El problema era que esa no era la primera vez de Sophie en sentirse así.

Lo había logrado, sí.

Había logrado su más grande sueño. Había soñado con ese momento desde que era una niña. Lo había anhelado durante toda su vida, más que a nada en el mundo. Pero, de alguna manera, ahora que lo había conseguido, no podía sentirse feliz. Y quizá tacharse así misma de ambiciosa y ególatra habría sido la justificación más fácil para explicar el por qué no se permitía vivir al máximo el momento de su vida, pero no era así.

No podía sentirse feliz porque llevaba meses sin poder sentir nada en lo absoluto.

El que se suponía debía ser "el mejor día de su vida", ahora representaba una de las tantas pesadillas que le atormentaban día a día. Deseaba que todo acabara de una vez por todas.

Sophie llegó hasta los establos. Se quitó el casco y los guantes, sintiéndose abrumada. Y se sintió aún más abrumada cuando sacó su móvil y toda esperanza que ella conservaba se esfumó por completo al no ver respuesta a los miles de mensajes y llamadas que Sophie había dejado para Tripp y el abuelo.

Se la había pasado todo el verano tratando de contactarlos: miles de mensajes, miles de llamadas, miles de visitas a la mansión, miles de recados, miles de cartas... Sophie había probado todos los métodos para llamar su atención, pero ninguno parecía funcionarle.

Su último as bajo la manga había sido ganar el Hampton Classic y, así, creer que obtendría un poco de su atención. No obstante, su buzón seguía vació y la ausencia de su abuelo se hacía más presente día con día.

Debía resignarse, ellos no iban a ayudarlos. Y no porque no supieran sobre su situación, todo lo contrario, sino porque su decisión había sido abandonarlos como castigo a sus acciones. Más bien, a las acciones de sus padres.

Pero, ¿era justo que Nathaniel y Sophie sufrieran las consecuencias de actos que ellos nunca cometieron?

No, pero, ¿cuándo algo en su vida había sido justo?

Sophie se dejó caer de cuclillas, llevándose las manos al rostro en señal de frustración. Quiso llorar y gritar por la impotencia, pero se reprimió a sí misma en hacerlo. No le serviría de nada hacerlo.

Alzó su rostro, sin ninguna expectativa de por medio. Sophie miró hacia la deriva. Y entonces, la vio.

¿Era posible que...?

Sophie contuvo la respiración al momento en que la chica se giró hacia ella. Sophie se quedó pasmada por unos segundos, pero rápidamente el alivio embargó todo su sistema. No obstante, deseó encontrar en esos ojos verdes que la miraban con suma curiosidad a aquellos ojos marrón miel que le quitaban el aliento.

Esos, los ojos verdes más expresivos del mundo que la miraban con genuino interés pero que, para lamento de Sophie, no le decían nada de lo que ella tanto anhelaba percibir.

Deseó encontrarla en sus mejillas, pestañas, cejas y labios.

Deseó encontrarla en esa angelical sonrisa que le dedicaba.

Deseó encontrarla en el misterio y en lo etéreo que emanaban de ella.

Deseó que, al sentirla, la encontraría en el roce de piel con piel.

Pero aquella chica que la veía, por más que tuviera el interés de conocerla, en ese preciso momento la desconocía. Y Sophie estaba consciente de ello ya que, por más que encontrara en ella cierta familiaridad que la hacía sentirse en casa, nunca encontraría por completo lo que ella buscaba. Y todo porque aquella chica que veía no era quien Sophie tanto anhelaba que fuera.

𝐕𝐀𝐍𝐃𝐄𝐑𝐁𝐈𝐋𝐓'𝐒 𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄𝐒𝐒, blair waldorf Where stories live. Discover now