. Si no me invitabas tú yo inventaría algún truco barato para convencerte de que soy una buena opción. —lastima que esa mirada no funcionaba en Izuku Midoriya.

Saltos de conejo | IzukuxRumiWhere stories live. Discover now