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Bajo la densa sombra de un majestuoso árbol, cuyas ramas bailaban una danza al ritmo de la brisa, Han Jisung encontraba consuelo tallando su nombre en el suave césped.
Junto a las iniciales, esculpía una pequeña figura distorsionada que simbolizaba su aburrimiento, un sentimiento que lo acompañaba cada día.

Ese rincón se había convertido en su refugio, un paisaje donde la multitud escaseaba y el ambiente se teñía de colores y melancolía. Alrededor suyo, algunos niños correteaban en busca de una diversión efímera en juegos infantiles sin sentido.
Curiosamente, aquel bullicio no le resultaba molesto; aceptaba el ruido como parte de su soledad.

Miró el reloj que adornaba su muñeca, sus manecillas grises señalaban el inminente atardecer, lo que suponía una segura regañina por parte de su hermano mayor.

Con desgana, se levantó del césped y avanzó por el parque, deleitándose por última vez con el esplendor del paisaje otoñal.

Al llegar a su hogar, encontró a su hermano esperándolo, su rostro ceñudo y su mandíbula tensa.
Los brazos cruzados y el sonido rítmico de su zapato derecho golpeando el suelo de baldosas llenaban el ambiente de una tensión palpable.

— ¿Por qué tan tarde en casa?  —lo reprendió— ¿Tienes idea de lo peligroso que es salir a estas horas? ¿Has oído hablar del lunático que ha estado secuestrando chicos de tu edad en las calles? — inquirió con preocupación.

Por supuesto, Han Jisung estaba al tanto de aquel hombre, y era consciente del peligro que acechaba en las noches.
Sin embargo, en lugar de sentir miedo, una inexplicable intriga se apoderaba de él, al imaginar lo que pasaba por la mente retorcida de aquel individuo y el evidente deterioro mental que debía padecer para cometer tales crímenes.
Hasta el momento se habían hallado 3 cadáveres, los casos de desapariciones continuaban en aumento.
Sus víctimas siempre compartían ciertos rasgos similares, entre los más principales; jóvenes.

Reaccionando con indiferencia ante las paranoias de su hermano, Jisung caminó por el pasillo hasta llegar a la puerta de su habitación, donde un amable mensaje de "no pasar" adornaba la entrada.

Durante su ociosa vagancia, se detuvo junto a la ventana y observó cómo un vehículo blanco se estacionaba en la casa de enfrente.
De él bajo un hombre de contextura media, quien sostenía un par de bolsas de compras en sus manos.
Fue inevitable para Jisung espiar curiosamente el recorrido del misterioso nuevo vecino.
Consideraba a aquel individuo como alguien extremadamente enigmático y peculiar.

En el vecindario, algunos chismosos murmuraban que se trataba de un ex de la mafia que había perdido a su esposa en un trágico accidente.
Otros afirmaban que era un pintor apasionado de las artes.
Además, corrían rumores sobre que su padre era un artista reconocido. El hombre tenía una tendencia a evitar cualquier tipo de interacción con los vecinos.

Todas esas especulaciones avivaron la curiosidad del joven Jisung, quien contemplaba con intriga cómo el hombre extraía una caja de herramientas de su vehículo.
Sus robustos brazos sostenían el peso del equipo con una facilidad envidiable, mientras encontraba astutamente una forma de cerrar el maletero sin utilizar sus manos.

Absorto en el deseo de descubrir más acerca de aquel enigmático individuo, el joven no se percató de que había sido descubierto.
Los ojos impasibles de aquel hombre se encontraron con los de Jisung, y una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro delineado.
Jisung, presa del susto, rápidamente cerró las cortinas de su habitación y se arrojo hacia la seguridad reconfortante de las sábanas de su litera.
¿Qué había sido eso?.

En la escuela, se habían implementado estrictas medidas de seguridad con el objetivo de evitar tragedias y pérdidas.
Se estableció como obligatorio que los padres o tutores recogieran a los estudiantes, de lo contrario, no se les permitiría abandonar las instalaciones.

A Han Jisung le había tocado en varias ocasiones quedarse varado en la escuela debido a la negligencia de su madre.

Hoy, afortunadamente, su hermano mayor, Changbin, le había enviado un mensaje confirmando que vendría a recogerlo en un lapso de 20 minutos.
Jisung se recostó despreocupadamente en las frías escaleras de cemento de la entrada, mientras el cautivador compás de una música clásica ejecutada con maestría en un piano reverberaba en sus oídos a través de los auriculares inalámbricos que lo aislaban del mundo exterior.

La selección musical en la que se había sumergido encajaba perfectamente en una lista de reproducción que se repetía por segunda vez.
El viento soplaba con más fuerza, y la ausencia prolongada de Changbin empezaba a inquietarlo.

Más de 40 minutos transcurrieron y su hermano aún no aparecía en la entrada de la escuela. Intentó convencerse de que tal vez había surgido algún contratiempo inesperado, pero no pudo evitar que la preocupación se apoderara de su ser.

Marcó el número de su hermano repetidamente, pero solo recibió la desagradable respuesta del buzón de voz.
Su preocupación se intensificó al escuchar la irritante grabación resonando a través del altavoz.

"El número al que está marcando  se encuentra apagado o fuera de servicio".

Una de las maestras se acercó lentamente, percibiendo su agitación, y le preguntó por qué estaba tan alterado.
Con una voz titubeante, Han Jisung le explicó que su hermano aún no había llegado, y la mujer mostró compasión hacia él.

"Te llevaré a casa en mi auto, ¿te parece bien, Jisung?" ofreció amablemente.

Él asintió y recogió apresuradamente sus pertenencias antes de subir al vehículo de la maestra.
Lanzó una última mirada a la puerta de la institución, aferrándose a la esperanza de que su hermano apareciera en el último minuto, pero esa ilusión se desvaneció.

El paisaje invernal se desplegaba durante el trayecto.
Han Jisung indicó amablemente el camino a su maestra, quien encendió la calefacción para contrarrestar el ligero frío que se hacía presente en las calles.

Finalmente, llegó a su hogar y se apresuró a entrar, expresando su agradecimiento a la maestra por llevarlo en su automóvil.

El pasillo se sumió en un extraño silencio, al igual que la sala de estar.
Anunció su llegada en voz alta antes de colgar su abrigo en la percha de madera junto a la entrada.
Sin embargo, algo le llamó la atención: la chaqueta favorita de su hermano no estaba ahí, lo cual explicaría su ausencia en casa.

— ¿Changbin? — volvió a llamar, buscando alguna señal de vida.

Su hermano nunca olvidaría recogerlo de la escuela.
Era una persona responsable en ese aspecto, incluso más que su madre, quien siempre estaba ocupada y no cumplía adecuadamente su papel de progenitora.
Estaban acostumbrados a su ausencia.

Decidió no dejar que la paranoia se apoderara de él y optó por esperar en su habitación. Aprovechó el tiempo para preparar algo de comida y jugar algunos videojuegos que normalmente le estaban prohibidos.

Las horas pasaron rápidamente.
Sus ojos se fijaban en la ventana de la habitación, que daba directamente a la calle. La desesperación se volvía cada vez más palpable.
Sentía cómo su corazón se apretaba de preocupación y anhelaba fervientemente que su hermano cruzara el césped y abriera la puerta de la sala, disculpándose por su demora debido a asuntos personales o alguna distracción en el trabajo.

No habría sido la primera vez que Changbin sufría un accidente en el centro policial, por lo que la sola idea de un segundo accidente helaba su cuerpo.

Las horas transcurrían como minutos.
El sol comenzaba a ponerse y la luz de la luna teñía las calles con oscuridad.
No se apartó de la ventana durante toda la tarde.
Sentía un apretón en el pecho por cada minuto que pasaba en el reloj, un nudo enorme en la garganta y la impotencia de no tener ninguna noticia de su hermano hasta ese momento.


Verinofilia - [MINSUNG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora