Prólogo.

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En una cálida mañana en San Luis, Missouri. Había una pareja que yacía dormida en una cómoda cama. Los rayos del sol entraron por la ventana acompañados de una suave brisa.
El primero de ellos en despertar fue Mordecai, él se preparó para hacerle el desayuno a su amada esposa.

El sicario se sentó en la cama, estirando sus largas extremidades. Se frotó los ojos y miró alrededor de la habitación. Su rostro era serio e inexpresivo. Era temprano en la mañana.

Salió lentamente de la cama, sin querer despertar a su esposa dormida. Él caminaba de puntillas, sus pasos eran amortiguados y silenciosos.

Se movía con destreza, como una sombra en la oscuridad, teniendo mucho cuidado de no hacer ningún ruido.

Caminó con cuidado por el piso del dormitorio, tratando de no hacer ningún sonido no deseado que pudiera despertar a su esposa.

"Buenos días, Mordecai." Se escuchó su voz delicada pero adormilada, mientras se levantaba de la cama y se colocaba sus vendas en su área visual.

El gatillero se giró, sobresaltado. Él la miró.
Hizo una pausa, su expresión inmutable, su mirada severa.

"Buenos días, querida." Mordecai respondió. Estaba tranquilo y sereno, su voz baja y monótona.

La fémina se aproximó lentamente hacia él.
"¿Dónde estás?" Preguntó ella mientras sus oídos permanecían alerta ante el más mínimo sonido.

"Estoy aquí." El sicario respondió con voz monótona.

Se quedó quieto, sin moverse ni un centímetro, manteniendo su comportamiento estoico e imperturbable. Su tono era impasible y distante.

Él permaneció completamente quieto, con la mirada fija en ella.

Heller se quedó completamente quieto mientras ella estiraba ambos brazos hacia él en un intento de encontrarlo.

Su expresión permaneció sin cambios, su mirada inmóvil. Sus ojos se fijaron en ella mientras ella continuaba estirando los brazos.
Se acercó lentamente a ella, con pasos suaves y silenciosos. Finalmente la alcanzó y tomó sus manos entre las suyas.

La mujer tomó con suavidad sus mejillas, cómo sí su rostro fuera extremadamente igual de frágil que la mismísima porcelana. "Te encontré." Pronunció ella.

Heller se estremeció levemente cuando ella le agarró las mejillas. Hizo una pausa por un momento, su fachada estoica e indiferente intacta.

"Si lo has hecho." Respondió con voz monótona, sin intentar sonreír ni mostrar ninguna emoción.

Sus ojos verde oliva la miraron directamente, su mirada intensa.

"Seguramente te ves radiante este día, querido." Habló ella mientras transmitía la misma dulzura de siempre en su afeminada voz.

El asesino a sueldo permaneció en silencio por un momento y luego asintió brevemente.

"Me siento bien, querida." Respondió con voz monótona, su rostro inexpresivo.
Su mirada permaneció fija en la de ella, sus ojos verde oliva inmóviles. No mostró ninguna emoción ni expresión, su tono permaneció uniforme y plano.

Él observó mientras ella se ajustaba las vendas sobre sus ojos ciegos.

"¿Cómo te encuentras hoy, querida?" Preguntó, permaneciendo imperturbable.
Sus ojos verde oliva se movieron levemente, escaneando su rostro.

My voice will guide you. Mordecai Heller x túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora