El amor... ¿no lo es todo?.

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Diez segundos habían pasado y ella seguía en silencio.

Para él, ese silencio era suficiente respuesta para probar su punto.

—¿Lo ves?. No hay manera en que puedas describir lo que es el amor.

Su amplia sonrisa, que con el pasar de los segundos se ensanchaba aún más, desentonaba con la seriedad del asunto a tratar.

—El amor, querida mía, es un sinsentido que ni siquiera puede ser descrito correctamente... demasiado ambiguo diría yo. —dio unos pasos acercándose más a ella —Hay cosas que son más tangibles que esas tonterías.

Y en cierta manera, eso la hacía sentir ofendida.

—¿Qué clase de cosas?.

—Mmm...¿Por donde empiezo?.

Alastor tomó el cabello de Charlie para juguetear con él mientras sus miradas se cruzaban. En esta ocasión, después de un largo mes, su encuentro era para hablar en serio.

—Tú y yo tenemos una alta compatibilidad, querida, algo difícil de encontrar. Compartimos intereses y, ciertamente, me resulta cómodo estar contigo.

Ella no sabía si había entendido correctamente. Parpadeó varias veces, consternada.

—¿Comodidad? —musitó ella inconforme  —Y ¿qué hago yo con esto que siento?. Yo de verdad sigo enamorada de ti y resulta que tú estás conmigo solo por comodidad...—le reprochó.

—Y... ¿entonces fuiste infeliz todo este tiempo?.

Esta vez, ella no respondió.

Alastor la sujetó del rostro con una sola de sus manos. Apretó sus mejillas, cuidando no usar demasiada fuerza.

—No está en mis planes dejar ir a mi pareja de baile en esta fiesta infinita... aposté al destino que moriré en sus brazos sea cual sea la circunstancia, querida esposa mía.

Charlie no pudo evitar que un rubor intenso cubriera su rostro. Hizo fuerza para liberarse de la presión ejercida en su rostro, hasta que finalmente, pudo apartarlo.

No sabía que pensar. Su corazón estaba inquieto, latía con rapidez amenazando con salirse de su pecho.

Ante su silencio, él continuó.

—La fiesta no ha terminado, mi bella demonio encantadora, ¿escuchas ese ritmo que suena solo para nosotros?. —ella lo miró confundida —Sabes cómo es esto. Si el ritmo cambia, ajustamos nuestros pasos. Si la música termina, tarareamos una bella canción. Si nos perdemos un poco, fácilmente podemos improvisar. Tú lo sabes mejor que nadie, mi eterna compañera.

Cada milisegundo era un paso que él daba hacía ella y ella retrocedía. Se sentía inquieta. Esos aplastantes sentimientos la asfixiaban y, pese que no quería admitirlo, la habían conmovido las palabras del demonio radio.

Él era bueno con las palabras, debía admitirlo.

El espacio se le acabó, sintiendo como su espalda chocaba con la pared. Alastor no hizo por invadir su espacio personal demasiado.

Se quedaron mirando por largos segundos. Los ojos brillantes de Charlie la delataban; titilaban como estrellas en un cielo nocturno, llenos de sentimientos contradictorios. Odiaba tener que hacer demasiado esfuerzo intentando apaciguar una llama que se había encendido en su corazón.

Carraspeó un poco antes de hablar.

—Alastor... sin duda eres raro como el carajo —sopesaba las palabras que debía decir a continuación —Lo peor es que me gustas de esa manera y... joder... necesito tiempo para pensarlo.

Él la seguía mirando con esa sonrisa que a veces exasperaba a Charlie. Parecía como si nada le importara y, aún así, le encantaba.

—Por el momento sólo puedo recoger mis pertenencias, al menos lo que no pude llevarme aquella noche. Siento... que no me será fácil compartir mi vida con alguien que no sienta lo mismo que yo —finalizó la oración con la cabeza gacha.

—Como prefieras, querida mía.

Ella no quiso quedarse más tiempo ahí, sentía que en cualquier momento el llanto se apoderaría de ella y definitivamente no quería eso; ya le había dedicado demasiado tiempo.

Empezó a caminar, alejándose de Alastor. Caminó hasta las escaleras y empezó a subirlas, hasta que la voz de él la hizo detenerse.

—¿Y qué hay del anillo?, dulzura. Sigues portándolo, presumiéndole a todo el mundo que me perteneces.

Ella hizo un puño con su mano. Lo apretó tan fuerte que las uñas se marcaron en las palmas de sus manos.

—No quiero un escándalo cuando se enteren que estamos separados... tampoco les daré el gusto de obtener el divorcio, ni a ti ni a mis padres —comunicó con la voz temblorosa.

Al no escuchar respuesta del demonio radio, sólo pudo dedicarse a continuar con su camino.

Siguió con pasos rápidos, escaleras arriba, dirigiéndose a la que alguna vez fue su habitación matrimonial.

Esa lágrimas escurridizas no se hicieron esperar.

.

~continuará...

BAILANDO.Where stories live. Discover now