16. ACUERDO DE CONFYDENCIALIDAD

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–Señorita Romero, le pido de la manera más cordial que firme los documentos. No tiene nada que perder. El contrato garantiza su seguridad y la privacidad de mi cliente.

Podía aceptar firmar un documento de confidencialidad para darle a Davide la seguridad de que mantendría el secreto de su hija bajo ocho llaves, porque nunca concebí la idea de decírselo a alguien.

Obviamente, tampoco iba a contar detalles íntimos de mis conversaciones con Alexander. Pero sí tenía mucho que perder.

Porque sentía la necesidad de compartir con las personas que más quiero un poquito de lo que viví a su lado. Porque estaba enamorada, y no era algo que quería mantener en secreto.

Porque pese a todo había sido feliz.

–Pero ¿de qué privacidad me está hablando, Ferrer? –lanza la carpeta a la mesa sin cuidado y se echa a reír–. Su cliente tiene todo menos privacidad. Más bien, creo que nosotras le deberíamos pedir una recompensa monetaria porque la vida de mi amiga ha pasado a ser pública de un día a otro. Hay prensa en su casa, la siguen por la calle y no es para hablar con ella de una manera cordial, claro que no. Es para ver si va o hace algo que tenga que ver con Alexander.

–Eso no lo podemos evitar. Es la consecuencia de haber mantenido un romance con mi cliente. Pero hay cosas, señorita... –el abogado se queda callado un momento y pasa la vista por la oficina como si estuviese buscando algo.

–Nunier –simplifica mi representante.

–Gracias. Como le decía, hay cosas, señorita Nunier, que a mi cliente le interesa mantener ocultas. Y a diferencia de lo que usted cree, sí tiene privacidad. No hay mucha información suya en internet.

–Sofía no va a pararse en un plató a contar qué comió y qué le dijo Alexander luego de follar...

–¡Katia! –me cubro la boca, sorprendida.

–No me lo ha dicho, por cierto. Pero hay algo que se llama intuición –completa ignorándome–. A lo que iba, Sofía no va a dar entrevistas contando detalles de lo que vivió con su cliente porque no quiere, y eso que le he insistido mucho para aprovechar la fama y lanzar su carrera.

–Sin embargo, la prensa terminó enterándose que la señorita Romero frecuentó un par de veces a la abuela de mi cliente. Y no porque lo haya salido a decir, si no porque se lo contó a una "amiga".

La referencia a Isabella con el énfasis en la última palabra se siente como un golpecito sutil al centro del pecho. "Amiga".

Mi amiga me puso en el ojo de la prensa solo para conseguir cinco minutos de fama.

A mi "amiga" le valieron años de amistad por una portada.

–Eso ya escapa de sus manos.

–No del todo. Con este acuerdo nos aseguramos que no llegue otra amiga a darnos sorpresitas. Si ella no dice nada, todos estamos contentos ¿no le parece –le guiña el ojo a mi representante y se vuelve hacia mí–. No es que desconfíe de usted, señorita Romero. Usted puede contárselo a alguien y ese alguien puede salir a ventilarlo todo. Fuentes cercanas, se les llama, y usted lo sabe muy bien. Firme, no pierde nada, al contrario, gana seguridad, ya se lo dije.

Le pido un momento al abogado y me encierro en el baño, sintiéndome extraña por el cúmulo de emociones que amenaza por explotar al centro de mi pecho. Las cosas no están saliendo tal como quería, el contrato me limitaba a mostrarme feliz con los que más quiero. Y era una locura pensar que alguien más podría salir a ventilar cosas. ¿quién? ¿mi madre? ¿Katia?

Excepto que entendía las razones de Alexander. La lógica era simple. Si Isabella ya lo había hecho, existía la gran posibilidad de que alguien más lo haga después.

Decirte Adiósحيث تعيش القصص. اكتشف الآن