Mi hombro choca con el de Alessandro, que revisa su teléfono, la pantalla iluminada se refleja en las gafas de sol oscuras que tiene puestas, igual como su costoso traje.

El mismo teléfono suena al entrar una llamada y contesta con pesar revisando su reloj.

—Diez minutos de retraso.—Dice. No puedo escuchar lo que dicen de la otra línea pero su semblante cambia a uno más molesto, eleva su entrecejo y maldice en Ruso varias veces.—¡Mierda!!!—Exclama en su idioma natal casi en grito de molestia.—¡Vamonos de aquí!!!—Le ordena a Igor.—¡Ya!!—Me mira.—Nos pusieron un cuatro.

Eso me hace entender su enojo y logro escuchar las sirenas de la policía a la distancia, la camioneta acelera levantando polvo del terreno en el que estábamos, movimientos bruscos me hacen sujetarme de Alessandro y ponerme el cinturón de seguridad.

La camioneta acelera hasta más no poder, pero sigo escuchando el ruido de las putas sirenas, saco mi arma y la Sostengo por si la necesito.

Maldigo una y mil veces, esto es una jodida mierda.

No entiendo, si nadie sabía las coordenadas del cargamento, ¿como carajos le avisaron a la policía?

A no ser que tengamos un traidor entre nosotros.

Pasa alrededor de una hora hasta que logramos despistar a los policías, y pasamos dos horas más para llegar a la fortaleza, tomamos otro camino, uno más largo y seguro pero nos llevó ese tiempo.

Permanecemos en silencio, Alessandro al llegar a la casa baja del auto y se dirige hacia sus hombres.

—¡Quiero al maldito soplón en menos de dos horas!—Demanda gritando, la furia está reflejada en su voz y no sólo en ella, en su voz también, y tiene razones para estarlo, un cargamento así de grande no era cosa de todos los días, y tuvimos que dejarlo ahí tirado porque no daba tiempo.—¡YA!—Vuelve a gritar.—¡O más de una maldita cabeza va a rodar hoy!—Y con eso entra en la fortaleza hecho una furia.

Voy detrás de él y lo encuentro encerrado en su oficina sirviéndose un caballito de tequila, mismo que se bebe de una sola vez y vuelve a servirse otro.

—¡Puedes calmarte!!—Digo suave.—Así no solucionaras nada.

—Perdí una maldita fortuna, ¿a caso no lo entiendes?

—¡Si, pero ponerte así no es la maldita solución!—Hablo en el mismo tono que el.

—¿Y Cómo quieres que me ponga? No bueno si quieres me siento de brazos cruzados esperando que me sigan jodiendo.

—¡Que te calmes carajo!—Le grito logrando que se de cuenta en la forma en la que me esta hablando, su rostro esta rojo por la furia y puedo ver una venita en su frente, suspiro intentando calmar mis estribos.—Piensa las cosas con la cabeza fría porque así no vas a resolver nada.—Me acerco a él.—Y mucho cuidado en como me hablas.—Advierto seria.—Yo soy tu esposa, no uno de tus Malditos soldados.

Una sonrisa sale de sus labios ante mis palabras, y esta vez es el quien se acerca a mi lo suficiente para notar la reseques de sus labios.

—Estás admitiendo que sigues siendo mía Psique.

Sus palabras tan cerca de mi me hacen inhalar su aliento en que le sobresale el olor a alcohol, pero eso no evita que sus palabras causen cierta sensación en mi entrepierna.

¿Es normal que con solo ver a este hombre me lo quiero follar?

Esto es enfermizo.

Pero seria un gusto muy placentero que me quiero dar.

Amarte Otra Vez Where stories live. Discover now