—Queremos ver cumplir tu sueño —dijo Keid—. Después de años de habernos cuidado, ahora te toca continuar con lo que dejaste pausado hace tiempo.

Los tres asintieron. Gastón sonreí para si mismo mientras Maddy se le apachurraba el alma de ver a sus tres preciosos hijos. Recordaron su día especial al volver al hospital.

—Nos veremos pronto, mamá —dijo Carsten—. Por favor que haya de esas galletas crujientes con sabor a vainilla que nos haces desde niños, te lo suplico, no hay ningunas iguales a las tuyas.

Nota mental: preparar galletas para los niños.

—¡Te amamos! —se rieron y se vieron entre ellos—. ¡Los amamos!

El video terminó y con eso, la ilusión de ambos padres floreció en su interior. Maddy rozó las cuencas de sus ojos y se trajo en sus dedos un poco de sangre. La lágrimas que soltaba eran de felicidad, pero la cristalización ya no existía en ella, tuvo que limpiarse bien.

—Ya quiero verlos y abrazarlos.

—Solo unas horas más.

—Gracias, Gastón.

Su esposo la miró con un dejo de confusión.

—Sé que el inicio fue bastante horrible para ambos, y míranos...

Gastón sonrió.

—Desde antes de nacer ya eras mía —besó el dorso de la mano de su esposa.

—Pervertido.

Sonrieron y se burlaron entre ellos.

—En realidad quien debe de agradecerte soy yo, por ser mi mujer y la madre de mis hijos. Gracias por amarme sabiendo que era un caos.

Se detuvo justo en la entrada del hospital, donde a Maddy le esperaba su vida como residente y su sueño más grande.

—Después de todo eres mi propio caos.

—Totalmente tuyo.

Se dieron el tiempo de un beso lento y luego bajaron. Maddy estaba lista.

Gastón le entregó su mochila y le sonrió.

—Lo harás bien, evita que te vean sacar de tus manos instrumentos de quirófano.

Tal vez los guantes estorbarían. Gastón en ocasiones se tensaba cuando las discusiones con Maddy se volvían intensas, las armas salían de sus manos en cualquier momento si ella lo deseaba.

—Lo tengo dominado —le guiñó el ojo.

—Ve por tu sueño.

A Maddy se le volcó todo el estómago al ver como Gastón le soltaba la mano para dejarla ir al hospital.

—Te amo —le dijo la vampiresa de largo cabello rojo.

Gastón esta vez mostró sus perfectos dientes en una sonrisa muy atractiva.

—Tus hijos y yo estaremos esperando por ti.

Eso era extraordinario, una familia esperando en casa. Su familia.

Maddy le dio la espalda a Gastón y caminó con paso seguro al interior del hospital. Su sentido de olfato era extremadamente agudo, sangre, medicamentos mezclados, productos de limpieza, café, todos esos aromas que antes percibía ahora era más intensos y le gustaba. De nuevo en el campo que tanto amaba.

Se colocó su gafete de identificación con una foto de hace años—no se notaba la edad—, pero ahora como residente de cirugía.

Se acercó al mostrador donde se encontraba una enfermera de cabello canoso, la mujer de vista cansada vio más allá de sus dos cristales y quedó casi pasmada al ver la belleza de Maddy.

—Buen día, soy la nueva residente de cirugía, Madeleine Le Revna.


Fin.

Fin

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3° El amo del desastreWhere stories live. Discover now