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Si lo pensaba un poco, era extraño. No recordaba haber asistido a la bendita fiesta de cumpleaños de ese estúpido príncipe.

Lo había analizado las últimas dos semanas, no recordaba que hubiera sucedido algo importante, a excepción de la escena que el principe heredero había armado.

Aunque, había pensado otro poco más, después de que regresaban el duque y sus hijos de aquel banquete, estaban aturdidos y un tanto pensativos.

¿Había ocurrido algo más ahí en esa ocasión?

Bueno, en esta ocasión podría asistir al banquete y comprobarlo por si misma.

Se miró al espejo, observando su apariencia. Debía admitirlo, Emily se había esperado y hecho de manera correcta su trabajo.

— Señorita, el duque y los jóvenes maestros la esperan.

— Si, ahora bajo. — miró a la chica, la cual tenía la mierda baja mirando sus pies. — Gracias por todo Emily.

Con eso dicho abandonó la habitación, caminando por los largos y un tanto sombríos pasillos de la mansión. Al llegar a las escaleras, vió a los que se decían llamar su familia, elegantemente vestidos.

Miró disimuladamente su vestido, tal parecía que todos combinarian sus trajes.

— Duque.

El mayor la miró, en silencio durante unos segundos antes de asentir e indicar el ir hacia afuera.

Penélope no le importó. No esperaba nada realmente.

¿Un halago? ¿El decirle que se veía bonita?

Debía dejar de soñar.

El camino al palacio fue tranquilo, nadie hablaba, cada quien estaba sumergido en sus propios pensamientos. Pero cuando había llegado al palacio y antes de bajar del carruaje, Derrick le dijo en un tono frío;

— Comportate y no hagas nada que dejé en vergüenza el nombre de nuestra familia.

Penélope solo lo miró en silencio, mordiendo su lengua para no decirle un par de insultos en coreano. Un idioma que nadie hablaba, solo ella. Tal vez eso era bueno.

Al entrar al enorme salon de banquetes, este estaba muy animado, la música sonaba, así como un espectáculo que estaban armando los magos.

Penélope frunció el ceño. Tales personas con gran talento, eran tratados como bufones de la corte, que solo usaban su poder para entretener.

'Qué desperdicio'. Pensó mientras daba un suspiro.

Penélope optó por irse a una esquina, dónde nadie la viera, de esa manera evitar algún conflicto con aquellas damas molestas e irritantes. Siendo más específica, la señorita Kelly. Esa perra odiosa que en cada oportunidad la molestaba y quedar como la víctima ante todos.

La fiesta había transcurrido sin ningún problema, hasta que escuchó una pequeña conmoción. Vió a los Eckhart, los cuales tenían sus miradas fijas en un punto lejado, más específico donde estaban los dignatarios extranjeros. En cuanto su mirada se fijó en ellos abrió los ojos como platos.

Ahí. Parada con una sonrisa amable, había una hermosa mujer de cabellos rosas y ojos azules. La cual conversaba con algunas damas de Eorka.

No lo iba negar. Su corazón comenzó a latir con fuerza, y un poco de miedo se instaló, pero de pronto, un sentimiento extraño la envolvió. Era uno de seguridad, tristeza y anhelo. No entendía nada, pero algo dentro suyo le pedía acercarse a aquella mujer.

Tenía cierto parecido a la difunta duquesa Eckhart, y por consiguiente a Yvonne

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Tenía cierto parecido a la difunta duquesa Eckhart, y por consiguiente a Yvonne. Pero era distinta. Aunque compartían similitud, eran totalmente distintas.

Si ella la estaba viendo ahora, eso quiere decir que en todos los banquetes celebrandos, ella había estado ahí. Ahora entendía el por qué ellos parecían tan ofuscado cuando regresaban.

El verla, debió causarles una enorme conmoción.

Mirando a su alrededor, tratando de buscar una manera de salir, pero en eso, las enormes puertas del salón fueron abiertas...y lo vió.

Con su brillante cabello dorado, sus ojos rojos como rubíes, con su traje manchado de sangre, y una sonrisa llena de diversión, con un andar confiado e intimidante, hizo su gran aparición el loco príncipe heredero.

No iba a mentir, ese bastardo loco era sumamente guapo.

Lo había visto en muchas vidas, y en algunas hasta habían llegado a ser algo similar a unos amigos. Pero así como con su hermano, Leila metió su mano y causó un desastre que la llevó a su muerte en manos del que alguna vez fue su amigo.

El tema de la conversación del príncipe con su madrastra no le importaba, su vista se dirigió hacia aquella mujer, pero se percató de que ahora, estaba acompañada por dos hombres, ambos de cabellos negros y unos fríos ojos rojos, los cuales brillaban con diversión, además te tener unas sonrisas perversas.

No sabe si su mirada fue intensa, o que había pasado, pero los ojos azules y brillantes de aquella mujer se fijaron su persona. Y podía jurar que el brillo de la emoción se reflejó, así como el asombro. La mujer se giró a uno de los hombres y le hizo una señal para que la miraran, y lo mismo pasó.

No sabe que fue, pero de pronto el miedo y los nervios se hicieron presentes, y con un paso apresurado abandonó el salón. Aunque algo dentro suyo le decía que se quedara.

Pero no hizo caso.

Caminó por los jardines, hasta que se perdió. Pero sin que se diera cuenta, ya estaba frente al príncipe heredero, con la espada de este apuntando a su cuello.

Vaya suerte la suya.

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⏰ Last updated: Mar 23 ⏰

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