Excelente.

Me quité la desgastada camisa de cuadros que traía puesta y la até a mi cintura. Miré debajo de mi brazo y encontré eso que tanto odiaba; manchas de sudor.

Odio tanto el calor, el sol. Sudar sobre todo.

Observé hacia ambos lados de la carretera, llevábamos más de diez minutos y no había pasado ni un solo automóvil.

Atravesé los dos carriles hasta llegar al otro lado.

"¡Ten cuidado Dylan!" Escuché a mi madre gritarme.

Me sostuve de la barra de contención para mirar abajo. Las gotas que salpicaron mi cara por las violentas olas que golpeaban en la pared de piedra, se sintieron tan necesarias. La brisa del mar era exquisita.

"¡Oh, gracias por detenerse!"

Miré a mis espaldas, encontrándome con una camioneta oxidada de color azul, estacionada delante de nuestro automóvil.

Regresé sin observar si podía cruzar. Sin embargo afortunada o desafortunadamente, no había un alma además de nosotros.

De la camioneta se bajó un hombre de meijillas rosas y barba blanca, vistiendo un overol de mezclilla que pedía a gritos que lo metieran en una lavadora.

Si me lo preguntan, sería un buen prospecto para disfrazarse de Santa Claus.

"Hola buenos días" Mi mamá se acercó a saludar al que veía como su salvador "Gracias por detenerse, nos quedamos sin combustible. Por un momento creí que tendríamos que esperar por horas".

"No hay problema. Pero no los había visto por aquí" El hombre pasó sus ojos por nuestros rostros, lo cual fue bastante incómodo. "¿Están de paso o por vacaciones?".

Mi madre me miró pidiéndome que me acercara a su lado.

"Vamos de camino a San José, nos estamos mudando" Mi madre habló con tanta tranquilidad que me preocupó que estuviera confiando de más. Se trataba de un hombre extraño de carretera "Soy Isabela y este es mi hijo Dylan".

Sentí un apretón en mi hombro que me hizo sonreír incómodamente como saludo.

"No estamos muy acostumbrados a que llegue gente nueva a vivir a San José" El hombre buscó en la parte trasera de su camioneta, sacando un pedazo de tela para limpiarse las manos "Más bien se quedan unas semanas y después se van. Es una ciudad pequeña y tranquila, por lo que si no sientes cariño por ella es muy difícil querer quedarse".

"¿Usted es de San José?"

Mi madre continuó sonriendo. No era muy extraño pues está en su naturaleza ser una persona bastante social, por lo que disfruta mucho de intercambiar palabras con extraños. A diferencia de mi que prefiero evitar lo más posible una conversación innecesaria en mi criterio.

"Así es, soy Armando" Señaló el escudo desgastado de su overol "Tengo un taller en San José, que es el mejor sin presumir".

"Creo que eso es mucha suerte, tomando en cuenta nuestra situación"

Los observé riendo y no pude terminar de entender lo gracioso del momento.

"Tendré que llevar jalando su auto hasta la gasolinera de la ciudad, la cual está a unos veinte minutos"

El hombre de nombre Armando, ató nuestro auto a su camioneta con una cadena. Una simple cadena. Quizás estoy siendo paranoico, pero nuestra vida dependía de una cadena, igual de oxidada que su camioneta que sonaba como algo a punto de colapsar.

"Sube Dylan, nos vamos" Mamá se notaba emocionada, no quería arruinarle el momento así que guardé mis comentarios para después cuando estuviéramos solos y a salvo.

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Era casi como lo imaginé. Tranquilo, soleado y con poca gente.

Después de que el amable señor Armando nos dejara en la gasolinera, mi madre sugirió dar un recorrido por la ciudad. Después de tener abstinencia de combustible, ahora quería gastarlo en demasía.

Era linda.

La mayoría de personas se saludaban entre sí, lo que me dio la sensación de que llamaríamos mucho la atención. La vista a la playa era estupenda, hermosa. Y ni hablar de los sonidos de las aves, el mar y la música.

Mi madre tenía razón, parecía un buen lugar para comenzar de nuevo, lejos de los problemas y el estrés.

Como en todas las ciudades habían espacios más lindos, limpios y lujosos que otros. Nuestra nueva y mediana casa no estaba en el lugar más despampanante pero el césped se encontraba bien cortado, la calle pavimentada y el vecindario se miraba tranquilo.

"Hemos llegado" Mi madre se paró a mi lado, sosteniendo una caja idéntica a la que yo sostenía. Ambos observamos la fachada del comienzo de nuestra nueva vida.

"El azul es lindo" Opiné sobre el color con el que decidieron pintarla.

"Sabía que te gustaría"

Mi madre dejó la caja en el suelo para poder sacar las llaves de su pantalón gracioso de Bob Esponja que usaba como pijama. Al adentrarme a la casa me pareció aún más agradable.

"Tiene dos habitaciones idénticas así que únicamente tienes que preocuparte por escoger la que más te guste" Vi a mi madre colocar la caja en medio del espacio en el que seguramente habría un comedor en el futuro.

Estaba completamente vacía. Y eso se sintió abrumador. De repente no teníamos nada más que un par de cajas y la esperanza de tener algo de suerte.

Y por fin lo razoné.

"Ey" Mi madre se colocó frente a mí, quitándome la caja que traía en manos para dejarla a un lado, alejándome de mis recuerdos "Vamos a estar bien, decoraremos esta casa juntos y conoceremos nuevas personas. Te prometo que me voy a esforzar para que no resientas los cambios".

Le sonreí de nuevo, porque no quería que se preocupara por más cosas de las que ya lo estaba.

Mientras estuve en nuestra antigua casa, muchas veces soñé con escapar, soñaba conmigo corriendo lejos hacia ningún lado en específico pero con cada paso haciéndome sentir más ligero y libre.

Pero ahora no estoy seguro exactamente.

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El Reflejo De Las Estrellas En El Mar.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon