7. but heaven ain't close in a place like this

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Geto le aventó uno de los cojines notoriamente más consternado ahora. Incluso su cejas se juntaron en una mueca que rara vez ha visto en el otro, todo un caso si se tiene en cuenta lo mucho que ha hecho enojar al menor durante todo su tiempo de amistad.

― Es un hombre. ― Prosigue, ignorando su respuesta anterior. ― ¿Desde cuándo te van los hombres?

Gojo casi se ríe, honestamente sorprendido de que entre todo, aquello sea lo primero que el pelinegro quiere saber. Bueno, tampoco es un tema que haya pensado para sí mismo.

― Lo cierto es que nunca lo cuestioné. Me gusta Yuuji, eso es todo.

Su respuesta no parecía suficiente para Suguru, pero el pelinegro no preguntó nada más incluso si parecía querer agregar otra cosa. ¿Es que acaso Suguru era homofóbico o una mierda así? Eso sería genuinamente sorprendente y, en todo caso, un tanto entretenido.

Aunque sería un problema, no puede evitar pensar que aquello parece un poco justo. Suguru necesita su buena dosis de mala persona, si se lo preguntan, nadie debería ser tan correcto (¡vamos, ni siquiera su pequeño sol lo era!).

― Creí que tenías novia. ― Dice después de un rato. Divaga en la forma en que podría relatar lo siguiente, pero cede ante lo inevitable. No importa que tanto quiera suavizarlo, sonará igual de mal.

― La tengo, técnicamente. ― Sonríe y espera a que la expectación gane en la expresión del otro antes de continuar. ― Yuuji es su hijo.

Y es que vamos, esto es un poco divertido de decir.

Le da a su amigo tiempo de procesarlo, y casi puede leer cada etapa de la incredulidad hasta el horror en el rostro ajeno mientras lo observa en silencio.

― ¡¿Satoru qué mierda?!

― Estoy un poco ofendido de que ni siquiera consideres que esté bromeando.

― ¿Lo estás?

― No, pero aun así.

― Oh, por dios, cállate.

Geto luce realmente enojado, en todo caso, así que Satoru lo hace. Guarda silencio y aquello parece molestar más al pelinegro si es que es posible.

― ¿Cómo...? Esto es mucho, incluso para ti. ― Pero la sonrisa desvergonzada en el rostro del peliblanco no cede. Solo asiente, de hecho, de acuerdo. ― Y yo que pensé que la relación con tu padre era lo más grave en tu cabeza.

― ¿Verdad? Hace lucir a los traumas de mi infancia como un parque de diversiones.

Suguru suspira resignado, dejando caer su peso completo sobre el respaldo del sillón. Hay muchas cosas que seguramente están pasando ahora por su cabeza, pero debe estar decidiendo qué es peor.

― Debes parar esto. No importa el capricho que hayas desarrollado con el niño, Satoru, lo digo en serio. ― Dice al fin y Gojo no puede evitar sentirse ligeramente molesto al respecto.

No es un capricho, quiere refutar, pero lo cierto es que tal vez lo sea.

Sin embargo, esa determinación arbitraría que despertó tan pronto vio al menor es mucho más seria. Porque Satoru puede entender el deleite tras conseguir a Yuuji, pero también puede sentir la tormenta de adoración en su ser. Lo dispuesto que está a dejar todo y a todos en caso de ser necesario, por permanecer junto al menor, de la forma que el pelirrosa quiera.

Disimula su molestia en una sonrisa y concentra su atención en lo tenso que parece el pelinegro.

― No. ― Contesta, ― Yuuji será mío.

Tan simple como eso, tan superficial y profundo como quiera Suguru darle significado, lo dejara hacerlo. Por primera vez, no le interesa la opinión del pelinegro. Esto es suyo, ese sentimiento desconocido le pertenece a él y a Yuuji, y tan poco prudente como suele ser, no piensa dejarlo o compartirlo.

• • ҉ • •

De nuevo frente a la casa de los Itadori, Gojo se siente como un intruso o, peor aún, una amenaza. Bien, lo es, pero de todas formas es nuevo que él mismo sea tan consciente de eso.

Dejó pasar el fin de semana con calma, mandando mensajes y fotos a Yuuji, y recibiendo a su vez bonitas selfies del menor y de su día. Fotos simples, pero que Gojo observó con cuidado, atesorando casi de manera obsesiva la forma en que los ojitos de Yuuji se cerraban al sonreír o las pequeñas pecas que salían a flote en la piel del menor cuando el sol daba directamente sobre él.

Era precioso, y Satoru consideró con cierta consternación que tan a salvo estaba él en esa situación.

Claramente el pelirrosa era quién estaba más vulnerable, pero Gojo nunca se había sentido de esa forma, jamás se había sentido tan aferrado a alguien como ahora. Tan atado al menor y a sus bonitos gestos.

Era casi aterrador.

Puso el seguro al auto al bajar y acomodó los lentes sobre el puente de su nariz antes de tocar el timbre y sufrir un divertido deja vu cuando la mujer abrió la puerta y su rostro reflejó vergüenza por la apariencia hogareña que presentaba.

― Hola. ― Dijo ella, arreglando el cabello que salía de la coleta tras sus orejas.

― Hola, Yue. ― Respondió y el nombre resbaló de sus labios con cierta malicia.

Le era inevitable no disfrutar de la situación, del poder inconsciente que ella otorgaba sobre él. Oh, sobre todo por el desastre que se avecinaba.

Lo prometió, cargaría con la culpa por Yuuji.

― ¿Estás libre? Tengo algo que hablar contigo.

La vio removerse incómoda antes de sonreír de aquella forma que Gojo conocía tan bien. Tan falsa que le provoco una oleada de repulsión.

― Claro, siempre estoy libre para ti. ― La timidez posterior al menos fue sincera.

― ¿Puedo pasar? ― preguntó cuando fue bastante claro que ella no pensaba moverse.

Yue apretó los labios y negó suavemente. No parecía molesta, pero era bastante obvia su incomodidad. No quería a Satoru en su casa, y era un poco obvio el porqué: Yuuji debía estar dentro.

Divagó en los muchos comentarios ácidos que podía hacerle para jugar un poco más, pero ya que aquel sería el último día, al menos sería un poco condescendiente con ella.

― Vayamos a caminar. He estado todos estos días esperando por ver a Go-chan, es justo que me consientas un poco, ¿no crees?

No esperó a que él respondiera, en su lugar, dio vuelta sobre sí para cambiar las sandalias por un par de tenis deportivos en la entrada. Y aquello debía decir mucho de lo desesperada que estaba, cediendo su buena apariencia por alejar a Satoru del pelirrosa.

― A parte, Yuuji invitó a su novio a casa, no nos dejaran hablar en paz. ― Salió de su hogar jugando con las llaves entre sus dedos. ― Y creo que también debo darles un poco de intimidad.

Inclinó la cabeza, entretenido, indeciso entre la molestia y la diversión.

― ¡Son tan lindos juntos! ― insistió ella y era bastante obvio lo que intentaba hacer. ― Megumi chan es tan guapo y educado.

Oh, Megumi, ¿eh?

• • ҉ • •












~ Lamento las faltas ortográficas y de redacción, pero sobre todo de contexto que pueda haber, ha pasado un tiempo y puede que me haya saltado algo.

~ El título es por The Killers con Somebody told me.

Si llegaste hasta aquí, ¡gracias por leer!

Venus | GoyuuWhere stories live. Discover now