CAPÍTULO 2: CASTELLANOS Y ONOMÁSTICOS

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"Él quería una novia, yo estaba haciendo mi propio nombre" 

Midnight Rain-Taylor Swift


Después de que Jaehaera se marchara, más limpia, comida y contenida, Aegon se quedó pensando en la situación.

Rickon era, en su opinión, un hombre carente de sentido común y educación. Eso diría en voz alta, pero si debía decir otras cosas, probablemente los niños deberían taparse los oídos. A Aegon en ese instante que vio a Jaehaera llorar no le importó que Rickon fuese un buen amigo de él, no le importó cuántas veces cazaron juntos o cuantas veces bebieron en una taberna, no le importó nada de eso, le importó más su sobrina. Quería golpearlo, si, pero sabía que ese deber seguro lo acataría otra persona.

Jaehaera era lo que era, exigente, estricta, un poco ansiosa y a veces inconformista, pero era dulce, atenta, predispuesta y amable, no merecía que Rickon le dijera lo que dijo. Y eso, Aegon no lo perdonaría tan fácil, así que si se lo volvía a cruzar por obra de los dioses le haría la vida imposible. Y eso pensaba él, no quería imaginarse a Heakon o a Laenys, o a Shiera y Maegor, o a Joffrey y Maelor.

O en el peor de los casos, a su hermano y cuñada.


Aegon se quedó más tranquilo cuando recibió una carta de su sobrina asegurando su llegada a King's Landing. Dejó su preocupación de lado, y se enfocó en enseñarles a Harwin y Joan a montar sus ponis. Tenían seis años y las ansias de aprender eran enormes, y, a pesar de ello y de su naturaleza inquieta, al momento de acercarse a las caballerizas eran dos hombrecitos rectos y perfectos.

—¿Y si me arroja?—preguntó Joan. Era más pequeño que Harwin, y un poco menos temerario, pero siempre encontraba coraje cuando estaba cerca de su hermano y padre.

—Más allá del suelo no pasarás.

—¿¡Qué!?—casi que gritó. Sus mejillas se tiñeron de un rojo muy claro que combinaba con la expresión sorprendida de sus ojos lilas.

—Es un chiste, Jo—dijo, acariciándole la cabeza al tiempo que le pasaba las riendas. Joan había logrado el primer paso a la perfección, montar el poni él solo, ahora le tocaba el siguiente—. Nada malo te pasará estando conmigo.

—¿Me lo prometes?

—Te lo juro—Joan tomó las riendas con ambas manos, y como si un reflejo fuese, miró en dirección de Harwin que esperaba su turno de ser ayudado—. Ahora, que él sepa que tú mandas

El mozo de cuadra tomó el lugar de Aegon al lado de Joan, para que pudiese ir tranquilo hacia Harwin.

—Muy bien, muchacho— Harwin había insistido en llevar un pequeño yelmo, por si se caía. Era una visión graciosa que hasta a él mismo le daba risa—. Pon el pie izquierdo en el estribo y salta, como cuando te subes a los árboles.

—Si si, igual que Jo.

—Exacto, con fuerza.

Harwin se impulsó y logró montar a su poni sin problema alguno. Ahora que ambos niños estaban arriba de sus monturas, Aegon tomó las sogas de seguridad de los dos ponís y los fue guiando en un trayecto corto de un par de metros.

Fueron y vinieron por lo que fue una hora completa. Joan fue el primero en explotar en carcajadas cuando aceleraron el paso y Harwin juró estar listo para montar un caballo enorme.

Aegon ya se había cansado, pero se negó a darle al mozo de cuadra el completo trabajo de enseñarle a los niños como montar. Al cabo de dos horas, el príncipe creyó que sería toda una aventura para los niños desviarse del circuito por lo que los guió a la entrada del bosque de álamos. Adoraba ese bosque, y ellos también.

SWEET DANCES OF DRAGONSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora