XIV

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Todoroki Shoto había conseguido sentir una variedad inmensa de emociones

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Todoroki Shoto había conseguido sentir una variedad inmensa de emociones.

Y no.

No fue durante su cita con la muchacha más bonita de todo el colegio.

Se había acercado a Bakugou Katsuki para contarle que había conocido a sus padres, o esa era la excusa, en realidad solo quería hablarle y conocerlo, había sido así desde que lo había visto sin camiseta. ¡NO! Se sentó en la cama completamente desconcertado, su mente tuvo un desliz inquietante, pero eso no tenía sentido, no podía ser. Había sido así desde que tuvieron su primera conversación, cuando se levantó a las cinco de la mañana tras tener su recurrente pesadilla y se estableció que no eran amigos. Había sido así desde que le aventó el mando de una consola por la cabeza, o desde que le regaló un plato de soba y una gaseosa de ciruela y té verde. O desde que le dijo que antes compartían secretos. O desde que lo vio cuidando de un pequeño gatito. Sí. Bakugou Katsuki le hacía sentir paz y lo hacía enojar, le daba curiosidad, solo eso. Quería ser su amigo. Por eso se había acercado, porque lo había visto relajado en el sillón e interpretó que esa era una buena oportunidad. Para ser su amigo. Volvió a tranquilizarse y se recostó.

Verlo sonrojarse en un santiamén fue una sorpresa que lo descolocó por completo. Ya lo había experimentado, le gustaba cuando sucedía así, tan de improvisto que lo dejaba inmóvil, hipnotizado. La piel blanca en menos de un segundo estaba roja. Y nunca había visto un rojo tan brillante. Le creó una revolución que dejó su piel hirviendo de un lado y helada del otro, sentía que sus Dones iban a desbordarse. Tenía explosiones en el estómago, estaba seguro.

Que estuviera escuchando una de sus bandas favoritas fue una coincidencia, grata y reconfortante. No esperaba que compartiera su auricular con él, aunque solo haya escuchado la mitad de dos canciones. No esperaba que lo invitara a un concierto. Había sentido fuegos artificiales en el corazón cuando conversaron al respecto. Tenía una emoción que lo ahogaba, pero era una buena sensación, sentía su espíritu iluminado.

Una parte de su mente se preguntaba qué hubiera pasado si no tomaba el valor de sentarse junto a él en aquel sillón. ¿Habría ido solo al concierto? ¿Habría llevado a alguien más? La idea ensombrecía sus pensamientos. No le gustaba. La descartó. Ahora no solo compartirían un secreto nuevo, si no que tendría una experiencia completamente nueva con él. Y eso le provocaba algo que lo dejaba mirando el techo de su habitación sin poder dormir. ¿Había un nombre para esa sensación?

Estaba totalmente perdido, pero, por primera vez podía decir que realmente no estaba vacío. Incluso en el abismo que yacía en su interior podían nacer cosas nuevas, podía llenarse. Podía dejar atrás la tabula rasa, el lienzo en blanco. Tenía esperanza.

Y tenía una cita con un chico.

Se incorporó de un salto. ¡NO! ¿No? NO. ¿No?

"KANA-BOON. Viernes. Si no estás listo a las 17, me voy solo".

Tabula rasaWhere stories live. Discover now