—Quiero a mis hijos y a mi esposa a salvo.

—Así será.

—¡Coco! —grité el nombre de la gárgola, ella era una dragona de sanación, cualquier situación de riesgo ella podría intervenir.

La gárgola apareció a mi llamado e hizo una genuflexión.

—Amo.

—Entra con mi esposa, si algo llegara a salir mal usa tu poder de sanación.

Coco miraba a la puerta donde Cortalenguas no se despegaba y asintió.

—Así lo haré, mi amo.

El chico de cabellos naranjosos y revueltos se hizo a un lado y Coco entró. Tan pronto como las puertas se sellaron escuché los gritos de Maddy, desgarradores y que me deshacían el alma.

Quería estar con ella y estaba seguro de que Max también lo deseaba como yo, verlo caminar de un lado a otro me daba la impresión de que necesitaba estar con su hermana.

La tormenta dio inicio y acompañada con los gritos de Maddy era aún peor. No sabía qué tanto soportaría estar lejos de ella, necesitaba entrar, apoyarla y decirle que no estaba sola.

Decidido a herir a Cortalenguas, lo escuché...

El llanto de un pequeño inocente inundó mis oídos, mis bebés estaban siendo recibidos, un segundo llanto casi me dio como una estaca en el pecho, eran dos llantos, podía escucharlos perfectamente.

—Quiero entrar —protesté.

—Cortalenguas debe proteger a esos niños llenos de sangre —dijo la gárgola como si fuera un mantra para él.

—¡Son mis hijos!

—Cortalenguas, mi hermano está en su derecho ¡Deja que pase!

La gárgola se hacía más pequeña por la presión.

—Le estás quitando su derecho como padre y de paso a mí como tío —amedrentó Max a mi izquierda.

Cortalenguas negaba con la cabeza.

—Mi señor... Cortalenguas sigue órdenes de mi señora Maddy, ella no quiere que haya riesgos. Debe de ser aseada en cuanto termine su parto. Cortalenguas no quiere decepcionar a mi señora.

Giré sobre mis pies y lo que hice fue lanzar un puñetazo a la pared que terminó por hundirse, cayeron algunos pequeños escombros por el muro de piedra hundido y rugí exasperado. Maddy dio la orden de no vampiros durante el parto, incluyéndome.

Luego... un tercer sollozo. Me quedé paralizo al escuchar los llantos que fueron apagándose, intuí que fue porque estaban siendo atendidos por Ira y Coco, tal vez por Maddy. Los minutos me parecía más que eternos.

No sé cuánto tuve que esperar hasta que las puertas se abrieron y el doctor Reuter apareció, inmaculado, sin manchas de sangre a la vista.

Nos sonrió a todos.

—Señor Le Revna, hay unos pequeños que quieren conocerlo.

Pocas veces en mi vida me quedaba sin qué responder, el control en mi cuerpo lo perdí momentáneamente hasta que Constanz me empujó desde atrás. Caminé, esta vez sin la negativa de Cortalenguas para impedirme entrar. La habitación estaba cálida mientras la lluvia golpeaba el techo como pequeñas bombas explosivas.

Ira y Coco se encargaron de la limpieza, incluso Maddy ya estaba aseada y reposaba en el centro de la cama con tres diminutos bultos al otro lado de su cuerpo que soltaban gemidos. Las gárgolas en silencio se apresuraron a salir para dejarnos solos. Maddy me miró y me sonrió, cansada, agotada, pero orgullosa por su trabajo en el parto.

3° El amo del desastreΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα