Capítulo 20 - Rastreo

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Llegamos a México de madrugada.

Benjamín y yo estamos más unidos e incluso dispuestos a asistir a terapia.

Ojalá tuviera todo el año para irnos lejos, pero no, es hora de regresar a la realidad y enfrentar las críticas que seguro vendrán.

Mi esposo debe regresar a trabajar.

La primera a la que visito es a Ceci.

Bebemos una taza de té humeante en su mesita de la terraza.

Cuando Ceci se mueve para alcanzar la jarra de agua, noto que tiene otro hematoma a la altura del hombro. Es circular y mide unos dos centímetros de ancho.

—Te voy a llevar al médico, aunque no quieras —le aviso. Ya insistí demasiado. En internet vi que no se deben ignorar ese tipo de lesiones.

—Ya fui —asegura ella, despreocupada—. Me mandaron a hacerme análisis. —Mueve la mano, como minimizándolo— No te pongas intensa. Seguro solo es una anemia.

—Si vives de tés y platitos de fruta, ¿cómo no?

Por supuesto que las dos queremos estar delgadas, pero la dieta de mi amiga es extrema cuando se siente "subida de peso".

Cecilia bebe distraída de su té.

—Benjamín y yo vamos a dejar la vida swinger —suelto con una voz que no busqué que sonara débil.

Los ojos de Ceci se abren de par en par en sorpresa.

—¿Qué? ¿Por qué? —quiere saber.

Respiro hondo. Es momento de conocer la opinión de mi amiga.

—Nos estamos dando una oportunidad sincera. Quiero que volvamos a ser nosotros dos, como al principio.

—Ustedes dos —se mofa Cecilia. Sé que se le ha escapado por la cara que después hace y trata de disimularlo llenando su taza.

—Entonces, lo perdonaste —continúa ella. No me dirige la vista.

—Trabajo en eso. Adelante, pendejeame.

Mi amiga se toma unos segundos para meditar su respuesta:

—Pienso que es una decisión valiente, Maya. —Me toca la muñeca—. Y estoy para ti en lo que decidas. —Se recarga de nuevo en la silla—. Lástima que no te pudiste echar a Sergio.

—Tampoco se me antojaba tanto —digo, fingiendo desinterés.

Ceci sonríe.

Parece que un peso cae de mi espalda. Es liberador escucharla, aunque todavía faltan los más prejuiciosos.

Con la excusa de nuestro regreso, cito a mi familia y a la de Benjamín en nuestra casa. El salón es espacioso. Estaremos cómodos. Desde hace tiempo que no los juntamos. Se han desatado desagradables discusiones entre ellos que preferíamos evitar.

Ordeno platillos de mariscos y algunas ensaladas para los que son veganos.

Una vez que todos están sentados en la gran mesa larga, tomo aire y me levanto de la silla. Estoy al lado derecho de Benjamín, y con la vista le indico que también se ponga de pie. Me gusta que los dos vayamos vestidos de color azul celeste; él la camisa y yo un coordinado de falda con blusa.

Es momento de anunciar lo que seguro los invitados ya sospechan.

—Querida familia —comienzo. Enseguida me doy cuenta de que he captado la atención de todos, es mejor no andarse con rodeos—, deseamos compartir una noticia importante con ustedes.

Detrás de las Puertas ©Where stories live. Discover now