Un salvador un tanto oscuro ( Lia Everhart)

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Me desperté con un dolor palpitante en la cabeza, como si un martillo estuviera golpeando mi cráneo sin piedad. Abrí los ojos lentamente, solo para encontrarme con una habitación desconocida y una sensación de desorientación abrumadora. Recuerdos borrosos de la traición y el abismo se agolparon en mi mente, dejándome con un nudo en el estómago.

Me incorporé con cautela, sintiendo un mareo repentino al hacerlo. Al mirarme en el espejo que adornaba la pared, me vi pálida y desaliñada, con mechones de cabello negro fuera de lugar y ojeras oscuras bajo mis ojos verdes. El reflejo solo sirvió para recordarme la traición de aquel que creía que me amaba.

A pesar del dolor y la confusión, decidí investigar mi entorno. Salí de la cama y exploré la habitación, maravillándome con la opulencia del castillo que me rodeaba. Cada rincón parecía cuidadosamente diseñado para impresionar, pero también había un aire siniestro que se filtraba entre las grietas de la majestuosidad. Con paso vacilante, me aventuré por los pasillos, admirando los tapices antiguos y las estatuas sombrías que adornaban los corredores. Cada sombra parecía cobrar vida, susurrándome secretos oscuros que apenas podía comprender. Finalmente, llegué a una puerta entreabierta que parecía destilar un aura de poder y misterio. Decidida a descubrir más, empujé la puerta y entré en lo que resultó ser un despacho lujosamente decorado. Mientras examinaba los objetos dispersos por la habitación, una voz me sacó de mis pensamientos, envolviéndome en una oleada de escalofríos. 

_¿Nunca te enseñaron a no husmear en cosas que no son de tu incumbencia?

Me giré hacia la figura que se alzaba en el umbral de la puerta, sorprendida por su presencia imponente. Era alto y apuesto, con el pelo castaño oscuro que caía en mechones desordenados sobre su frente. Un ojo era de un gris profundo, mientras que el otro brillaba con un intenso tono morado, marcado por la marca de una maldición antigua. Entonces supe que era él, el temido villano del que todos hablan, el causante de muchas muertes, de quien se contaban historias de terror a los niños. 

Mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas, una sensación de peligro se apoderó de mí. Sabía que no debía confiar en él, que su presencia representaba una amenaza que no podía ignorar. 

En este mundo de sombras y misterios, la única persona en la que podía confiar era yo misma.


No estoy muertaWhere stories live. Discover now