Capítulo 27

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La soledad es algo que ya había registrado como mío, vivo en soledad y siempre ha sido de esta manera. Repasando mis palabras, me conflictua la seguridad con la que sentencie ante Conway la diferencia entre nosotros. Di, en mi cabeza, una vuelta por comisaría; repetí las veces en que Johnson se preocupó por mi, y el como me recibieron cuando regresé después de ausentarme por días. Mientras Conway me llevaba a quien sabe donde comencé a cuestionarme que quizás no estaba tan solo como sentía.

Ya no me resultaba extraño cuando después de un momentito como aquel nos íbamos a dar un paseito de lo más tranquilos. Al relacionarme con estas personas ya nada me resultaba extraño, ni siquiera Conway siendo el padre del año y regalandome una casa después de interrogarme me impresionó.

Antes de comenzar la jornada, Gordon fue el primero en conocer mi nueva casa, como no podía ser de otra manera aunque Isidoro se pusiera a llorar, y fuimos juntos hasta comisaría dispuestos a patrullar juntos hasta que me encaramaron a Isidoro de nuevo en el patrulla.

El servicio empezó como una puta mierda, patrullando sin sentido y sin recibir ninguna alerta por muchos periodos de tiempo, hasta que nos encontramos a la joya que es Moha y su magnífico rostro estampado en el apartado de busca y captura en la tablet policial.

Desde que Conway implementó las nuevas divisiones en la malla, más allá del tema Nick Hunter y Tony Gambino, también me encargaba de muchos otros temas de droga; el nombre de Moha era nombrado varias veces en un informe en específico. A una chica tuvimos que cambiarle la identidad, darle una apariencia nueva y mandarla a otra ciudad cuando delató a Moha, y este comenzó a ir detrás de ella como un zorro.

A este delincuente lo metimos a una sala de Interrogatorio, una de esas al fondo que tanto le gustaban a Conway, fue llevarlo ahí e invocar al viejo. Ese hombre estaba más loco que cualquiera, aunque el día de hoy se le veía muy católico a pesar de que el Moha este no paraba de insultar. Después de que el super soltara sus risitas aquellas, nadie aguantaba más las faltadas del porrero y bueno, ¿Qué otra solución había más que llevarlo a un sitio especial?
Ni siquiera entre vientos despiadados en la maldita punta del maldito monte más alto, el puto Moha dejó de insultar y hacer la misma puta bromita "La droga la saco de mi culo". Incluso si se hubiera inventado un nombre, cualquier cosa habría sido mejor que lo que estaba haciendo.

— ¡Gilipollas, gilipollas, gilipollas, gilipollas, gilipollas! — grité, una vez por cada porrazo que le metí.
— Opaa... — vaciló Conway.
— ¡Di de donde sacas la meta, dícelo a él! — empujé a Moha frente a Conway y me alejé.

"Corruptos" estaba entre las cosas que más repetía, y sus faltadas se dirigían principalmente a Conway, con la excusa de que este había hecho daño a... personas, en sus palabras. Que mentira no era, pero esas acusaciones tan intensas parecían ocultar algo que me picaba.

— La droga la sacó de tú culo, Conway. — Volvió a repetir, acabando con mi paciencia.

Desenfude el arma y gasté uno... dos... tres cargadores, y pudieron ser más si Gonzalo no me hubiera detenido y esposado. Observé a Moha caer cuesta abajo un par de metros, e ignoré los llamados casi desesperados de Gonzalo, enfocandome solo en la vista que había frente a mi.

Después de los repetidos "Gustabo, ven aquí" de Gonzalo, la voz de Conway me atravesó la cabeza, y me acerqué a él para que me quitara las esposas. Me había acercado, pero me veía incapaz de darles la cara. Por orden de Conway, Gonzalo fue a por el cuerpo desfallecido de Moha para darle un calmo funeral bajo el sol y el agua salada. Bueno, quizás el sol no, la luz no suele llegar tan abajo en el mar.

— ¿Me explicas? ¿Me vas a explicar lo que acaba de pasar? — empezó a decir Conway. Pero yo no sabía la respuesta. — ¡Gustabo! — gritó.
— ¡Te escucho! — respondí, dirigiendole por fin la mirada.
— ¡¿Me explicas qué coño acabas de hacer?!
— Pues que llevaba 30 minutos faltando al respeto, suspendeme o haz lo que tr salga de los cojones, pero no lo voy a permitir. — ¿Y yo desde cuando le había cogido tanto cariño...?
— Yo me cago en la puta, gustabin, me cago en la puta. No te adiestre para hacer eso como policía. — dijo estresado, y lo único que pude responder fue un suspiro y mirar al suelo.— Gustabo.
— Escucho.
— Me voy a cagar en lo incagable, ¿ahora que coño hacemos?
— No iba a decir nada de todos modos.
— Y yo te pregunto, ¿eso quien coño lo ha hecho, Gustabo o Pogito?
— Lo he hecho yo, se estaba riendo en nuestra puta cara.
— Tienes que controlarte.
— Yo solo sigo ordenes de usted y si le faltan al respeto no respondo.
— Ay, Dios santo...
— Era muy sencillo, fue su culpa.
— Es decir que se repite la misma puta historia, otra vez.
— Yo hasta ahora he estado muy tranquilo, hasta ahora no me había tocado uno así. Además, un puto pobre de mierda.
— ¿Un pobre?
— Ese es un muerto de hambre que no tiene una puta mierda.
— Y a ti no te gustan los pobres, ¿verdad?
— Los que van de listos no.
— ¿Y qué más no te gusta?
— ...Muchas cosas. No me he comido 4 años de entrenamiento para aguantar a un mindundi.
— Bueno, la próxima vez, en vez de descargar la pistola hay otras técnicas. Tortura, chantaje, y lo sabes. Te has dejado llevar por la ira.
— Lo que ha pasado ahora es un cabo suelto, pero me vas a ayudar, ¿no?
— Qué puto remedio...

Pogo era... un payaso, asesino, psicópata y manipulador, que por alguna razón odiaba a los pobres, y quería protegerme a mi.

Conway y yo comenzamos a idear la historia que contaríamos mientras bajábamos la montaña, nuestro momento padre e hijo se llevaba a cabo mientras me contaba donde solía enterrar a la gente en este mismo monte, y yo le comentaba sobre la nueva tortura que acababa de conocer; algo sobre una persona una barca en medio de un lago comiendo  cosas dulces. Joder, echaba de menos esto.

En el auto, mientras nos dirigíamos a otra zona remota, le conté a Gonzalo nuestro plan mientras Conway llamaba a alguien para limpiar las huellas y los casquillos. Al llegar al lugar bajamos del auto y Gonzalo le dio el arma sin marcar a Conway, porque, en sus propias palabras "él no era capaz de dispararme".

Primero, Conway le metió de tiros al auto para que encajara con "El tiroteo" en el que nos habíamos involucrado, y después, me metió dos tiros a mi; el pobre policía que resultó herido y se vio en la penosa necesidad de devolver un par de tiros.

De inmediato me llevaron al hospital para tratar la herida de bala en mi pie y brazo, tres puntos terribles en la parte media del pie izquierdo y una venda sobre el raspón que hizo la bala en mi brazo derecho.

El par de tiros me libraron de tener que ir a comisaría y hacer el reporte, aunque inevitablemente tuve que salir de servicio e ir a descansar en el cuarto amueblado, pero al mismo tiempo vacío, detrás de una de las tantas puertas en mi nueva casa.

Sacalo de los escombros - Gortabo. Gustabo×GordonWhere stories live. Discover now