-Es mi casa, y hago lo que quiero en ella.

-¡Pero un perro! ¡A los vampiros no nos gustan los perros! ¿Recuerdas? Hace mil años lo usaban para rastrearnos; los caza vampiros... Desde entonces es un reflejo mental... No nos gustan.

-A Mariana le gusta Brownie...

Victorio escupió el té que estaba tomando y comenzó a toser.

-¿Brownie?

Juan Pedro asintió.

-Así se llama –Nicolás resopló y salió de la habitación. Victorio se removió en su asiento y sonrió -¿Qué?

-Tienes buena cara... ¿Ha sucedido algo?

Juan Pedro suspiró y desvió la vista. Inconscientemente observó la yema de sus dedos recordando la suave textura de los labios de Mariana y de su cálido aliento golpeando sus dedos.

-Nada en especial... Es solo que... -Sonrió y observó a Victorio quien volvía a tener la taza de té entre sus manos –No puedo esperar más tiempo para tenerla.

Vico soltó una carcajada y tomó otro trago del té.

-¿Estás tan desesperado, que hasta le regalas un perro?

-No podía decirle que no; cuando me mira con ese par de grandes ojos caramelo quiero regalarle hasta la mismísima luna –Juan Pedro se levantó y se dirigió a la ventana. Corrió la cortina dejando que la luz de la luna llena entrara e iluminara la estancia.

La luna fortalecía el cuerpo de los vampiros, cuando no habían dormido el día anterior. Y más que nunca Juan Pedro necesitaba de la luna; había perdido cantidades indudables de energía al intercambiar parte de su experiencia por la habilidad de salir bajo la luz del sol. El dolor que había sentido –como si le estuvieran enterrando miles de cuchillas en el cuerpo- dejo un trauma en su cuerpo. Pero había valido la pena... Eso era cierto.

La vista de Mariana rodeada por la luz solar y los rosales blancos a su alrededor le iban muy bien. Hace años, cuando había descubierto que su compañera era la hija de Charles, se había encargado de que ningún niño ni ningún hombre se le acercaran... Todo aquel que parecía tener algún interés en ella era despachado.

Cuando Mariana cumplió los diez años, Juan Pedro le confesó todo a Charles y a Sarah... Charles actuó con buena cara y Sarah incluso pareció feliz. ¿Por qué? Aun recordaba las palabras exactas que Charles le había dicho: "Eres la persona más adecuada para cuidar de ella... Yo reservare y la cuidare celosamente, escogeré sus amigas y mantendré su inocencia hasta que la reclames... Pero hasta entonces, no la veas. Por favor" Y así había hecho.

Durante años y años, Juan Pedro la observaba crecer desde las sombras. Rodeada de inocencia y siendo protegida por sus padres. Con amigas especialmente seleccionadas y sin ningún hombre a su alrededor. Y cuando cumplió ella los quince, tuvo su primer amigo barón... Los celos lo carcomían, pero él también había sido elegido para hacerle compañía... Y así los amigos siguieron aumentando.

Enviaba regalos todos los años, juguetes, flores y chocolates. En fechas especiales, como San Valentín, navidad y el cumpleaños de La; todos firmados como de parte del príncipe para la princesa.

Y eso era lo que él era. Un príncipe de la noche; un señor de la oscuridad... Aunque pudiera salir a la luz del sol, su existencia todavía seguiría siendo oscura y una verdadera amenaza para los humanos. Con su dedo derecho comenzó a golpear el vidrio de la ventana.

-Es increíble. No quiero volverme un zombie y comenzar a babear por una mujer –Victorio lo observó entornando los ojos y suspiró con pesadez –Ruego porque la supuesta compañera no se le ocurra aparecer jamás ante mí.

Juan Pedro volvió al cómodo mueble y dejo caer con fuerza su cuerpo.

-Eso dices... Pero cuando ella aparece, no puedes pensar en nada más que no sea en poseerla, hacerla tuya y conectarla a ti.

-Es diferente –Victorio dejó la taza de té que estaba tomando sobre la mesa y apoyo sus manos en las rodillas –Tú querías que tu compañera apareciera, en cambió yo no lo deseo... Quizás mi negatividad pueda contra las fuerzas de la naturaleza.

-Sigue soñando, Vico... Sigue soñando...



Mariana abrió la puerta de su recamara con sumo cuidado. Asomó la cabeza por una pequeña abertura que había hecho y asintió al ver que el pasillo estaba completamente vacío. Se volvió y tomó a Brownie entré sus brazos; salió aprisa bajando las escaleras hasta llegar a la enorme puerta trasera que llevaba al laberinto.

No se había preocupado por ponerse algo de ropa y decidió que algo ligero era la mejor opción para salir a hurtadillas y explorar más. Llevaba su pijama de mono largo y camiseta de tirantes, de color azul cielo con marrón. Por suerte Brownie no hacía ningún intento de escaparse de sus brazos ni de comenzar a llorar; más bien, le lamía el brazo y restregaba su pequeña y peluda cabeza negra contra su muñeca.

Cuando lograron salir de la casa, Mariana lo bajo y observó como el poddle se iba hasta algún lugar no muy lejos de ella y levantaba la pata para descargar el líquido que había ingerido. Ella desvió la vista; a nadie le gustaba ver a otros haciendo sus necesidades.

Eran aproximadamente la una de la mañana. Mariana no había cenado, debido a las nauseas que llevaba encima desde la hora de la merienda. No había salido de su habitación en ningún momento... No tenía muchas ganas de encontrarse cara a cara con Lanzani y llevarse un gran sobresalto; no quería ponerse a sudar delante de él ni tampoco sentir su cara arder debido a que se había puesto colorada.

Jamás en su vida se había sentido atraída por ningún hombre, y de un momento a otro llega él y la hace tener todo tipo de pensamientos amorosos y sexuales... Se sonrojó al recordar su actitud el día de ayer, cuando llegó a la mansión.

Pero es que a la luz, Juan Pedro Lanzani era hermoso... Como un ángel. Y bajo la oscuridad parecía un demonio. Brownie restregó su cabeza contra su pantalón de dormir y Mariana se puso de cuclillas para rascarle la cabeza.

-Es muy peligroso estar aquí afuera.

Del susto, estaba segura de que estuvo a punto de vomitar. Se levantó de golpe y se dio vuelta. Juan Pedro Lanzani le devolvía la mirada.

-Bu... Buenas noches, señor Lanzani.

-Juan Pedro.

Mariana asintió y levantó a Brownie quien se removía inquieto ante la presencia de él. Incluso comenzó a gruñir.

-Bueno... Yo me iba a dormir, de todas formas –Observó al perro –Solo salí un instante, para que Brownie hiciera sus necesidades.

Juan Pedro movió la cabeza en señal de que la escuchaba.

-Y pues... Entonces, hasta mañana.

Estuvo a punto de pasar por su lado. A punto de escapar, pero él le agarró el brazo y le dedico una sonrisa.

-Espera –Maniana se estremeció ante la textura de los callosos dedos masculinos -¿Por qué no me haces compañía durante un rato, La?

Oscura inocencia Where stories live. Discover now