Capitulo 2: El Zar ruso

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Caesar Alexandrovich Sergeyev, conocido como El Zar, reinaba como el capo más temido en el mundo de la magia en toda Rusia

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Caesar Alexandrovich Sergeyev, conocido como El Zar, reinaba como el capo más temido en el mundo de la magia en toda Rusia. Su título nobiliario no solo denotaba su linaje, sino también su implacable dominio sobre aquellos que osaban desafiarlo.

Era un hombre poderoso y sanguinario, cuya crueldad se susurraba en cada rincón del submundo mágico. Rumores se extendían sobre su aparente carencia de emociones humanas, alimentando la leyenda de que solo encontraba placer en la desaparición de sus enemigos.

Los murmullos sobre su infancia atroz agregaban una capa más a su imagen macabra. Se hablaba de su padre, Sasha Sergeyev, como el arquitecto de su personalidad retorcida y sanguinaria. Se contaban historias de secuestros repetidos durante su niñez, sin que su padre acudiera en su ayuda, como si fuera una lección cruel que debía aprender. Se insinuaban actos horribles cometidos mientras obligaba a su hijo a presenciarlos, forjando así el monstruo que se convertiría en El Zar.

La organización Sergeyev, bajo el mando del Zar, era una fuerza imparable, que no toleraba la debilidad ni la disidencia. Su dominio era absoluto, controlando cada aspecto del mundo mágico con una mano de hierro. En un reino donde la brutalidad y la astucia reinaban, El Zar era el amo y señor de todo lo que veía.

A pesar de su reputación temible y las verdades perturbadoras que rodeaban su vida, había un anhelo secreto que latía en lo más profundo del corazón de Caesar: encontrar el amor genuino.

Los recuerdos de la trágica historia de sus padres resonaban en su mente. Un matrimonio de conveniencia que terminó en tragedia con la prematura muerte de su madre a manos de una criada que había sido amante de su padre. Aunque apenas tenía recuerdos de ella, algunas voces ancianas en la mafia le habían contado que su madre lo había amado a pesar de que su padre no correspondía esos sentimientos.

No quería repetir el mismo destino. El sexo casual y sin compromiso, aunque una distracción ocasional, no satisfacía el vacío en su corazón. Sentirse enamorado parecía infantil e ilusorio, especialmente para un hombre tan poderoso y odiado en el mundo de la mafia. Era consciente de que el amor sería una debilidad que sus enemigos no dudarían en explotar.

Mientras trabajaba en su despacho, se topó con una pila de papeles enviados por su padre, todos con la misma finalidad: encontrar una esposa y asegurar un heredero. Pero ninguna de las mujeres presentadas en esos documentos despertaba su interés. Todas parecían vacías, obligadas por las circunstancias a un matrimonio sin amor.

Fue entonces cuando su mano encontró algo inesperado en el bolsillo de su chaqueta: una piruleta azul pastel, un gesto de disculpa de la chica con la que había chocado esa mañana.

De repente, su mente se inundó con la imagen de esa chica: pequeña, rubia de ojos azules, con una figura encantadora y una sonrisa que le había capturado el corazón. Una sensación cálida y desconocida se apoderó de él mientras contemplaba la piruleta en su mano, y una sonrisa se formó en sus labios al pensar en ella.

-Siempre quise a una gatita a la que cuidar-

La puerta de su despacho se abrió de golpe, revelando la figura imponente de un hombre alto, de tez morena y cabello castaño.

-Hola primo- Dijo el hombre con voz melodiosa-

Caesar reconoció de inmediato a este individuo que había compartido muchos momentos de su vida: Dimitri, uno de sus más leales y confiables asociados en el mundo de la mafia.

El semblante de Dimitri reflejaba diversión y pereza, indicando que la visita  era trivial. Caesar levantó la mirada de los papeles sobre su escritorio, enfocando su atención en su viejo amigo y compañero en el crimen.

-¿Que quieres ahora? ¿Necesitas otro abogado por qué volviste a embarazar a una de tus pilinguis?- Pregunto Caesar-

-Bueno ¡No fue mi culpa! Ya sabes que me molesta usar el globito- Se defendió Dimitri-

-Me parece asqueroso que le digas a las mujeres que eres estéril para tener sexo con ellas- Dijo Caesar-

-Oh vamos no todos en la mafia somos tan deseados como tu- Dijo Dimitri- ¿Y esto?-

Dimitri agarró los informes de las posibles candidatas a esposa del Zar.

-Joder que pibones ¿No? Los que a ti no te gusten me los das a mí ¿Vale primo?- Dijo Dimitri-

-Puedes quedarte con ellas, ninguna resulta de mi agrado- Dijo Caesar-

-¿De verdad? Ow gracias que gran primo tengo- Dijo Dimitri- Oh un caramelo- Dimitri agarró la piruleta que estaba en la mesa- ¿Son de esas que te dan viajes?-

El sonido de un arma cargándose fue suficiente como para que Dimitri dejara de intentar abrir el empaque del caramelo.

-Suelta eso- Dijo Caesar apuntando con el arma-

-Ok...No se a que viene ese comportamiento, a ti ni siquiera te gustan los caramelos- Dijo Dimitri dejando la piruleta en la mesa-

-El por qué la atesore no es asunto tuyo- Dijo Caesar- Por cierto necesito que busques información sobre alguien-

-Ok ¿Como se llama?- Pregunto Dimitri-

-No lo se- Dijo Caesar-

-Entonces bueno dime cómo se ve- Dijo Dimitri-

-Bajita, rubia, ojos azules, con cachetes redondos, con mucha curva- Dijo Caesar-

-Ok...¿Sabes a qué se dedica?-

-Creo que es médico o algo de eso, la vi subirse a una ambulancia y enseñar una identificación- Dijo Caesar-

-Bueno con eso creo que será suficiente, adiós primo nos vemos, acuérdate de conseguime un buen abogado ¡Bye bye!-

Caesar volvió a quedarse solo en su despacho, regreso a mirar la piruleta.

-Tampoco sería tan malo ¿O si?-

-Tampoco sería tan malo ¿O si?-

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Hola UwU

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Espero que sí

Gracias por leer

Bye bye

Entre Criminales y Terapeutas: Un Matrimonio de Conveniencia {Caesar y tu}Where stories live. Discover now