- 18 metros -

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El salto de los conejos de manera diagonal suele oscilar entre los tres metros. Saltan de esa manera tan apresurada para llegar a un destino deseoso.
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— Oh

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— Oh... bienvenida de vuelta, señorita.

Si Rumi Usagiyama tendría que encontrar un par de razones para encontrarse de nuevo en aquella pequeña pastelería podría mencionar sin problemas lo deliciosos pasteles de zanahoria que había comido. Lo increíble que fue el descubrir esa nueva parte de la ciudad, las calles llenas de vida, el ambiente y la gente. Pero también existía algo más.

Con su mirada buscaba algo detrás de aquella señora de sonrisa cálida. Al percibir el llamado de la señora se decidió encaminarse de nuevo hasta aquel punto.

Huh... pastel de zanahoria, por favor. —y como era costumbre en ella, le costaba un poco de trabajo la interacción.

La señora dejó salir una cálida y tenue sonrisa. — Por supuesto.

Rumi recibió aquel deseoso pastel de zanahoria y caminó a una de las mesas disponibles para tomar asiento. El dulce y embriagador sabor la envolvieron al instante nuevamente al sentir el cremoso pastel.

Esto es lo mejor que he podido probar... —la chica conejo susurró con un tenue carmesí en sus mejillas, dejándose disfrutar por aquel dulce sabor.

— Me alegra escuchar eso. —una voz justo a su lado soltó al aire para sorpresa de Rumi.

La chica movió su mirada rápidamente hacia donde aquella voz provenía y delante de sus ojos aquel chico alto de cabello verde y pecas se encontraba con una tenue sonrisa y entre sus manos una de taza de café.

— Disculpa que irrumpa tu paz... —el chico le otorgó una pequeña sonrisa. — Esto es para ti. La casa invita. —el chico dejó aquella taza justo delante de Rumi.

La chica observó fijamente al chico denotando su confusión.

Una pequeña risita se escapó de los labios del chico. — Un pastel sabe mejor si está acompañado.

Rumi ligeramente titubeante tomó la taza entre sus manos. Al instante de llevarla cerca de su rostro el caído olor del café dulce envolvió sus sentidos.

Wha... —la chica musitó con felicidad al sentir el dulce y embriagador sabor del café. Después de beber un sorbo de aquel café la chica dejó la taza sobre la mesa acompañada de una tenue sonrisa feliz y un rubor en sus mejillas.

Y, embriagada por el sabor omitió por completo el hecho de que la espuma de aquel café que había bebido se encontraba en su rostro como si de un mostacho se tratase.

Oh... que linda. —el chico soltó al aire en un susurro observando embobado como la chica se percataba de ello.

Rápidamente Rumi limpió con una servilleta su rostro y con las mejillas en un tenue carmesí y el ceño fruncido observado al chico que posaba frente a ella ahora con una pequeña sonrisa nerviosa.

Saltos de conejo | IzukuxRumiWhere stories live. Discover now