Cap. 23- Sueños rotos.

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Se vio de niña, no más de cinco años, junto a su madre y una imagen masculina junto a ella, supo era su padre, aunque no podía verle el rostro. La tomaban de la mano y ella daba saltitos mientras caminaban por un parque en el que jamás estuvo nunca. Reía feliz y la sonrisa de su madre era enorme también. Iban por algodón de azúcar y de regreso, viajaba sobre los hombros de su padre. Todo se veía mucho más pequeño desde su altura y disfrutó del viaje, hasta que su padre la bajó de sus hombros y le sonrió. El rostro que pudo vislumbrar era el de Fabrice.

¿Por qué? ¿Por qué su subconsciente lo imaginaba a él? ¿Por qué ese sueño se sentía tan bien a pesar de todo?

Un pequeño llanto le brotó de su interior obligándola a despertar del mundo de los sueños. Sentía el pecho caliente que ardía cómo consecuencia.

—¡Despierta, cariño! —susurró Patrick, sin comprender el motivo de su llanto.

Emily, terminó de despertar por completo y se cubrió el rostro con las manos volviéndose un ovillo sobre la cama cómo cuando era niña.

Esperó a que el dolor pasara al igual que su llanto, pero bien sabía que podía dejar de llorar, más el dolor siempre estaría ahí, recordándole que siempre le fataría una pieza a su corazón.

—Tranquila, Emm, estoy aquí, contigo. Fue solo una pesadilla. —consoló con cariño mientras acariciaba sus brazos y besaba su cabeza. No se iba a apartar de su lado hasta que ella estuviera tranquila.

—No fue una pesadilla —susurró con su voz ahogada—. Fue un sueño. Un sueño muy hermoso.

—¿Y por qué te hizo llorar? —quiso saber el motivo. No quería que sus demonios la atormentaran. Ella había pasado por mucho, al igual que él.

—Porque nunca será real —dijo con tristeza—. No puedo regresar el pasado y salvarla. No puedo hacerlo. —gimoteó ante ese hecho.

—¿Salvar a quién?

—A mi madre —arrancó esas palabras del fondo de su alma—. Me dijo que me escondiera en el armario y no saliera, sin importar lo que escuchara. Que ella vendría por mí. Esperé y ella no regresó —cerró sus ojos con fuerza queriendo desaparecer ese recuerdo—. Podía escucharla gritar, el ruido, los muebles siendo arrastrados, ella lloraba. Sé que se defendía, lo hacía por mí. Él la golpeba casi a diario por cualquier cosa. Se cubría con maquillaje los moretones de su cara. Recuerdo el olor desagradable del alcohol y el cigarrilo que desprendía su aliento al hablar. Me la arrebató y no podré verla jamás en mí vida —respiró profundo sacando de su interior ese dolor que jamás nadie había escuchado de ella. Patrick, la abrazaba con fuerzas sintiendo su dolor propio—. Soñé con mi padre y mi madre. Éramos felices los tres, se sintió tan real aunque fuera solamente un sueño. Un sueño nada más.

Patrick, la tomó en sus brazos y la acunó cómo a una niña indefensa, su pequeño cuerpo temblaba aún por las emociones y el llanto. No lo pudo evitar, lloró junto a ella, era demasiado dolor para que un solo cuerpo pudiera resistirlo.

Hubiése dado cualquier cosa para qué jamás hubiera sufrido en su vida. Que pudiera tener a su lado a su madre y también a su padre, aquel que nunca conoció.

Pero las cosas no podían deshacerse así no más.

La vida constaba de sufrir y superar, o en este caso, aprender a vivir con el dolor.

Poco a poco su llanto fue mitigando hasta volverse apenas un susurro entrecortado. Las caricias de Patrick, en su espalda tenían el anestésico suficiente para calmarla, para llevarla a lugares tranquilos y pacíficos. Sus brazos eran su lugar seguro en el mundo.

—Quiero que sepas, amor, que en mí tienes a un buen amigo a quién puedes contarle lo que quieras, ¿de acuerdo? Siempre voy a estar para escucharte. —dijo besándo su coronilla.

—Lo sé muy bien, cariño. Gracias. —sorbió por su nariz los rastros de su llanto. Patrick, la apretó más a él.

—Lamento lo que tuviste que pasar de niña, creéme. No puedo imaginarme por el dolor que sufriste —aunque si lo ponía en comparación a lo que sufrió él de niño, cuándo su padre preso de su ira acabó con la mujer que amaba accidentalmente, el dolor era igual de desgarrador, con la única diferencia de qué su padre nunca había sido violento con ella. Todo se había dado por un error—. Te admiro, de verdad. Eres increíble, fuerte y amable. No es difícil para mí amarte. Es un placer hacerlo. 

—Puedo sentir tu amor por mí, Pack. Es lo más bonito que me pasó en toda la vida —dijo acariciándo su pecho. Aún Patrick, la sostenía entre sus brazos—. Hay algo que quiero, que quiero hacer. No sé cómo hacerlo, cómo empezar.

—Empieza por decirme qué quieres hacer y te ayudaré a hacerlo. —la animó.

—Quiero encontrar a mi padre. Me gustaría conocerlo, saber sobre él. Sí sabía de mí, sí quería conocerme o no.

—¿Estás segura?

—Sí. Necesito saberlo y cerrar ese capítulo de mí vida.

Contigo, siempre | Mi Luz (libro 2)Where stories live. Discover now