Luna Roja

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La moto decidió quedarse sin combustible justo por la entrada de la cloaca de la ciudad. Una de las cloacas. Dicha la mía.

Pero estaba lejos, muy lejos de casa. De lo que había sido casa, por el tiempo deseado. Hora de echar raíces en nuevos huecos, hora de hacer maletas (tampoco debería exagerar, cargaba tan poca ropa conmigo...Si solo un par de zapatillas me era...En fin). Hacía mucho que no lo hacía, y la ciudad no se veía tan desastrosa. Había estado en auténticos tugurios en comparación.

Bueno, tampoco podía hacer mi mejor juicio. Mis ojos no estaban en forma y todavía faltaba mucho por ver. Aún quedaba el bosque cerca. Pero si podía entornar bien, y concentrarme completamente...

Una gasolinera cerca. Ideal para el moto, oye. Luego, más allá, justo por donde comenzaba la ciudad, había una hilera de bares y discos; abiertos para la juventud lista y caliente para ir de fiestas. Olía a puros, cerveza...Y mujeres.

Sonreí. Bien, la noche no estaría completamente perdida. Todavía faltaba para que fuera el mes entero. Dudaba que tuviera problemas. Pero bah, ya estaba delirando, ¿cuándo fue la última vez que ocurrió eso? Estaba mucho mejor a cuando recién empezó todo eso.

Y si fuera así, si de veras ocurriese...Bueno, que cómodo que tuviera el bosque aquí al lado. Así evitaría esconderme por los callejones y rezar para que los hombres estuvieran borrachos para darse cuenta de mí.

La verdad, esa noche solo planeaba a lo más beber un poco y perderme en el barullo de la ida de la fiesta. Guardar el arma por una noche. Una noche sin sangre, sin sueños. Lo que nunca imaginé fue que esa noche, lo quiera o no...Cambiaría mi vida por completo.

Bajé de la moto y fui acercándome poco a poco a la muchedumbre, a la música, a la decadencia...A la sociedad.

Cuando entré, no imaginé que muchos siquiera me darían una ojeada. No me podría considerar guapo; siempre sería elegido último en una lista de galanes. Las patillas, las ojeras, ojos negros cual túneles; pasaban las décadas pero nunca representaría "tendencia". Tal vez si fuera más joven eso me hubiera dañado la auto-estima; pero a esta edad ya me daba un poco igual la reacción que mis cejas, ojeras o patillas sacasen de varias mujeres. De cualquiera, la verdad; con todas las tragedias que el mundo ha pasado, un hombre feo no iba a romper ningún espejo. Apenas arquear una ceja más de lo debido.

Lo que no se esperaba fuera que, aparte del barman, la única otra persona que me prestó atención esa noche fue un tornado rojo. Caramba, un auténtico tornado tal vez me habría causado menos daño.

Y años después, cuando reflejaba en ello, cuando guardaba las últimas cenizas...Sí, la mejor forma de describir a Dany era como un "huracán". Movida, fuerte, inolvidable. Como se dijo, una y otra vez más, un "cambio de vida".

Solo que jamás imaginaría que eso vendría con una cerveza derramada, un tacón hundiéndose en mi dedo pulgar, y un aullido amortiguado.

Comprendí pronto lo que la muchacha intentó hacer; mis instintos me daban esa ventaja de leer los actos de otros. Era muy práctico para ahuyentar cazadores, ¿pero a una mujer queriendo coquetear contigo? Me habría salvado el dedo hinchado si nomás yo iniciaba el coqueteo.

Pero fue rápido. Nada más el barman me tomó el pedido, lancé una mirada furtiva alrededor, y mis ojos chocaron contra los suyos. ¿Cómo no podría? Los ojos más brillantes del bar contra los más oscuros. Tal contraste iba eventualmente a surgir. Pero oye, mejor entre borracheras que llamaradas.

Pero algo falló. Quizá se sentía muy segura, quizá ya había chupado de más, pero no notó el charco en su camino, que la llevó a dar un traspiés e irse de espaldas. Casi casi su cráneo estallaba contra el suelo...Si no fuera por mis brazos, que la resguardaron de cualquier peligro. Aunque se podría haber guardado el paso extra de su tacón que llevó a mi pulgar del pie aplastado.