Cuando estaba a punto de darme por perdida, abrí una puerta y vi a Pedri apoyado sobre la ventana, mirando hacia las calles. Estaba de espaldas, dejando a la vista la capa negra de su disfraz, con su máscara tirada sobre la cama.

- Pedri.

Se giró, mirándome serio y con los brazos cruzados. Entré en la habitación y cerré la puerta detrás de mi. Me temblaba el cuerpo y estaba nerviosa por lo que fuese a decirme.

- ¿Qué?
- ¿Te has enfadado?
- ¿Por qué iba a enfadarme?
- Por el beso con Fermín.
- ¿Y a mi que? No eres mi novia, ¿por qué va a importarme con quien te beses?

Mentiría si dijese que no me dolieron esas palabras, porque lo cierto es que sí, y mucho. Era realmente patética.

- Ya...
- ¿Has acabado?

Asentí, con ganas de llorar. ¿Por qué siempre tenía que hacerlo todo tan difícil? ¿Y por qué yo tenía que ser una débil de mierda? Pedri se merecía que yo lo tratase como él lo hacía conmigo a veces.

- No, imbécil.

Alzó las cejas por mi insulto, y casi pude ver en la comisura de sus labios como sonreía. Le encantaba sacarme de quicio, así que quizás yo podría sacarlo a él de sus casillas.

- Eres un idiota egocéntrico y orgulloso. No te importa, pero te vas corriendo en cuanto me ves besarme con alguien. No te importa, pero matas con la mirada a Fermín cada vez que lo ves. No te importa, pero te encierras aquí.
- ¿Te crees que eres el ombligo del mundo?

Solté una carcajada y me crucé de brazos. Puede que el alcohol fuese malo, pero para estas situaciones a mi me venía de perlas para atreverme a decir cosas que jamás diría.

- No, pero es obvio que te jode.
- Ya quisieras.
- Mhmm, entonces...

Pedri me miró atento mientras yo me quitaba las orejas de gato y las tiraba sobre la cama, donde descansaba su máscara. Me toqué la cremallera de mi mono, cerca de mis pechos, a la vez que sus ojos seguían mis movimientos.

- ¿No te importa que lo bese?
- No.

Caminé hacia él lentamente mientras mis dedos bajaban con sumo cuidado la cremallera.

- ¿Ni que me desnude delante de él?
- No -tragó hondo.

Observé como la vena de su cuello se hinchaba, como sus manos formaban dos puños tensos.

- ¿Ni que me acueste con él?

Me quedé a unos centímetros de su cuerpo, con la cremallera baja hasta mi abdomen, donde el cinturón me impedía seguir bajando. Mis pechos estaban cubiertos por los laterales del mono. Tapaban mis pezones de milagro, pero un mínimo movimiento y estarían completamente descubiertos.

Nunca en mi vida me había comportado así con nadie, pero empezaba a darme cuenta de que era Pedri el culpable de que actuase así. Él era el único capaz de sacar a la Aitana más sexy, atrevida y loca que había en mi cuerpo. Solo Pedri sabía como activar esa parte de mí, solo él tenía el privilegio de conocerla.

Pedri no respondió, simplemente negó con la cabeza, fijando su mirada en mis pechos. Me acerqué todo lo que pude, llegando con mis labios a su oído.

You belong with meWhere stories live. Discover now