17. Primera vez cayendo

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Sí nos habíamos vuelto a ver. No en una farmacia, ni en una cafetería. En el aeropuerto, en Liverpool, en Chelsea, en Gales, en Londres.

Ya no lo odiaba. De hecho, un sentimiento parecido a querer a alguien iba aflorando desde lo más profundo de mi ser.

Pero sus ojos seguían teniendo el mismo efecto en mí.

–Durante muchos años, el festival primaveral de Viena ha sido inaugurado por pianistas con una larga trayectoria y de muchos años también –suelto una pequeña carcajada–. Pero Sofía romero, con su carisma y virtuosidad, ha conseguido romper con la tradición. Con a penas 24 años y una trayectoria relativamente corta, pero impresionante. Tengo el honor de estar frente a la joven promesa de la música clásica, que ha dejado sin habla a toda la industria musical y que mañana nos hará el honor de dar por inaugurado el festival.

–El honor es mío. Desde pequeña he soñado con tocar en un escenario tan especial y mágico, donde además han tocado muchos de mis referentes. Me ha hecho mucha ilusión escuchar tu presentación, pero creo que no es para tanto –agrego nerviosa.

–¿Qué no es para tanto? Sin molestias, Sofía. Te has ganado el respeto de pianistas, violinistas, directores de cámara y críticos de la industria y recién estás comenzando. Tu nombre es sinónimo de leyenda.

Suelto una risita para ocultar el color rojo que ha invadido mis mejillas. En tanto, me acomodo el cabello al otro costado y empiezo a jugar con mis manos.

Estoy sentada a la cabeza de una mesa grande, decorada con flores bonitas y manteles antiguos. Tengo una bandeja de quesos diversos en frente, una copa de vino y una bombonera con chocolates que me hacen agua la boca.

–Muchas gracias. Hago lo que me gusta y me llena el alma saber que mi trabajo le gusta a la gente.

–Tocas piano desde los tres años. ¿fue una clase de la tarde casual la que te llevó a estar aquí?

–No. A mi padre le gustaba tocar el piano, cuando llegaba de trabajar se sentaba a tocarlo y me gustaba sentarme en sus piernas para escucharlo. En vez de un cuento para dormir, yo prefería escuchar una pieza del lago de los cisnes o de Romeo y Julieta porque el sonido siempre fue como un abrazo al corazón. Mis primeros acercamientos fueron esos, y ya luego me comenzó a enseñar cosas básicas poco a poco.

–A los cinco años, ya habías entrado a la escuela de Barcelona con un cierto rasgo de "alumno diferencial".

–Eso se lo debo a mi padre. Fue quien me acercó al piano, y me animó en primera fila a seguir adelante.

–Tres años después conseguiste una plaza en el conservatorio de la ciudad condal, y Eugenia Martí fue tu primera maestra de talla internacional, a la que luego, y según sus propias palabras, superaste en técnica e interpretación.

–Eugenia es la abuela que la vida me ha dado, y para serte sincera, creo que ha exagerado un poco. Ella tiene una manera única para transmitir muchas cosas en una sola pieza...

–Y tú también. De ahí al premio de virtuosidad que te entregó la reina Sofía –mi piel cosquillea al recordar ese momento–. ¿Cómo recuerdas ese día?

–Fue como una montaña rusa de emociones. Estaba nerviosa e insegura porque iba a tocar la Polonesa, aliviada cuando me bajé del escenario y sorprendida por todos los elogios que vinieron después. El que la reina subiera a darme el premio me hizo llorar de emoción, de nostalgia.

Las preguntas que llegaron después fue más de lo mismo. Mi aparición en el festival de Praga, los conciertos benéficos, el concurso de Chopin y el de Chaikovski en Rusia. Un poco mucho de música, mi primer álbum, el segundo del que tanto se ha hablado, mi concierto con la sinfónica de Barcelona.

Decirte AdiósWhere stories live. Discover now