Ahora mis caricias van hacia su cabello o sus brazos. Cada vez que estábamos juntos sentía una necesitad inexplicable de tocarla, de sentirla cerca de mí, y esta vez no era una excepción.

—¿Eso fue un ataque de ansiedad? —pregunta luego de varios minutos en silencio.

—Sí.

—Pero...

—Has reprimido tus emociones este tiempo, ¿me equivoco?

Noto como la pregunta la deja sin palabras, como si hubiera acertado en el blanco. Como si realmente desde mi llegada ella hubiera estado ocultando todo lo que siente.

—Cuando haces eso, es como si sobrecargaras el sistema —intento explicarle—. El cuerpo es sabio y también habla, tarde o temprano va a salir si lo guardas. Es como ir en un bosque caminando, solo basta un paso en falso para activar una trampa de oso.

Ella suspira lentamente y se acurruca un poco más cerca de mi pecho.

—¿Crees que todo esto fue por...?

—Claro —respondo antes de que termine, porque sé muy bien a lo que se refiere.

Luego de unos segundos se aparte de mí y se sienta enfrente mío, mirándome a los ojos y dedicándome una sonrisa. De repente siento como si el tiempo se detuviera mientras me interno en el color de sus ojos.

—Gracias por cuidarme.

Cuando lo dice, el ambiente se carga de emociones que me hacen sonreír a mí también.

—No lo agradezcas, después de todo, es lo mínimo que puedo hacer.

—¿Por qué lo dices?

—Porque nunca dejé de esperarte, tu nombre fue lo único que hizo que mi corazón no dejara de latir.

Al escucharlo se levanta energéticamente, deseando escapar de las palabras que le he dicho, porque parecen clavarse en el fondo de su ser. Esa es precisamente una de las maneras en las que reprime lo que siente, porque ni siquiera se da el tiempo de procesarlo.

—¡Mack, espera! —le grito, siguiéndola, pero ella intenta huir.

—¡No me sigas! —responde.

Ella comienza a caminar más rápido, evitando así que me acerque más a ella.

—¡¿Por qué huyes de mí?! —le reclamo cuando tomo su brazo y la detengo, haciendo que voltee a verme a los ojos.

—¡Porque me caes pésimo, Aser Dylan!

—¡Perfecto, McKenzie Elder!, ¡Nunca intenté caerte bien!

—¡Eres un odioso y mentiroso! —escupe, y siento como esas palabras se clavan poco a poco en mi pecho como dagas.

—Al menos sigo estando en tu corazón —me limito a responder, encogiéndome de hombros, como si no me importara, sabiendo en realidad que me está matando poco a poco el amor que le tengo a esa mujer.

Ella guarda silencio, porque sabe que tengo razón, lo que a la vez me tranquiliza bastante. Ella podía decirme que no, que había ahora otro chico más, pero no lo hace. Solo me observa en silencio sin decir nada más.

Doy dos pasos hacia atrás.

—¿Quieres que me vaya de nuevo? —pensar eso me destruye a pedazos, pero creo que ella no tiene idea de cuánto.

—Quédate —responde casi al instante, con los ojos vidriosos.

—Lo único que demuestras es que mi presencia te parece desagradable desde que vol...

—Es mucho peor cuando no estás aquí —me interrumpe antes de terminar la frase.

Cuando lo dice siento como se aprieta suavemente mi pecho, como si me emocionara aquello, porque era lo único que necesitaba escuchar: que aún me quería.

—Lo siento —digo cuando me acerco lo suficiente a ella como para sentir su respiración alterada en mi cuello—. Sé que fui un idiota al alejarme, pero necesito que me creas de que estoy arrepentido. Todo lo que dije...

—Aser —coloca su mano en mi mejilla derecha y la acaricia con la yema de su dedo pulgar sutilmente— Estabas asustado igual que yo, no tienes de qué disculparte realmente, la culpa fue de ambos.

—Creía... creía que alejándome de ti todo sería más fácil, pero resultó ser horrible —le confieso, con un poco de vergüenza— Solo soy un egoísta que no pensó en ti...

—Cariño —vuelve a interrumpirme—, aunque no lo quiera, siempre voy a amarte, en esta vida o en otras cien más...

Fue ella esta vez quien se acercó para abrazarme y llenarme de calor. Al tener su cintura entre mis manos, sentí sus costillas; podía ver cómo había perdido bastante peso y no pude evitar sentir bastante culpa por ello.

Sus manos, que reposaban en mi espalda, me abrazaron aun más fuerte, como si no quisiera despegarse de mí. Después de unos instantes nos alejamos del otro, sin soltarla de la cintura; y acariciando mi pelo con delicadeza, enredando sus dedos en él.

—¿Recuerdas la vez que me dijiste que no te gustaba que te tocara el pelo?

Sonrío de lado, con nostalgia.

—Uh-huh, recuerdo que fue antes de que empezáramos a entrenar hace...

—... casi dos años —termina por mí.

Aprieto un poco su cintura, pegando su cuerpo con él mío.

—¿Sigues queriéndome? —me pregunta ella a mí, con una sonrisa pícara en el rostro.

—¿Qué mierda acabas de preguntarme? —le pregunto como respuesta—. Te amo McKenzie, ¿me entiendes? Te amo, joder... Si no lo hiciera entonces no me la habría jugado de nuevo por ti.

Bajé la mirada hacia sus labios y con una mano tomé el costado de su cabeza, atrayéndola hacia la mía para besarla. Fue un beso seguro, apasionado, no como el anterior. No había dudas de lo que sentíamos, porque siempre había sido así: entre nosotros todo seguía intacto, y me mataba pensar en los años a su lado que había perdido por estar dudando.

Siento como una de sus manos baja hacia mi pecho y la otra continúa enredada en mi pelo. Besa la comisura de mis labios, ladeó su cabeza procurando que tuviera más acceso a ella y envió pequeñas sensaciones a mi sistema nervioso, dio un jadeo y se detuvo. No se apartó pero no siguió, solamente se quedó quieta.

—Qué bueno saber que me sigues queriendo —susurra contra mis labios.

—Te sigo amando —la corrijo.

Luego besé delicadamente sus labios y la abracé, buscando esa sensación de tranquilidad que deseaba. Quería que supiera que era mi culpa, pero que también la amaba demasiado. Y eso no me hacía tan bien.

Hai finito le parti pubblicate.

⏰ Ultimo aggiornamento: May 16 ⏰

Aggiungi questa storia alla tua Biblioteca per ricevere una notifica quando verrà pubblicata la prossima parte!

La Paz de Su SonrisaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora