[45: PEQUEÑA HISTORIA DE AMOR]

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Terminó por sentarse en la cama con ella aún encima.

—Eres un maldito caballero —respondió Saera al separar sus labios. Estaba agitada intentando recuperar el aliento.

—Lo estoy intentando, pero me lo estás haciendo muy difícil —confesó contra sus labios intentando regular su respiración.

—Quiero quedarme contigo —musitó.

—¿A dormir?

—Es lo máximo que permitirás hasta que el alcohol se vaya de mi sangre, así que sí.

Él aceptó y, con ropa, se acostaron en la cama, hablaron cosas triviales, chismes de la fortaleza y algún que otra historia que les haya sucedido esas lunas; luego ambos se quedaron dormidos acurrucados.

⊱⋅ ──────────── ⋅⊰

En la mañana siguiente.

Aemond se había despertado más temprano que Aegon, en realidad lo había hecho aún más temprano de lo que hasta él mismo acostumbraba. Podía ver por la ventana que ni siquiera había amanecido, había tenido una pesadilla que lo despertó de golpe, su ojo sano se quedó mirando a su hermano por un largo tiempo, él dormía profundamente.

Pasó su mano por el brazo de él con cuidado de no despertarlo, aunque eso era poco probable, tenía el sueño pesado.

Jamás pensó que terminaría en la misma cama que Aegon, como tampoco que lo amaría como lo hacía ahora. Cuando era un niño tenía sus riñas con él, al mayor siempre le había gustado molestarlo, o bueno, a todos. Sin contar que un largo tiempo estuvo celoso de la cercanía que tenía con Baelon, y ahora miradlos, los cuatro estaban juntos y felices.

Le acomodó uno de los mechones de cabello que le caía en el rostro dejándoselo detrás de la oreja, pasó su pulgar desde la comisura de sus labios hasta la mejilla, ahí es donde Baelon tenía una de sus notorias cicatrices. Aegon, por el contrario, tenía la piel tersa, ni una marca tenía en su rostro, las pocas que tenía estaban en sus brazos o piernas, claro, ignorando las mordidas que ahora resaltaban en su piel, o algunos cortes poco profundos que se perderían con las semanas. Quizás su sueño estaba avivando recuerdos, y por eso su ojo le molestaba, o mejor dicho, la ausencia de éste. Aegon se volvió mucho más protector con él desde ese día, fuera de su persona no dejaba que nadie más le dijera ni una palabra en broma, ni la más inocente, cualquier cosa que podría dañarlo su hermano lo eliminaba. Eso lo ayudó bastante, lo ayudó a centrarse en su entrenamiento, a querer poder protegerse solo, porque aunque le gustaba que Aegon sea bueno con él, no quería verlo más preocupado, su rostro amargado era de las peores cosas que podría ver.

—Si quieres besarme puedes hacerlo —musitó adormilado.

Quizás se quedó viendo sus labios demasiado tiempo mientras pensaba. Aunque su mente en realidad hubiera estado en otro lado, la idea le agradaba.

Rompió la poca distancia que quedaba entre ellos y lo besó lentamente saboreando sus labios mientras le acariciaba el cabello. Era tan normal besarlo que le era difícil recordar el tiempo en que no lo hacía.

La primera vez que se besaron fue antes de hablar con Daemon sobre que era su padre, Aegon estaba hecho un manojo de nervios incontrolable en su cuarto. Aemond intentaba tranquilizarlo, pero no parecía conseguir nada, había puesto sus manos sobre los hombros de su hermano para detener su constante caminata, y luego de escuchar las estupideces que decía lo tomó del rostro con fuerza «Deja de creer que eres insignificante, que eres poco, Aegon no eres perfecto, nadie lo es, pero sin dudas eres grandioso en muchos sentidos» y justo en ese momento probó por primera vez los labios del mayor quien lo había besado repentinamente. No se esperaba que lo hiciera en ese momento, pero sí era algo que venía pensando hace un buen rato, así que sólo fue media sorpresa.

Sangre TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora