Cap. 24- Tal vez.

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¿Padre? ¿Habían escuchado bien sus oídos? ¿Emily, estaba buscándolo a él? Si supiera que estaba a menos de cinco metros de ella, ¿Qué pensaría de eso? 

No lo pudo evitar, se volvió torpe y algunos papeles cayeron de su escritorio al suelo. Se inclinó a recogerlos y no pudo evitar los nervios cuándo ella se inclinó a ayudarle.

Le picaba la lengua por decirle la verdad y sus manos temblaban por estrecharla entre sus brazos. Moría por hacer todo eso. Por confesarle que era su padre, que había hecho todo eso por ella, por conocerla.

—Aquí tiene, profesor. —dijo Emily, entregándole los papeles una vez se pusieron de pie.

—Gracias señorita, Becker —aclaró su garganta—. ¿Cómo está?

—Muy bien, gracias. —sonrió Emily, más relajada, pero aún sin dejar de sentir esa conexión inexplicable hacia él.

—Me alegro —sonrió, Fabrice—. Dele mis saludos a Patrick. Algún día le haré una visita en su bufete para platicar un poco.

—Oh, créame que eso le encantará. —le hizo saber Emily, entusiasta por ello.

—¡Emm! ¡Vamos! —la llamó, Dylan, desde la puerta.

—Debo irme, profesor, que tenga buen día. —se despidió ella caminando hacia sus amigos que la esperaban.

—Igual usted, señorita Becker.

—¡Adiós, profesor! —saludaron Ashton y Dylan, y Fabrice los despidió con un gesto de su mano.

La vio marcharse brindándole una última sonrisa que aunque ella, aún no lo supiera, él las atesoraba en el fondo de su alma cómo lo más preciado que tenía.

—Pronto sabrás la verdad, mi niña —suspiró cansino por la espera—. Solo no toleraría tu rechazo, cualquier cosa, menos eso.

Tomó sus cosas y marchó de ahí hacia su auto, dónde Richard, lo esperaba. De ahí partió a la casa que había comprado al llegar, los hoteles no eran lugares en los que le gustara vivir. Para nada.

Así siguieron sus días, de su casa a la universidad y de la universidad en algunas ocasiones pasaba a las oficinas de Patrick, quién orgulloso le contó que habían ganado el caso de su clienta. Aquel en el que la señora Ferguson, había denunciado a su marido y quería el divorcio más todo lo que le correspondía por derecho.

Habían podido contactar, tras una ardua investigación, a Rosa González, la empleada de la casa, quién había resultado embarazada del señor Kopelman y la amenazaba con quitarle el niño una vez naciera; fue el motivo por el cual Rosa, había desaparecido y quién dio su testimonio crucial en el caso.

Sumado a toda la evidencia por maltrato y amenazas, y sin más escapatorias, el señor Kolpelman se vio obligado a entregar lo que le correspondía a su exesposa y más, por daños morales, y pasar unos cuántos años tras las rejas. El dinero ya no podía servirle de mucho. 

Así fue cómo en una de esas visitas Fabrice, tuvo la oprtunidad de conocer a Grace Ferguson, una mujer unos años menor, que no pudo evitarlo, le había hecho mover algo en su interior. Algo que hacía mucho no funcionaba, tal vez enmarañado, oxidado, casi obsoleto, lo que se había vuelto eso que tenía por corazón, al cual solo le daba espacio para Emily. Supo con cierto temor que alguien más podía hecharlo andar, cuándo Grace, le regaló una sonrisa cálida que le supo a mucho.

No quiso ser descortés en el primer encuentro, ella no tenía la culpa y menos idea de lo que él había vivido, y Fabrice, tampoco sabía por todo lo que, Grace, había sufrido en su vida y matrimonio, del cual ahora era libre; libre y feliz para iniciar una nueva vida como ella lo deseara. Tenía el apoyo incondicional de su hijo, Ashton.

Ambos eran dos almas heridas que se habían encontrado en el camino, tal vez con mucha paciencia, para sanar.

Todas las personas que pasan por nuestras vidas tienen una misión que cumplir, aunque algunos no lo sepan o no lo vean de esa manera. Vienen a enseñarnos cosas importantes, aunque algunos no se quedan hasta el final del camino. Algunos solo vienen para enseñarnos a no ser como ellos y aprendemos obligados, a ser más fuertes por las circunstancias. Otros vienen para sanarnos, aunque no lo pidamos, siempre llegan por una valiosa razón. Y es de sabio, reconocerlo.

Fabrice, temía darle un lugar importante a alguien más.

¿Sí tal vez no funcionaba? ¿Sí solo salía herido?

No era que pensara en darle una oportunidad al amor. Pero lo incierto del futuro, le hacía dudar.

Tal vez ni siquiera volvería a verla nuevamente.

Tal vez había sido solo una ilusión, algo fugaz y ya.

Pero su corazón ya no debía permanecer en penumbras nunca más. Muchos fueron los años que se aisló de ese sentimiento. El amor que le tuvo a Angélica, sabía que no podía volver a sentirlo otra vez. Y eso era parte de la vida y estaba bien.

Ningún amor es igual a otro amor.

Y él, después de tanto, merecía que alguien más le hiciera vivir ese inmenso y profundo sentimiento del amor.

Tal vez, al final, podía funcionar.

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Muchas gracias por el apoyo. Se las quiere millón ♥️

Contigo, siempre | Mi Luz (libro 2)Where stories live. Discover now