—Phil. —Murmuré, viéndolo cada vez más cerca. Aclaré mi garganta, deseando que mi voz no saliera tan excitada. —¿Es-Estás bien? —Él me miró atentamente con su oscura mirada, Philza me observaba con detalle, como si estuviera asegurándose de que yo no era una ilusión, no me moví ni un centímetro, ni siquiera cuando observé sus fosas nasales inspirar, recibiendo todo el olor de mi celo, estaba seguro que podía imaginarse lo mojado y excitado que yo estaba, el celo de ambos se podría incluso palpar en el aire, él lo sabía.

Solté un respingo cuando no respondió, Philza tomó mi cuello y acunó mi rostro con su pulgar antes de lanzarse a mis labios. Jadee y lo escuché gruñir cuando el placer nos envolvió a ambos, su sabor estaba de nuevo en mis labios mientras comenzaba a devorarme, empujándome contra la puerta cerrada, presionando mi cuerpo contra el suyo o contra la superficie.

Sentí la dureza en su entrepierna y volví a gemir, el sonido no salió, Philza me follaba la boca con su lengua sin ni siquiera darme la oportunidad de corresponder, tan salvaje como un animal, me imaginé que su alfa lo estaba controlando más que bien.

Philza buscó mis manos y estuve seguro de que ambos jadeamos aunque nuestras bocas estuvieran ocupadas, entrelazó nuestros dedos y alzó mis brazos para sostener ambos sobre mi cabeza, contra la dura puerta de madera oscura. Mordió y tiró de mi labio inferior, comenzando a frotarse contra mí, succionando y tirando de mi labio apenas me liberó, dejándome jadear, removerme gustoso para rozarnos más, dejándonos sofocar por ese inmenso calor.

—No me temas... No te haré daño, Missa. —Apretó mis manos y me atreví a mirar su rostro, sus ojos estaban fijos en mis labios, observando los suyos húmedos por nuestra saliva. Volvió a moler su cuerpo contra el mío y ambos jadeamos, él lo sabía, él ya sabía muy bien cuanto lo deseaba.

—No... No, sé que no, yo... —Las palabras salían atropellándose unas a las otras, mientras sentía como el inmenso calor intentaba terminar de enloquecerme. Nunca, absolutamente nunca me había sentido de esa forma. La conexión con mi omega y como poco a poco se abría paso para liberarse, gimiendo, jadeando o incluso hasta chillando emocionado con el calor que emanaba del duro cuerpo de Phil, con su firme erección dejándose sentir aún apesar de nuestras prendas. Mi corazón palpitaba acelerado y más cuando enterró su cabeza en mi cuello. —Philza. —Gemí, por miedo, por ansias, mi cuerpo entero me pedía que le entregue todo el espacio posible, que ladee mi cabeza y le muestre mi cuello en señal de sumisión, de deseo, de las ansias que me consumían porque me mordiera.

Me sorprendí cuando no besó ningún espacio de mi cuello, su nariz se hundió en mis cabellos más largos hasta que sus manos soltaron las mías y con rapidez me tomó por los glúteos, sus dedos se separaron, cogiendo mis nalgas y alzándome sin el mayor esfuerzo, mis piernas lo rodearon en un completo impulso e incluso gemí sorprendido, ganándome un gruñido de su parte.

—Philza. —Gemí otra vez, a pesar de la oscuridad de sus ojos sabía que él aún estaba ahí, aún no había cedido completamente al deseo de su alfa, él me veía, no un pedazo de carne cualquiera, sabía que era yo e incluso así, apretaba mi cuerpo más cerca del suyo, empujándome contra su dura erección, al parecer deseando aliviarse a sí mismo con esos roces toscos. Empezó a caminar hacía la cama con rapidez.

—Missa. —Solo bastó eso para que, mientras me tendía con sumo cuidado en la enorme cama y se colocaba encima de mí, mis manos subieran a su cuello y tirara de él, atrapando su boca en otro intenso beso, gimiendo de puro gusto cuando de nuevo todo su sabor se fundió con el mío, disfrutando de su tan conocido pero fuerte olor, su calor, sus labios, su cuerpo, Dios, estaba tan húmedo y caliente, necesitaba... Lo neceitaba de una vez.

Mordisqueó mi labio inferior repetidas veces, mientras una de sus manos tomó los extremos de mi remera y comenzó a tirar de ella. Lo escuché gruñir, mostrándome lo irritado que estaba cuando se separó de mis labios y bajó la mirada a la prenda. Sin preámbulos, la rasgó.

The Perfect Omega ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora