Finalmente, llegamos a la base militar, el lugar que más había presenciado las acciones poco ortodoxas que tenía Conway cada que veía algo que no le gustaba. Me sacó del auto sujetando mi brazo con fuerza, estaba enojado, eso me hacía enojar a mi. 

Castro era directa, pero me hablaba con tranquilidad, no me molestaba aunque estuviera intentando hacerme confesar un homicidio del que no estaba enterado hasta hoy. Lo negué, todas las veces que lo preguntó respondí lo mismo, la verdad. Yo no he disparado fuera de regla, el cañón de mi arma solo se ha vaciado cuando fue requerido, era la única verdad, aunque Conway observara con su cara de perro rabioso, haciéndome saber que no me creía. Él quiere que mienta, pero no voy a hacerlo.

— ¿Y qué pasó en la pollería? — Ataco Castro. No hay otra forma de describir cómo se sintió esa pregunta. Fue un ataque directo a n- a mi.
— Bueno, fue un operativo que se nos fue de las manos un poco y acabó mal. Yo, personalmente participé en tirotear a uno. Quizás di un disparo de más, pero a mi Conway me dio la orden.
— Cómo no, ¿Sabes qué, Conway? Hazlo a tu manera. — Castro se notaba harta de la situación. Y es que seguro que eso no lo sabía, que sí yo hice algo malo fue culpa de Conway.

Todo esto era su intento de expiar uno de todos sus pecados, como ahora sabe que usó a su pobre hijo para aniquilar a unos pandilleros, que se pasó años torturandolo y convirtiéndolo en una maquina que solo sigue ordenes, trata de hacer parecer como si no fuera por completo su culpa. Prefiere hablar de su hijo el esquizofrénico, y no del padre que dividió la cabeza de su hijo en dos.

Conway se acercó a mí con una jeringa y la inyectó en mi brazo sin cuidado alguno.* Pregunté qué era, pero por supuesto que ni él, ni Castro, se tomaron el tiempo de explicarme lo que acababa de introducir en mi sistema.

El viejo volvió a hacer preguntas, a ponerme en situaciones de ‘’¿Qué harías si…?’’ No iban a sacarme nada, al menos no las respuestas que querían obtener. Menos aun haciéndolo de una manera tan mediocre como esta, ni aunque me inyectaran un montón de sustancias, me estaban subestimando demasiado. Lo quería escuchar este señor es que ya no lo odio, que mataría a cualquiera antes que a él. Se moría por que le dijera lo bien que me caia, por que lo llamara ‘’papá’’, y por que me refiriera a ese puto árbol como ‘’mi madre’’. 

— Mataría al otro, tú eres más importante. Has demostrado cosas buenas.
— No se trata de quien te cae bien y quien te cae mal
— Por norma general, no me importa la gente. No los mataría ni me comería sus brazos, pero tampoco los mantengo cerca.
— ¿No tienes ganas de matar a nadie?
— No, la verdad que no.
— Gustabo... ¿qué pasó en los raíles? En la mina abandonada, ¿te acuerdas?
— Ostia... joder. Pues voy a ser totalmente honesto, tuve una mala racha, me fui a dormir, y desperté en esa mina vestido de payaso y rodeado de un par de civiles que parecían muertos. 
— ¿Te arrepientes?
— ¿Ehh... si?
— Mientes.
— Es que lo tengo muy borroso.
— ¿Qué te hicieron? ¿Por qué los mataste? ¿De donde los conocías?
— No sé, no los conocía. 
— Así que agarraste cuatro chupa pollas y los mataste, ¿por qué?
— No te sabría decir, fue un momento de rabia. Era una mala época, estaba infiltrado en ‘’The Union’’ y me afectó un poco.
— En ‘’The Union’’ te convertiste en el puto manipulador.
— Bueno, acabé llevando la mafia, la verdad, sí. 
— Correcto, así que cuéntame, explicame qué puto sentido tiene que a dia de hoy no te tomes las pastillas y estés de puta madre.
— Yo creo que el estado mental que tengo, a día de hoy es bueno. Tengo a James, a Isidoro... Me encuentro bien. 
— Verás, Gustabo, hay un problema, te cargaste a ese tío. Fuiste tú.
— ¿Me está hablando de la actualidad, jefe?
— No me llames jefe. A las ratas como tú hay que erradicarlas. 
— Habló de ratas el más rata, el que no ha dicho la verdad en su puta vida.
— ¿Y para qué quieres la verdad? 
— Bueno, pues no me llames rata si tú eres más rata que yo, si ni siquiera se sabe tu nombre real. Anda que me llames rata tú, que tienes más secretos qué el Vaticano.
— Vale, tranquilo, Pogo. — Soltó una carcajada.
— Que no soy Pogo, soy yo.

Sacalo de los escombros - Gortabo. Gustabo×GordonWhere stories live. Discover now