—¿Qué estás haciendo?

—Um —la menor de repente se siente tonta. Debería haber elegido, pero ya es demasiado tarde—. Yo, eh, no sabía dónde me querías.

Por suerte para Chiara, la pelirroja parece divertirse. Pasa por su lado, llevando la bolsa que los chicos habían traído, y la deja justo dentro de la puerta de su habitación. Se vuelve hacia la menor.

Bajando la voz a un sensual susurro, Violeta dice:

—¿No he dejado claro dónde te quiero? —Se acerca un poco y pone su mano sobre el hombro de la pelinegra en una suave caricia—. ¿Cómo te quiero?

Chiara ha tenido un largo día. Se ha caído de un maldito árbol. Pero ahora todo eso parece estar en el pasado, porque lo único que parece importar es Violeta. Más concretamente, el cuerpo de esta y todas las cosas que podría estar haciendo con él ahora mismo. 

Llevada por el impulso, la ojiverde se lanza a besarla y casi se cae al tropezar con sus propias muletas.

La reportera la atrapa y se ríe.

—Kiki, estaba bromeando. Estás herida.

Las manos de Chiara van a la cintura de la pelirroja, tirando del cinturón.

—Bueno, deberías haber pensado en eso antes.

—No creí que te pusiera tan nerviosa. ¿No te duele el pie?

Chiara deja que el cinturón se deslice de su mano, cayendo al suelo.

—He oído que los orgasmos alivian mucho el dolor —Sus dedos se ponen a trabajar, desabrochando los botones de la blusa de Violeta, empezando por abajo—. ¿Sabías que? La lesión que tengo también se llama fractura del amante.

La respiración de la pelirroja se acelera al sentir los dedos de la otra chica rozando su piel.

—¿Es eso cierto?

—Mhmm. Suele producirse al caer desde gran altura... Alguien que salta desde un balcón, como en Romeo y Julieta —Chiara está a la mitad de los botones. Se toma una pausa para presionar la palma de su mano contra el estómago desnudo de la pelirroja, para sentir el ascenso y descenso de su respiración.

—O en intentos de rescatar gatos.

La pelinegra resopla indignada.

—¡Oye!—Vuelve a hacer una pausa—. ¿No quieres?

—No es eso, darling. Pero hoy te has caído de un árbol y te has roto el pie. Necesitas descansar.

—Vivi —dice Chiara con total solemnidad—. Podría caerme de un rascacielos o romperme todos los huesos del cuerpo. Aun así te querría más que descansar.

Violeta no cree que haya una sola alma en el mundo que pudiera resistirse a una frase como esa. 

Agarra a la pelinegra por el cuello de la camisa y la arrastra a un cálido beso.

No hace falta decir que Chiara pasa la noche en la cama de Violeta. Y todas las noches siguientes también.

***

La ucraniana se pasa por allí cada dos días para pasar tiempo con su amiga y ayudar en lo que haga falta. 

La mayor parte del tiempo, no dice nada sobre la situación de vivir con Violeta.

Pero un día, observa con un tono casual:

—Te has adaptado muy bien estas tres semanas.

—No me puedo quejar —la inglesa está tumbada en el sofá del salón, bañándose en la cálida luz del sol, mirando por la ventana el paisaje urbano que tiene delante. Rus se sienta en el extremo opuesto del sofá—. Fue un poco raro al principio, todo es tan... elegante. Y Vivi ha sido la anfitriona perfecta. Me está cuidando de forma increíble.

—¿Tan mimada estás que no te vas a ir cuando esto salga? —la pelirroja raspa dos nudillos contra la escayola de Chiara.

La chica intenta reírse de ello.—No le haría eso a Violeta.

A pesar de las risas, la pelinegra mira hacia abajo y hacia otro lado, con una expresión que Ruslana puede leer demasiado bien.

—¿Y si te dijera que no le importa? ¿O que quiere que te quedes?

—Oh. Um —El color sube a la mejilla de Chiara—. N-no, no lo haría.

—¿Pero si lo hiciera? —insiste—. ¿Y si te pidiera que te quedaras? ¿Qué dirías?

La boca de la inglesa se abre, pero no sale nada. Finalmente, dice:

—Bueno, no lo sé. De todos modos, no me lo pedirá. Así que... Es una pregunta tonta.

—Creo que eso significa que te quedarías.

Chiara agita la mano despectivamente.

—No, no he dicho eso. De todos modos, no importa. No puedo vivir aquí indefinidamente. Todas mis cosas están en mi apartamento. Y sigo pagando el alquiler allí. ¡Y Nicole! Volverá en un mes. Probablemente nos mudemos juntas cuando vuelva.

—Keeks, sé sincera. ¿Te alegras de que tu novia no haya vuelto a casa?

Chiara suelta una risa burlona, demasiado fuerte para ser convincente.

—¿Qué? No. That's crazy. Me muero por que vuelva a casa.

—¿De verdad? ¿Estás diciendo que si la tercera guerra mundial estallara mañana, y Nicole se quedara atrapada en Alemania para siempre, no te alegrarías ni un poco?

—Bueno, nunca me alegraría que estallara una guerra. Es horrible.

Impaciente, Ruslana insiste.

—Vale, bien, entonces digamos que la compañía de Nicole quiere que se quede permanentemente y ella lo hace. Si nunca volviera, ¿alguna parte de ti se sentiría aliviada? ¿Feliz?

De nuevo, la boca de la pelinegra aletea en silencio, sin efecto.

—Quiero a Nicole

—Eso no es lo que he preguntado.

Chiara se ríe de nuevo, rígida y cohibida.

—¿Sabes qué? Aunque sintiera otra cosa -que no es así-, ni siquiera importa porque Violeta no tiene ese tipo de sentimientos por mí.

—¿Cómo lo sabes? ¿Le has preguntado?

—Sé que no lo hace, ¿vale? —la pelinegra se queja—. Es que no lo entiendes. Violeta nunca sentiría eso por mí. Es guapísima, inteligente, desinteresada y muy amable. Oh, sí, y es multimillonaria. Ella está en otro nivel. Sé que sólo soy una distracción hasta que se enamore de alguien, y estoy bien con ello. Por favor, no insistas más.

—Creo que necesitas tener una conversación sincera con pelirroja dos.

—Y yo creo que deberías ocuparte de tus propios asuntos —responde Chiara, totalmente irritada.

—Keeks-

—Me pica mucho el pie —interrumpe la pelinegra—. ¿Puedes traerme el secador de pelo y soplar aire fresco dentro?

Y la ucraniana sabe que la conversación ha llegado a un final.—Por supuesto. Cualquier cosa que necesites.

***
nuevo capítulo :D

En cuanto a las chicas:

En cuanto a las chicas:

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