44 - Valiente

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Está bien no sentirse bien, es normal, no es delito, y mañana será más bonito.


Las noches habían transcurrido tranquilas, pero la incertidumbre y el sentimiento de ser acechada no desaparecía, y especialmente en esta noche se ha intensificado

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Las noches habían transcurrido tranquilas, pero la incertidumbre y el sentimiento de ser acechada no desaparecía, y especialmente en esta noche se ha intensificado. Me siento observada, inquieta e incómoda que no logro concentrarme.

El aura nocturna se siente como un mal presagio. Igual que aquella noche en que tuve que huir del lugar que se supone debía hacerme sentir segura.

Entrego los tragos tan rápido como puedo, pero es que las manos no me dan más. De verdad que no me siento bien.

—Oye, Natalia, ¿qué te pasa? —Niego con la cabeza, alejándome un poco de la barra.

—No me siento bien —respondo, haciéndome aire con las manos, tratando de agarrar inútilmente un poco de oxígeno que siento cómo se me termina y no tengo idea de por qué.

—Descansa un rato, hoy hay mucha gente, a lo mejor es eso que sientes que no puedes respirar —Asiento dándole la razón, porque él lo dice más como si sintiera presión por la cantidad de clientes, pero la verdad es que esto ya es más literal porque de verdad siento que no puedo respirar. El corazón se me acelera, las manos me tiemblan y sudan frío.

En cuanto él se da la vuelta para atender a los clientes, comienzo a marearme. Siento que todo a mi alrededor se mueve y me sostengo de la pared para relajarme. Pienso que puede ser que el humo de los cigarros me tiene atontada, o es quizá el olor a alcohol lo que me tiene así.

Solamente necesito tomar un poco de aire. Trato de mantener la calma, retomo la compostura tanto como puedo para avisarle a René, pero no lo veo.

Que haya mucha gente, no ayuda en absoluto a no sentirme sola.

¿Si grito me ayudarán? ¿Si corro abrirán paso?

No pensé que su mirada pudiera aterrarme tanto. Parece un depredador, acechando desde la esquina del bar, y ya no tengo control sobre mí, el temblor en mi cuerpo aumenta tanto, que no puedo buscar con calma el contacto de Abel.

Busco con la mirada a Alexis, pero no lo veo. No puedo quedarme, debería irme corriendo al departamento. Para cuando Mario se dé cuenta, ya estaré llegando y no sabrá a dónde me he ido.

Quisiera hacerme chiquita, muy chiquita para poder perderme entre las personas y él no pueda verme.

Mi espalda choca con la pared y finalmente, logro llamar a Abel. Escucho el tono y espero. Necesito oír su voz porque sé que me dará alivio, así que me concentro en él mientras me escabullo hacia la salida del personal, pero René logra verme y me alcanza.

—Natalia, ¿a dónde vas?

—No puedo quedarme —aviso y es cuando me doy cuenta de que estoy aterrada porque la voz me tiembla, se me hacen eternos los segundos que hay dentro del espacio en silencio antes de que vuelva a dar tono, y la desesperación está a punto de arrancarme las lágrimas.

Cuando la lluvia caiga | [+21] Completa ✔Where stories live. Discover now