'Inizio'

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El coche traqueteaba por el camino entre aquellos valles de verdes colinas y cielos encapotados. Las piedras del carril chocaban bruscamente contra las ruedas del automóvil y Saroise se movía bruscamente en el asiento de la parte trasera del carromato. ¿Qué es lo que habría detrás de esas paredes de solidas piedras? ¿Un abismo infernal en el que no pararía de caer jamás? ¿Llamas y lava? ¿O solo dolor, sufrimiento y almas atormentadas? Saroise no era valiente. Era pequeña, flacucha e indefensa. ¿Que haría ella frente a todos aquellos demonios cuyas almas no habían sido bendecidas con la gracia de Dios? 

En sus ojos se podía observar sus pensamientos atormentadores. Y su consciencia aterrorizada, mientras que ella se encogía sobre su asiento de color negro. Su iris celeste iba desapareciendo como la luz del sol lo hacía para adaptarse a la oscuridad que se ceñía sobre aquel siniestro lugar. 

Sus bucles de color negro, como una cascada de tinta, se movían por el balanceo del automóvil y del viento que entraba por las pequeñas ventanas del cacharro. 

¿Seguirían todas las jóvenes que habían entrado antes de ella allí, encerradas? 

Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas. ¿Es que acaso el conductor no se daba cuenta de que llevaba a una mujer aterrorizada? 

 S A R O I S E. 

Después de tres horas de viaje y un pequeño desliz de sueño, el rechinar de las bisagras de la puerta me despertaron como chillidos de dolor agudo.

 -Hemos llegad, señorita.- dijo el conductor y en sus ojos pude distinguir pena. Pena por mi. Por lo que pudiera ser de mi. - A partir de aquí tiene que ir sola.- me extendió una mano para ayudarme a bajar y yo la acepté poniendo mi temblorosa muñeca en su palma mientras bajaba los escalones hasta el suelo de piedras y zancos.

-Gracias.- murmuré prácticamente para el cuello de mi vestido.

-Suerte señorita Saroise.- contestó el señor volviendo a subir en el coche y marchándose a toda velocidad por el camino. 

Me sudaban las manos y sentía las enaguas del vestido cada vez más pesadas sobre mis piernas. Por primera vez, alcé la vista y me atreví a admirar la grandiosidad y el siniestro aire que desprendía aquel castillo al borde de un precipicio de fondo negro e indistinguible. Me santigüe una última vez mientras mis pies emprendían el camino hasta los barrotes de duro metal que unía las dos partes de la inmensa muralla de piedra. 

 ¿De que iban a valer las plegarías aquí dentro? ¿Debía encomendarme a algún ángel caído para salir de aquí viva y... entera?  

Hace unos años, a la señora Piterse, le llegó un paquete rociado con el más dulce olor de rosas y de colores suaves, con el nombre de su hija, Irene Piterse en el sobre. Ella entusiasmada lo abrió con la mala suerte de encontrar solo horror dentro. 

En el paquete se encontraba un trozo de uno de sus dedos con su uña llena de sangre y un anillo precioso ensangrentado.

 La señora Piterse cayó en una profunda depresión al saber que su hija estaba muerta. Muerta o siendo torturada. Y no sabía lo que era peor. 

 En ese momento pensé que sentiría mi madre, mis hermanos, toda mi familia, si un día les llega una mano, un brazo, incluso una pierna mia. Todas sus lagrimas y lamentos, demasiado sufrimiento que ninguno se merecía. 

Todos esos pensamientos se agolpaban en mi mente mientras caminaba hacía la gran verja y sin darme cuenta los barrotes de metal se alzaron sobre mi. 

 -Allá vamos-susurré. Las puertas se abrieron a mi toque y un gran jardín lleno de rosas rojas como la sangre. Mis zapatos se deslizaban por el camino de arena y me fijé en una hilera de rosas que resplandecían mas de lo normal. Por primera vez desde hace horas, quizás días, una pequeña sonrisa se escapó de las comisuras de mis labios. Todas esas flores parecían el único resguardo de vida que quedaba en aquel lugar, así que, me di el placer de parar a observarlas. 

 Eran rojas y suaves como la seda y sus espinas afiladas como agujas que brillaban más que el oro. 

No se cuanto tiempo pasé observando las flores, ni tampoco cuantos minutos o horas había estado acariciando los pétalos de las rosas, pero cuando levanté la cabeza observé todo el jardín cubierto de una espesa niebla.  

El tiempo era eterno e imposible allí dentro. Un reloj sin segundero, sin sentido. La vida, la muerte. Dios sin potestad allá abajo. Sometidos a un tirano hundido entre las tinieblas y los horrores de la gente, responsable de cada vida arrebatada. Angel traicionero que arranca corazones con sus garras de acero y que somete a todos los mortales al paso del tiempo. ¿Como pude fiarme del supuesto atisbo de vida? ¿Aquí dentro? Son todo engaños y trucos que juegan con nuestra mente. Que nos vuelven locos. 

Las rosas se habían desteñido completamente y por mis mano y brazos caía una capa de sangre líquida, llamativa y con un olor infernal.

Y ahí comenzó el miedo. 

Mi agudo grito retumbó en las paredes de las murallas mientras oía las zancadas de alguien o algo, acercarse a toda velocidad a mi.

La sangre. 

Eran perros, rabiosos y hambrientos, atraídos por el olor de la sangre de mis manos.

 Mis pies se movieron inconscientemente por el camino, ahora difícil de distinguir, y avancé entre la niebla intentando encontrar la puerta de madera que había visto al llegar. Mis pupilas estaban dilatas por el miedo y un sudor frío caía por mi espalda, mientras mis piernas avanzaban por el sendero a una velocidad vertiginosa. 

Pero no más rápido que ellos. 

Oía sus ladridos cada vez más cerca, sus alientos golpeándome la nuca y sus dientes devorando el dobladillo de la falda de color gris. Cada vez gritaba más fuerte presa del miedo, y cada vez la niebla se volvía más espesa y confusa. Todo era confuso, hasta que mi cuerpo chocó con una dura superficie de madera, la cual comencé a aporrear con todas las fuerzas que me quedaban.

 -¡Ayuda por favor!- los gritos que se escapaban de mi garganta eran infernales, me taladraban los oídos y hacían que todo diera vuelta a mi al rededor. -¡ABRAN LA PUERTA! 

Apoyé las palmas de las manos en la puerta y comencé a sentir el dolor real en mis propias carnes. Había clavado las unas en la puerta astillada y millones de estacas comenzaban a clavarse en la piel entre mi uñas y mi dedo. 

Y mi propia sangre, mezclada con la de las rosas, manchó todo mi corsé y mi falda atrayendo a esas bestias, aun más a mi. 

Cuando mi grito de dolor desgarró el silencio que segundos atrás se había formado, las grandes puertas se abrieron y caí de bruces contra el frío mármol de la casa. 

 -Mi pequeña maldita, no sabes el tiempo que había esperado esto. 

···················

¡Hola! 

Silvia aquí. 

Bien, es la primera vez que escribo algo de miedo o de misterio y no se muy bien como estará, solo espero que os guste. 

Estoy realmente ilusionada con esta novela y tengo muchas más entre manos, que si esta de miedo gusta, traeré a wattpad. 

Decirme, ¿os gusta la idea de fanfic fuera de lo común? Los chicos en este fic tienen una personalidad complicada que espero que disfruteis. 

¿Os gusta la portada? Yo no estoy muy segura pero no me disgusta.

Recuerda votar y comentar y nos vemos en el siguiente capitulo. 

Bye :)


curse - stylesWhere stories live. Discover now