En Las Manos De La Bestia [+18] |Terminada|

capitulo 80- Anímame

Dᴇᴛʀᴀ́s ᴅᴇ ᴄᴀᴅᴀ ᴍᴜᴊᴇʀ ᴇxɪsᴛᴇ ᴜɴᴀ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ ᴏ̨ᴜᴇ ʟᴀ ᴄᴏɴᴠɪᴇʀᴛᴇ ᴇɴ ɢᴜᴇʀʀᴇʀᴀ.

…⁠ᘛ⁠⁐̤

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Khristeen Diatlova
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Entonces lo acepté, ellos ya no eran mi familia, de hecho hace tiempo dejaron de ser mi familia desde que me dejaron en ese de infierno.

Esa maldita mujer que algún día vi como mi tía y tanto quise, me acabó de enterar de que probablemente fue quien mató a mis padres, no, probablemente no, porque no lo negó y lo confirmó.

Solo deseaba saber ¿Por qué? ¿Por qué le hizo eso a su propia hermana? ¿Qué necesidad había de hacer eso a tu propia familia?

La rabia me está consumiendo, pasé dos malditos años  culpándome una y otra vez cada mañana y cada día por la muerte de mis padres y la culpable siempre estuvieron presentes.

— m Ray. — Jadeo cuando aprieta mi pezón sobresaltando.

Miro a los hombres, pero ellos ni siquiera se atreve a voltear la cara hacia donde estábamos y creo que ya sé por qué.

— Se me está haciendo difícil controlarme.

— Ayúdame acabar con ellos y luego — Me volteo mirándolo — Te dejaré tocarme en todas las partes que quieras — Siseo poniéndome de puntillas abrazándolo por el cuello.

— ¿No necesitas más respuestas de ellos? — Cuestiona y niego, ya tuve suficiente y sabía que esa mujer jamás hablaría, tengo suficiente con saber que ella fue el culpable y, sin importar por qué lo hizo, merece pagar.

— Ellos ya no merecen mi atención. — Lo jalo haciendo que se incline hacia mí.

— ¿Quieres que los mate así? — Niego, no quiero que ellos mueran tan fácil, primero necesitan sufrir.

— Quiero que los torturen y en el día que están en su último momento quiero ser yo quien les dé el golpe final. — Su mano agarra mi cintura escuchando mis palabras.

— Si así lo deseas, entonces así será. — Dicho eso, besa mis labios.

— Mm...— Trato de alejarlo porque todavía seguimos en ese lugar y es vergonzoso que me toque de esa manera en ese lugar tan abierto— Hay... Hay personas.

— ¿Quién se atrevería a mi mujer en ese momento? — tira de mis labios y nuevamente mis ojos se desvían hacia esos tres hombres que prácticamente nos están dando la espalda. — Si nadie solo yo puedo verte de esa manera. — Besa mi cuello. — Solo tu esposo, solo yo.